Boris Groys
Boris Groys - Gonzalo Cruz Jr.
LIBROS

Boris Groys: «Hoy todo el mundo quiere subirse al escenario. No hay público»

Dos títulos del filósofo y «curator» artístico Boris Groys coinciden en la mesa de novedades: «Introducción a la antifilosofía» y «Arte en flujo». Un repaso al vacío contemporáneo

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Boris Groys (Berlín, 1947) parece que no se ha movido un ápice de lo que pensaba hace casi una década: sus tesis, teorías y postulados. O él no se ha movido o el mundo gira sobre idénticas dudas e incertidumbres, aunque estas se revistan con ropajes más nuevos y novedosos: internet, las redes sociales, la cultura de la incultura... Ese hacia dónde vamos y de dónde venimos, la raíz cuadrada de la filosofía, que en cada época se entona de distintas maneras pero en el fondo siempre recita la misma estrofa: la eterna cadencia del eterno retorno. La filosofía, los filósofos y sus asuntos desde que el mundo es mundo y los hombres, hombres.

El maestro Sloterdijkcalificó a Boris Groys como un revulsivo de la filosofía contemporánea, y con ello queda dicho casi todo sobre la labor intelectual de este alemán nacido al otro lado del muro, en la zona oriental, que se conoce bien aquello de «Another Brick In The Wall» («otro ladrillo en el muro») en la estrofa cantada por Pink Floyd.

Entre los resquicios del régimen comunista, los llamados círculos no oficiales, de Moscú y Leningrado, donde estudió Filosofía y Matemáticas, ha ejercido su labor intelectual, que va del puro pensamiento al arte contemporáneo. Precisamente, fue en el año 2008 cuando montó una exposición en la Fundación Juan March, bajo el título de «La ilustración total. Arte Conceptual de Moscú», donde trazaba la línea de sombra de la creación en las noches del estalinismo. Con motivo de aquella muestra tuve ocación de charlar con él. Casi diez años más tarde, certifico que o Groys no ha cambiado de opinión sobre tantas cosas o el mundo sigue girando alrededor de los mismos conflictos sobre el ser y la nada del individuo contemporáneo.

Acaba de publicar dos títulos que se suman a su rica y variada producción bibliográfica: «Introducción a la antifilosofía» (Eterna Cadencia), en cuyas páginas relee a pensadores de manual como Kierkegaard, Heidegger, Benjamin, Derrida..., y «Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente» (La Caja Negra), donde va del arte a otros conflictos menos artísticos. Groys habla con una parquedad que roza el minimalismo conceptual. Busca huir de los eslóganes. No en vano, aquella entrevista de 2008 llevaba el siguiente título: «El arte conceptual de Occidente se acerca cada vez más al diseño». Volvemos a darle vueltas a la misma peonza.

Hágame, si es posible, una somera valoración del arte contemporáneo: sabemos de dónde viene, pero ¿adónde va?

Siempre es difícil predecir el futuro. Pero podemos estar seguros de que el arte será cada vez más democrático, cada vez más personas participarán en la producción y la distribución de textos, imágenes, vídeos y música.

¿El concepto (lo teórico) ha matado el arte o, por el contrario, le ha dado una auténtica vida?

En nuestro tiempo no existe una interpretación común sobre qué es el arte y cómo producirlo. Por eso los artistas necesitan una teoría (de hecho, muchas teorías distintas) para poder hacer arte y presentárselo al público. El arte contemporáneo no es evidente en sí mismo y habría que explicarlo.

El título de uno de sus recientes ensayos que se acaba de publicar en España, «Arte en flujo» («In the flow», en inglés, para quienes prefieran las versiones originales), ¿tiene que ver con las teorías que también esboza Bauman sobre la sociedad líquida?

No. Al igual que Platón, pienso que todo periodo histórico es líquido. Sin embargo, se hizo el intento de sacar las obras de arte del flujo del tiempo, de asegurar su identidad a lo largo del tiempo por medio de la conservación y la restauración. Esta promesa de inmortalidad material a lo largo de los siglos que se le hizo al arte es, de hecho, una promesa muy moderna. El libro analiza esta promesa, y en qué medida sigue siendo plausible en las condiciones de la contemporaneidad.

