Sala principal de la Hispanic Society, con algunos de sus tesoros expuestos
Sala principal de la Hispanic Society, con algunos de sus tesoros expuestos - ABC

La Hispanic Society, el tesoro olvidado de Nueva York

La institución busca atraer visitantes con la renovación de su edificio y el espaldarazo del premio Princesa de Asturias

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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El poder de un Velázquez es inescrutable. Mark, un artista del Lower East Side neoyorquino, se quedó prendado del cuadro «Retrato de Niña» en la exposición del pintor sevillano que organizó el Metropolitan Museum este invierno. Tánto como la mirada hipnótica de la protagonista –se especula que sea Inés, la nieta de Velázquez– le intrigó la procedencia del cuadro, la Hispanic Society of America. «No tenía ni idea de lo que era, ni dónde estaba, ni quién lo gestionaba», asegura alguien que organiza su vida alrededor de visitas a museos, inauguraciones de exposiciones y encuentros con artistas.

No es extraño. La Hispanic Society of America, fundada en 1908, instalada en un magnífico edificio neoclásico y con una formidable colección de arte español con joyas de Velázquez, Goya o Sorolla –la mayor de arte español fuera de nuestras fronteras–, lleva décadas fuera del radar de los amantes del arte neoyorquinos. En la actualidad recibe alrededor de 20.000 visitantes al año, una cantidad muy baja para la importancia de sus fondos, que ahora pueden disfrutar los madrileños en una gran exposición en el Museo del Prado.

Su localización en Washington Heights, un barrio en el norte de Manhattan, pasado Harlem, donde la isla se estrecha como en un cuello de botella, entre el río Hudson y el Bronx, está lejos de la «milla de los museos» de la Quinta Avenida. El Met, el Guggenheim, el Museo de la Ciudad de Nueva York, el Museo del Barrio, la Frick Collection o la Neue Galerie jalonan la gran avenida neoyorquina, a la que también se asoma, unas calles más abajo, el Museo de Arte Moderno (MoMA). Es un imán para los turistas del que la Hispanic Society queda discriminada. La distancia, sin embargo, no lo explica todo. El museo The Cloisters –«Los claustros», perteneciente al Met, con una colección magnífica de arte medieval rodeada de jardines– está todavía cien calles más al Norte que la Hispanic Society y el año pasado recibió 280.000 visitantes. Los entusiastas neoyorquinos como Mark no dudan en pasar una mañana de sábado en el metro para visitar el Museo de Queens, montarse en tren hasta Beacon para disfrutar de la colección de arte contemporáneo de Dia Beacon o coger el coche hasta Storm King, un parque de esculturas a dos horas de la ciudad.

La Hispanic Society, mientras tanto, ha quedado fuera del mapa. Apreciada por los estudiosos por su valor artístico, mantenida por un grupo fiel de donantes, pero con dificultades para conectar con el público. Un artículo de 2011 en «The New York Times» describía una institución con una estrategia de marketing trasnochada, con una sede apolillada y sin aire acondicionado, en la que en los días de verano «los cuadros ganan en número a los visitantes».

No siempre fue así. La Hispanic Society of America nació en 1908 fruto de la ambición y la pasión por el arte español de Archer Huntington, heredero de un imperio del ferrocarril en la era de la industrialización desbocada de EE.UU. Huntington proyectó un campus de museos e instituciones culturales en esta esquina de Manhattan, en la que, además de la Hispanic Society, se integraron el Museo de los Indios Americanos, la Sociedad Geográfica Americana, la Sociedad Americana de Numismática y la Academia de las Artes y las Letras. La mayoría de ellos se han mudado y el campus lo domina ahora la Hispanic Society, fruto del hambre coleccionista de Huntington, que adquirió miles de joyas artísticas españolas con el objetivo de crear un museo que capturara «el alma de España». Una de sus primeras exposiciones, dedicada a Joaquín Sorolla en 1909, atrajo a 150.000 visitantes. Después, Huntington encargaría al pintor valenciano los catorce murales que visten una de las salas más espectaculares del museo.

Brillo del pasado

La Hispanic Society busca ahora recuperar ese brillo del pasado. El cierre de sus puertas este año y el que viene para ejecutar una necesaria renovación de su edificio, en la que ha invertido 15 millones de dólares, se ha convertido en un espaldarazo. En invierno, los miles de visitantes que cada día pasan por el Met pudieron descubrir la calidad de sus joyas artísticas en la exposición de Velázquez. La muestra en el Prado ha permitido calibrar la profundidad de su colección: el 60% de las piezas en la exposición nunca habían sido mostradas al público por las malas condiciones de luz o ambientales en la sede neoyorquina. El reciente premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional ha supuesto otro empujón a la relevancia de la institución.

Uno de los motores de ese cambio es Philippe de Montebello, director del Met durante décadas y ahora presidente del consejo de administración de la Hispanic Society. La renovación de la sede, que fue precedida de un cambio de imagen en su logo y en su web el año pasado (ejecutado por la agencia neoyorquina Merry.plus, bajo la dirección de la española Bea Merry), mejorará la iluminación de las salas, sustituirá sus techos, instalará aire acondicionado y aumentará el espacio expositivo en casi 300 metros cuadrados. Mientras tanto, la colección de la Hispanic Society viajará de Madrid a Albuquerque (Nuevo México) antes de regresar a Nueva York con un objetivo claro: dejar de ser su tesoro olvidado.

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