Olivier Rolin, autor de «El meteorólogo»
Olivier Rolin, autor de «El meteorólogo» - Inés Baucells
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«El meteorólogo», infernal «paraíso»

Olivier Rolin relata la historia verídica de Alekséi Feodósievich Vangengheim, víctima del Terror estalinista

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En 2012, el escritor, periodista y gran viajero Olivier Rolin (Boulogne-Billancourt, Francia, 1947) va al archipiélago ruso de Solovkí, de infausta memoria, pues fue el enclave del primer, y uno de los más siniestros, campo de concentración de la URSS. Fue, según explica Solzhenitsyn, «la madre del Gulag». Allí, Rolin entra en contacto con «una anciana encantadora», Antonina Sóchina, que vive en una casa llena de libros y de plantas. Entre los primeros, le muestra uno compuesto por cartas y dibujos, y editado por Eleonora, hija de Alekséi Feodósievich Vangengheim, prisionero del campo. El volumen le conmueve tanto que decide investigar sobre el autor de las misivas. El resultado es esta obra, a caballo entre la narrativa y el reportaje, no únicamente conmovedora sino que también encierra una lección en torno a una ideología que pretendiendo instaurar el «paraíso» en la tierra solo construyó un infierno.

Lingotes de carne humana

Alekséi Feodósievich Vangengheim, el meterólogo del título, gozaba de gran predicamento entre las autoridades soviéticas y desempeñó numerosos puestos de responsabilidad. Así, entre otros, le nombraron jefe del Servicio Meteorológico de la URSS. Además, era un convencido de las bondades del régimen. Tanto que incluso cuando está confinado en el Gulag escribe reiteradamente a Stalin, pensando que se había producido un error. Naturalmente, nunca obtiene respuesta. La noche del 8 de enero de 1934 había quedado con su mujer para asistir en el Bolshói a la representación de la ópera «Sadkó», de Rimski-Kórsakov. Pero no acudió a la cita. Es detenido bajo la delirante acusación de formar parte de una conspiración, encarcelado y, finalmente, asesinado: «Lo arrastran hasta una sala en la que están tendidos otros cuerpos atados, algunos de ellos ensangrentados,lingotes de carne humana. "El hombre es el capital más precioso", ha escrito el camarada Stalin. Cuando se alcanza la cifra, unos cincuenta, los arrojan a los volquetes de dos camiones. Los guardias los apretujan a patadas, extienden sobre ellos una lona, se sientan encima y los camiones arrancan. Cuerpor desnudos, pegados unos contra otros, trabados, pisoteados, sangrantes, trémulos de frío y horror: esa es la innegable fraternidad que ha engendrado la Revolución».

En efecto, Rolin, quien en una etapa de su vida militó en una organización revolucionaria maoísta, sabe muy bien que las utopías que se venden como redentoras desembocan en una «orgía de sangre». Como la desencadenada por el Terror estalinista. Rolin cuenta la historia de Vangengheim con una prosa directa y sobria -lo que resulta más impactante-, y consigue que sintamos al personaje en su individualidad y, a la vez, como símbolo de millones de víctimas inocentes.

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