Elio Antonio de Nebrija con sus alumnos en un grabado de la época
Elio Antonio de Nebrija con sus alumnos en un grabado de la época
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Elio Antonio de Nebrija, el arte de hablar bien: alto y claro

Hoy más que nunca somos «homines mediatici», y esto hace que sea imprescindible hablar bien en público

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Los primeros que se plantearon temas retóricos de manera sistemática fueron los griegos y los romanos. En realidad, fueron ellos quienes fundaron la retórica como disciplina, quienes la desarrollaron hasta sus últimas consecuencias, y podemos decir sin temor a equivocarnos que autores como Aristóteles, Cicerón y Quintiliano siguen siendo en la actualidad autoridades indiscutibles en ese tipo de prospecciones. Ya lo eran, como es natural, en los siglos XV-XVI, cuando las oleadas del Renacimiento rompieron las barreras de la oscuridad inspirándose en la antigüedad clásica, de la que los humanistas del Cuatrocientos y del Quinientos se consideraban deudores y herederos un milenio después.

Uno de esos humanistas -el más preclaro, junto a Luis Vives-, fue el sevillano Elio Antonio de Nebrija (1441-1522), autor de la primera gramática castellana, que se publicó el mismo año de la conquista de Granada y del descubrimiento de América, constituyendo la tercera gran aportación de aquel providencial año del Señor de 1492 a la historia patria. Pues bien, Nebrija compiló en 1515 (Alcalá de Henares, en la oficina de Arnao Guillén de Brócar, el mismo portentoso impresor de la Biblia políglota complutense) una serie de textos de retórica de los grandes maestros antiguos, titulando su colección «Artis Rhetoricae compendiosa coaptatio ex Aristotele, Cicerone et Quintiliano». Esa es la obra que acaba de traducir al castellano Miguel Ángel Garrido Gallardo, tan conocido por sus estudios sobre poética, retórica y semiótica y, cómo no, por el «magnum opus» que, dirigido por él, lleva por título «Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales» (DETLI), un léxico monumental que, publicado en formato electrónico, está superando con creces cuantas iniciativas lexicográficas lo habían precedido en ese terreno y en cualquier país del mundo.

La falta de conocimiento del griego antiguo ha sido un hándicap en la cultura española

Para hacer más cercana y accesible la compilación de Nebrija, que está hecha con un conocimiento profundo de las fuentes y una sabiduría selectiva sobresaliente, el profesor Garrido ha titulado el opúsculo nebrisense «El arte de hablar en público», eso que ahora tanto se echa en falta como elemento formativo de primer orden en los foros jurídicos, políticos e institucionales. Somos hoy, más que nunca, «homines mediatici». Nebrija no se limita a seleccionar los textos ad hoc de sus mayores, sino que los enriquece con comentarios y «exempla» que son, a su vez, objeto de glosas exegéticas a pie de página -172 en total- por parte de Garrido Gallardo, autor también de una «Introducción del editor» en la que se nos dice cuanto necesitamos saber acerca de la «Compendiosa coaptatio».

La excelente salud del helenismo

¿Conocía Nebrija con fluidez el griego? ¿O fue tan solo un brillante latinista que leía a los griegos en las versiones de estos al latín que menudeaban en su época? Recuerdo que una compañera de curso, Teresa Arias-Salgado, realizó un trabajo de licenciatura sobre un manuscrito de su propiedad en el que Nebrija vertía al latín el tratado «Sobre la calvicie» de Sinesio de Cirene. Fue uno de los indicios de que el autor de la «Gramática castellana» podía moverse con soltura en el manejo de la lengua griega. Pero no hay argumentos definitivos al respecto. El desconocimiento del griego antiguo ha sido un hándicap en el desarrollo de la cultura española en los últimos cinco siglos. Hoy, gracias a los dioses olímpicos y a padres fundadores como Adrados, Fernández-Galiano, Luis Gil, Lasso de la Vega, Ruipérez... el helenismo goza de excelente salud.

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