Las mujeres se incorporan al mercado laboral en el siglo XIX. En la imagen, operarias en una fábrica de Detroit
Las mujeres se incorporan al mercado laboral en el siglo XIX. En la imagen, operarias en una fábrica de Detroit
LIBROS

«La transformación del mundo», lo que somos y lo que fuimos

En las 1.500 páginas de «La transformación del mundo», «comprime» Jürgen Osterhammel la Historia global del siglo XIX. El resultado es un ensayo fascinante y arriesgado que mezcla narración, reflexión y teoría

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El articulista del «New York Times» Thomas L. Friedman intentó demostrar que, gracias al impulso globalizador de las nuevas tecnologías, la tierra ya se había convertido en un espacio plano. Probablemente era una constatación exagerada porque las fronteras - y no sólo las geográficas- siguen existiendo y nos incumben a la hora de discernir los principales problemas de la política o la economía planetaria. Pero esto no quiere decir que fuera una hipótesis frívola. Pese a que lo juzguemos como un pasado remoto, si el mundo está inmerso en un imparable proceso de allanamiento es consecuencia de la gran transformación que se inició en el siglo XIX.

Desde la cima

Las caracterizaciones sobre este siglo son de lo más variopintas: el siglo del liberalismo, de la democracia, de la industrialización, de las revoluciones, del nacionalismo y de tantas otras consideraciones, en ocasiones, hasta contradictorias.

Ni tan siquiera hemos alcanzado un consenso perdurable sobre cuáles son los jalones temporales que lo enmarcan. Estamos, pues, ante un siglo fragmentado e innominado. El XIX no podrá ser analizado jamás con una ingenuidad autosuficiente a partir de etiquetas simplificadoras.

Como insinuó el medievalista Arno Borst, un cronista no puede estar demasiado tiempo en la cima histórica para obtener la más completa y apropiada panorámica posible. Aún siendo consciente de las dificultades, a Jürgen Osterhammel (Wipperfürth, Alemania, 1952) no le tembló el pulso a la hora de embarcarse en la aventura de construir una Historia global decimonónica. El resultado, un recorrido fascinante y arriesgado a partes iguales, es una excesiva aproximación de más de 1.500 páginas, repleta de sustanciosas notas y una kilométrica bibliografía final.

«La transformación del mundo» nos descubre que sin el siglo XIX no podríamos comprender el universo global en el que habitamos con la aceleración histórica sin precedentes que se produjo entonces. La transformación a la que hace referencia no es el correlato del reconocido libro de Karl Polanyi. No se trató tanto de la industrialización capitalista como del desarrollo del comercio, que logró la integración regional, se expandió con las necesidades de unas nacientes multitudes y favoreció la creciente división del trabajo.

Osterhammel nos obliga a repensar los problemas actuales desde una mirada histórica

Pero Osterhammel no se pierde en una búsqueda de la causa principal, definible y unívoca. Es consciente de que no podemos caer en una explicación monocausal para una época marcada por la reflexión sobre sí misma y la creación de diferentes refugios para la conservación de la memoria. No fue un hecho superficial.

La obra nos invita a recorrer un relato temático, donde se perciben las principales preocupaciones de su autor en campos tan amplios como la economía, los fenómenos migratorios, el medio ambiente, la concepción del tiempo, los avances científicos o la enmarañada política internacional.

Cinco claves

La organización de estas páginas no es diacrónica, lo que desconcertará a más de un lector malacostumbrado. No estamos tampoco ante un libro que se mira constantemente en el ombligo europeo, ya que transitamos por las más diversas realidades geográficas y culturales. No podemos olvidar tampoco que Osterhammel es un reconocido especialista en la tradición china.

Este extenso volumen se cierra con cinco claves que nos pueden hacer reconsiderar la Historia mundial más allá de los habituales lugares comunes. «La transformación del mundo» nos obliga a repensar los problemas actuales desde un mirada histórica. El siglo XIX se caracterizó por el incremento de la eficiencia, aunque fuera de forma desigual; fue un tiempo marcado por la movilidad humana y las infraestructuras que permitieron este proceso; se estimularon también las interconexiones socio-culturales, creando un horizonte que favoreció la conformación de modelos y referencias compartidos; y esta transformación global estuvo marcada por la tensión entre la igualdad y la jerarquía en un proceso preñado por ambigüedades y contradicciones. Las preguntas se van acumulando, mientras reconocemos lo que fuimos y lo que somos.

El libro está repleto de frases ingeniosas y sugestivas que abren nuevas puertas que aún permanecían cerradas a cal y canto

El libro está repleto de numerosas frases ingeniosas y sugestivas que abren nuevas puertas que aún permanecían cerradas a cal y canto, demostrando que la erudición no está reñida con el cuidado de la escritura. Una obra, que podría parecer inmanejable por su tamaño, se convierte en una lección de Historia de carácter global, aunque en muchas ocasiones nos preguntemos por la voz de los propios protagonistas, ausentes a lo largo de todo el libro.

Como en cualquier trabajo de estas características, los olvidos temáticos se hacen más evidentes porque siempre queremos avanzar más lejos. Los lunares en esta aproximación caleidoscópica son temas centrales que no reciben un adecuado tratamiento, como el papel de las mujeres o la vasta cultura decimonónica. Con todo, este paisaje puede ser completado con la lectura de otro de los hitos académicos sobre el siglo XIX recientes, como «El nacimiento del mundo moderno, 1780-1914», del fallecido C. A. Bayly (publicado en español por Siglo XXI Editores en 2010). Ambos volúmenes demuestran la buena salud de la que goza una historiografía que se maneja con soltura entre la narración, la reflexión y la teoría.

Las piezas del puzle

En fin, quien se sumerja en esta páginas para encontrar una síntesis al uso del siglo XIX se decepcionará, ya que es un libro conscientemente fragmentario. Y es que, por necesaria que sea una Historia mundial, aún hoy es imposible. De esta forma, el lector es el encargado de ubicar en su lugar las piezas del rompecabezas que Osterhammel coloca sobre la mesa. El esfuerzo merece la pena, aunque terminemos desfondados ante semejante desafío.

Según iba avanzando en la lectura no podía dejar de recordar las humildes enseñanzas de Marc Bloch en su estupendo legado «Apologie pour l’histoire»: el problema irresoluble al que nos enfrentamos es que nunca podremos percibir nada más que una parte pequeña del gran tapiz que conforman los acontecimientos, tanto en el pasado como en el presente. Jürgen Osterhammel sabe que la Historia es un complejo árbol de historias que tenemos la obligación de recorrer reconociendo que «no es un teatro en el que pronto pueda caer el telón».

Ver los comentarios