«La vanguardia era una manifestación de la insatisfacción con la realidad. Esta insatisfacción no solo sigue presente sino que está más extendida»

Usted afirma que la mirada del productor del arte y la del espectador casi nunca se encuentran. ¿Por qué? ¿Y quién tiene la culpa de esto: el crítico, el exceso de teoría...?

No pienso que deba culparse a nadie. Las obras de arte contemporáneas son producidas y percibidas en contextos muy difíciles. De modo que las miradas del artista y del espectador no pueden encontrarse. Pero eso no es malo. Le da al arte una dinámica adicional.

Tal y como se pensaba en el siglo XIX, ¿los museos siguen siendo cementerios? Y por ende, ¿los comisarios, unos sepultureros?

Sin duda. Los museos siguen siendo cementerios. Pero se trata, por supuesto, de cementerios paradójicos, que no ocultan los cadáveres que albergan, sino que los exponen. Aquí, el cadáver enterrado coincide con la tumba.

Según esta lógica, ¿el arte es un cadáver, un muerto viviente, un zombi?

Sí, desde luego. La analogía es obvia. La obra de arte es un objeto material que sobrevive a su creador. Vampiros y zombis son cuerpos materiales que sobreviven a las almas que los habitaron. El sueño de la modernidad es la inmortalidad material; el arte es una forma específica de materialización de este sueño.

Usted dedica un capítulo del libro a Clement Greenberg. ¿Por qué? ¿Piensa que es el teórico y crítico de arte más relevante de las últimas décadas?

No necesariamente. Pero planteo la cuestión del respaldo social al arte moderno y contemporáneo, una cuestión que siempre me ha parecido interesante.

¿Qué piensa del mercado del arte? ¿No cree que hoy todo es mercado del arte, que es el que manda, el que tiene la última palabra?

No, no lo creo. Me parece que el mercado del arte no es el únio ámbito, y ni siquiera la más importante, en el que funciona el arte en la actualidad. Tenemos también museos y exposiciones temporales, publicaciones, enseñanza de arte, internet. Tenemos arte involucrado en diferentes prácticas sociales y políticas. El arte no puede reducirse al mercado del arte.

«Los museos siguen siendo cementerios. Eso sí, paradójicos, que no ocultan los cadáveres que albergan»

¿En qué nos han cambiado internet, las redes sociales, Google...?

De muchas maneras. Nos ocupan mucho tiempo y no son demasiado buenos para nuestra salud.

Usted se hace esta pregunta en el ensayo y yo se la saco aquí a colación: ¿quién es el lector o el espectador en internet?

El espacio de internet está muy fragmentado; cada persona sigue las actividades de algunas instituciones o de sus amigos. En su totalidad, internet solo es observable para los algoritmos, para los programas de búsqueda. Pero no «ven» internet en el sentido tradicional del término.

Elija un periodo artístico a lo largo de la Historia con el que quedarse.

El periodo de la vanguardia clásica.

¿Que significa hoy la palabra vanguardia? ¿Tiene cabida ese concepto en la actualidad?

Quizá solo en un sentido. Entre otras muchas cosas, la vanguardia era una manifestación de insatisfacción con la realidad en su totalidad, con el mundo en sí. Este tipo de insatisfacción no solo sigue presente hoy, sino que está todavía mucho más extendido.

¿Vivimos el fin de la cultura tal y como la hemos entendido hasta ahora?

La cultura no es una suma de obras culturales, incluidas las obras de arte. Es, más bien, un cierto modo de vida, un cierto hábito. En este sentido, no estamos al final de la cultura. Pero nuestra cultura está más dominada por la tecnología, y tenemos que acomodar, más que en otros tiempos, nuestro modo de vida a la evolución de la tecnología.

¿Qué piensa del concepto de cultura espectáculo?

Me parece un concepto anticuado. Hoy en día, todo el mundo está en el escenario (o al menos quiere subirse al escenario), y no hay nadie entre el público. De modo que el espectáculo a lo mejor tiene lugar, pero se mantiene invisible.

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