«El beso», de Francesco Hayez
«El beso», de Francesco Hayez - CHRISTIE'S

Rodin, Klimt, Lichtenstein, Picasso... Los mejores besos de la Historia del Arte

Para celebrar su día internacional, repasamos los grandes besos inmortalizados en pintura y escultura

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los hay recatados, castos, atrevidos, furtivos, apasionados... de película. Como aquel tórrido beso que Burt Lancaster y Deborah Kerr se dan en la orilla de una playa en «De aquí a la eternidad» o el que le propina, al pie de la escalera, un enamoradísimo Rhett Butler a una no menos enamorada Scarlett O’Hara en «Lo que el viento se llevó». Por no hablar del beso con el que se despiden Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en «Casablanca». Hasta el recientemente desaparecido Prince le dedicó uno de sus temas más inmortales, «Kiss». También el arte, por supuesto, ha sucumbido a los besos. Cómo resistirse. Es el caso de Rodin y Klimt, cuyas obras maestras representan el instante en el que los amantes sellan su amor con un beso.

1. Francesco Hayez

«El beso», de Francesco Hayez
«El beso», de Francesco Hayez - CHRISTIE'S

Considerado uno de los iconos del arte romántico italiano, una de las versiones de «El beso», de Francesco Hayez (1791-1882), salió a subasta en la sala Christie's de Nueva York dentro de una venta dedicada al arte europeo del XIX en 2016. El cuadro, que partía con una estimación entre 700.000 y un millón de dólares, se remató en 1.865.000 dólares. Su célebre «El beso», de 1859, encargado por Alfonso Maria Visconti di Saliceto, forma parte de la colección de la Pinacoteca de Brera (Milán). La versión que ha salido a la venta es de 1867 y la presentó en la Exposición Universal de París de ese año. El Gran Duque Vladimir de Rusia, hermano menor del futuro zar Alejandro III, la compró. Hizo Hayez hasta cinco versiones (cuatro óleos y una acuarela) de esta composición. Además de la de Brera y la que ha salido a subasta, pintó una en 1861 para la familia Mylius (la mujer lleva un vestido blanco), otra en 1867, que ahora está en una colección privada; y la acuarela, pintada en 1859, se halla en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Esta obra se ha entendido como un canto a la libertad y al amor patriótico. En 1859 Italia se alió con Napoleón III en su lucha contra el imperio austrohúngaro. La ayuda de Francia fue decisiva para la unificación de Italia. Leída como una alegoría de la alianza francoitaliana, los colores verde y rojo de la ropa que viste el joven, junto con el blanco de una tela que hay sobre las escaleras, representaría la bandera italiana. El azul y el blanco del vestido de la joven, junto con el rojo de las medias de su amado, simbolizarían los colores de la bandera francesa.

2. August Rodin

«El beso», de Rodin
«El beso», de Rodin - MUSEO RODIN, PARÍS

Es, junto con «El pensador», una de las esculturas más famosas de August Rodin. Realizada en mármol en la época en que convivió con Camille Claudel, fue encargada por el Estado francés en 1888 y tallada entre 1888 y 1898. Ese año se expuso en el Salón de París. En 1901 se expuso en el Museo de Luxemburgo, pero desde 1919 forma parte de la colección del Museo Rodin de París. El artista representa a los amantes Paolo y Francesca, dos personajes de «La Divina Comedia», de Dante. El marido de Francesca, al sorprender a su mujer y su hermano besándose, los mató. Esta composición fue incorporada primero como uno de los relieves de «Las puertas del Infierno», pero más tarde la tallaría como escultura propia. Antes de hacer la versión en mármol hizo otras en yeso, terracota y bronce. En total, Rodin produjo tres esculturas de mármol de gran tamaño de «El beso»: una se halla en el Museo Rodin de París, otra en la Tate Gellery de Londres y la tercera en la Carlsberg Glyptotek de Copenhague.

3. Pablo Picasso

«El beso», de Picasso
«El beso», de Picasso - MUSEO PICASSO, PARÍS

«El beso» es una de las obras maestras de Picasso que atesora en su impresionante colección el museo del artista en París. Fue pintado en 1969, apenas cuatro años antes de su muerte, cuando el artista ya tenía 88 años. En 1961 se había casado con Jacqueline Roque en Vallauris, donde la había conocido en el taller Madoura de cerámica. Se trata, pues, de una de las obras de su etapa final, en la que Picasso vuelve la mirada a los grandes pintores de la Historia y se centra en temas como el pintor y la modelo y el taller del artista. Sus creaciones, a lo largo de toda su carrera, mantuvieron una fuerte carga de erotismo y sexualidad. Uno de sus alter ego es el minotauro. En este caso la escena se centra en un primer plano de los amantes, que se besan apasionadamente.

4. Gustav Klimt

«El beso», de Klimt
«El beso», de Klimt - GALERÍA BELVEDERE, VIENA

Posiblemente, si hiciéramos una encuesta entre el público preguntando cuál es el beso más famoso de la Historia del Arte, saldría ganador éste, uno de los cuadros más célebres del mundo. Pintado por Gustav Klimt entre 1907-08, pertenece a su etapa dorada, en la que es evidente la influencia del arte bizantino que pudo ver en Italia. Es una de las joyas de la Galería Belvedere de Viena. A caballo entre el simbolismo y el art nouveau, los cuerpos de los amantes, profusamente decorados, parecen fundirse en uno solo. Él besa a la joven en la mejilla, sujetando con ambas manos su rostro. Ella tiene los ojos cerrados. Hay quienes creen que los protagonistas del lienzo son el propio Klimt y Emilie Flöge. Cuñada del artista (su hermano Ernst estaba casado con Helene, hermana de Emilie), fue la mujer más importante en la vida de Gustav Klimt. Grandísimos amigos, veraneaban cada año juntos cerca del lago Atter (uno de los lugares que se repiten en los paisajes de Klimt). Emilie Flöge creó un taller familar de modas –lo decoró el propio Klimt–, fue musa del artista, pero no hay constancia de que fueran amantes. Quizás porque ella sabía que fueron muchas las mujeres en la vida del pintor, a las que desnuda, viste de oro o envuelve en flores en sus cuadros: modelos, damas de la alta sociedad... María Zimmermann (Mizzi), Alma Mahler, Johanna Staude, Hilde Roth, María Ucicka o Adele Bloch-Bauer, la única mujer a la que pintó dos veces.

5. Antonio Canova

«Cupido y Psique», de Canova
«Cupido y Psique», de Canova - MUSEO DEL LOUVRE

Las hordas de turistas que andan como locos en el Louvre en busca de la Gioconda, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia se pierden el placer de descubrir tesoros como «Cupido y Psique», obra realizada en mármol por Antonio Canova entre 1787 y 1793. Fue un encargo del coronel británico John Campbell, pero finalmente fue adquirida por el marchante y coleccionista holandés Henry Hoppe en 1800. Acabó en manos de Murat. Un modelo en yeso de esta escultura se conserva en el Metropolitan de Nueva York. La escena inmortalizada por Canova es todo erotismo y sensualidad. Cupido rodea con su brazo izquierdo el torso y el pecho desnudo de Psique mientras coge con su mano derecha su cabeza y la mira con pasión y deseo. Ella, en pleno éxtasis, alza sus dos brazos rozando su pelo. No se besan aún, pero sus labios lo están deseando. Entre las obras maestras de Canova, la «Paulina Bonaparte», de la Galería Borghese de Roma, o «Las tres Gracias», del Ermitage de San Petersburgo.

6. Roy Lichtenstein

«El beso II», de Lichtenstein
«El beso II», de Lichtenstein - COLECCIÓN PARTICULAR

Roy Lichtenstein (Nueva York 1923-1997) fue el artista que popularizó, junto a Warhol, la alta cultura. Después recogió el testigo Dalí. Su arte parecía sencillo, pero partía de ideas muy complejas, que él simplificaba. Fue una esponja: se apropió de Tintín y el Pato Donald, y de protagonistas de tebeos como «Girl's Romances», pero también del clásico Laocoonte y de obras de Picasso, Cézanne, Van Gogh, Matisse, Monet, Brancusi... Él y Warhol han quedado como los iconos del pop. Mientras éste inmortalizaba a estrellas como Marilyn o Elvis, Lichtenstein se apropiaba de la estética de los dibujos animados. Es el caso de su serie «Besos». Sus creaciones siguen cotizando al alza en el mercado. Los coleccionistas lo adoran. En la imagen, «The Kiss II» (El Beso II), realizada en 1962, y subastada en 1990 por 6 millones de dólares, que entonces supuso un récord para la venta de una pintura del pop-art. Fue comprada por un coleccionista privado japonés.

7. Constantin Brancusi

«El beso», de Brancusi
«El beso», de Brancusi - ABC

Es la escultura más célebre del artista rumano Constantin Brancusi (Hobita, Rumanía, 1876-París, 1957). Hizo varias versiones de «El beso», que se hallan en museos de Craiova (Rumanía), Filadelfia, el cementerio de Montparnasse... La primera de ellas, de 1907-08, en yeso; otra, en 1916, en piedra caliza. El escultor talla en la piedra dos figuras abrazadas que se besan. Destaca la simplicidad y economía de formas: no se distinguen los atributos masculino y femenino. Ambas figuras se fusionan en una sola. Es casi una escultura abstracta. «La simplicidad es la complejidad resuelta», decía el artista, que trabajó para Rodin tan solo un mes en 1907. Para muchos es su obra maestra. Él mismo la consideraba un punto de inflexión en su carrera artística.

8. René Magritte

«Los amantes», de Magritte
«Los amantes», de Magritte - Colección privada, Bruselas

Nada es lo que parece en su obra. Pintó una pipa y bajo ella escribió: «Esto no es una pipa». Años más tarde volvió a pintar otra con la inscripción: «Esto sigue sin ser una pipa». René Magritte, un hombre controvertido y subversivo, agudo e irónico, genial, creó un universo fantástico donde conviven hombres con bombín, manzanas con antifaz, aves que se transforman en hojas... Logró que fuera noche y día al mismo tiempo y dio forma de pájaros y mujeres al cielo, ese magnético cielo Magritte de un azul intenso, cubierto de nubes, que se ha convertido en su seña de identidad. Su original y personalísimo mundo está plagado de imágenes tan bellas y sugerentes como extrañas. Es el caso de «Los amantes» (1928), donde un hombre y una mujer con los rostros tapados por unas telas blancas se besan. Cuando él tenía 14 años se suicidó su madre: se arrojó al río Sambre y hallaron su cadáver con la cabeza cubierta por su propio camisón. Al parecer, esa imagen obsesionó siempre a Magritte y la plasmó en este famoso lienzo.

9. Edvard Munch

«El beso», de Munch
«El beso», de Munch - MUSEO MUNCH, OSLO

La mujer es una de las protagonistas de las obras de Edvard Munch. La idealiza (virgen, casta, santa) tanto como la demoniza (femme fatale, seductora, perversa y amenazadora, ramera). «Viví una época de transición, en pleno proceso de emancipación de las mujeres. Entonces era la mujer quien tentaba y seducía al hombre y luego lo traicionaba. La época de Carmen. El hombre se convierte en el sexo débil», escribe Munch. Un hombre sumiso, al que la mujer envuelve con su roja cabellera, «le emmaraña el corazón» y atrapa con un mordisco. Siempre pelirroja y labios carmesí. Como «Mujer vampiro» y «Madonna». Es, según Edvard Munch, «la Mujer que se entrega y adquiere la dolorosa belleza de una Madonna». Ojos cerrados, gesto de placer, como en pleno éxtasis sexual, orgásmico. El amor, decía el pintor, «puede convertirse en odio; la compasión en crueldad». Su mala experiencia con las mujeres le hace ver ese lado oscuro del amor: la frustración, el desengaño, el dolor... No tuvo pareja estable ni hijos. Su primer amor, Milly Thaulow, estaba casada. Un sentimiento de culpa por su «pecado» le atormentaba. Después mantuvo una relación sentimental muy destructiva con Tulla Larsen, con quien protagonizó un episodio dramático en la casa de Asgardstrand. En medio de una acalorada discusión entre ambos se disparó un arma. La bala alcanzó un dedo de la mano izquierda del pintor. En sus versiones de «El beso» los amantes se funden, perdiendo su identidad, en imágenes que se hacen cada vez más abstractas.

10. Marc Chagall

«El cumpleaños», de Chagall
«El cumpleaños», de Chagall - MoMA, Nueva York

«Abría la ventana y junto con Bella entraban en mi cuarto azul de cielo, amor y flores. Vestida toda de blanco o de negro aparece desde hace ya tiempo en mis cuadros, como guía de mi arte». Son palabras de Marc Chagall incluidas en «Mi vida», su autobiografía, publicada en 1923. Parecen describir su obra «El cumpleaños», de 1915, propiedad del MoMA de Nueva York, en el que se autorretrata flotando, besando a Bella, con quien se casó ese mismo año. Al año siguiente nació su hija, Ida. Marc y Bella estaban muy enamorados. Él le ha regalado un ramo de flores por su cumpleaños. Bella escribiría, a propósito del lienzo: «Tú te arrojas sobre la tela, que tiembla entre tus manos, coges el pincel, aplastas los tubos de pintura (…) de pronto me alzas del suelo (…) tú saltas hacia arriba, te extiendes en toda tu longitud y vuelas hacia el techo (…) Te acercas a mi oído y me murmuras algo (…) Las paredes, adornadas con mis chales variopintos, ondean a nuestro alrededor y hacen que la cabeza nos dé vueltas».

Ver los comentarios