Daniel Buren: «Quién sabe si inventé el grafiti»

Sus obras se reparten por medio mundo. Las rayas y la trasgresión de los soportes son su sello.

Daniel Buren, junto al «Cubo» que ha creado para el Pompidou de Málaga Francis Silva

J. J. Madueño

Daniel Buren (1938) es un reconocido artista conceptual francés al que le ha acompañado la polémica por algunas de sus intervenciones en espacios públicos, pero que también le han servido para conseguir algunos de los premios más prestigiosos. Sus obras se reparten por medio mundo. Las rayas y la trasgresión de los soportes son su sello. Comenzó en las calles y pasó a ser un artista de culto al que acusaron de «violar» el Palacio Real de París con una de sus intervenciones. Es autor de «Arcos rojos», pieza de la colección del Museo Guggenheim de Bilbao , instalada en el puente de La Salve. Forjado con las ideas de Mayo del 68 , dice Buren que ya no quiere cambiar el mundo. «Eso muy bonito, pero al final no hacemos nada», asegura a ABC en una conversación que acaba a los pies del «Cubo» que diseñó para el Centro Pompidou de Málaga, que le dedica una exposición.

En 1986 las «columnas de Buren» abrieron un profundo debate sobre la integración del arte contemporáneo en edificios históricos. ¿Cuál su visión sobre este tipo de fusiones?

Todos los trabajos en lugares públicos generan polémica. Las únicas obras públicas que no lo hacen son las que no son interesantes. Era un tiempo extraño en la política francesa. Los socialistas habían ganado las elecciones en 1981 y tenían enfrente unas elecciones legislativas que podían perder. La polémica fue entre la derecha y la izquierda, con argumentos estúpidos que hicieron pelear a la gente. Llegó a ser muy agresiva. Lo más interesante de todo es que usamos un monumento histórico para ser transformado por un artista vivo. Era la primera vez que se hacía en el mundo. Después, especialmente en Europa, se crearon algunas comisiones que animaban a artistas vivos a actuar en lugares históricos

Le consideran un minimalista abstracto. ¿Acepta la definición?

Cualquier definición no es absolutamente completa. Por ejemplo, la polémica sobre el Palacio Real fue porque configuramos en aquel lugar algo banal y geométrico. No era por ser ofensivo o tener un discurso político. Era puramente abstracto y geométrico. Es muy interesante la polémica que pueden generar unos polígonos. [Ríe]

Su obra nace con las corrientes filosóficas de Mayo del 68. ¿Es un revolucionario?

En el arte considerarse revolucionario es extremadamente excesivo, incluso para Picasso. En la Revolución Rusa los artistas tuvieron su papel cambiando monumentos. Y en la Revolución Mexicana los artistas usaron sus frescos para generar otro tipo de educación para una gente que no sabía leer. Los movimientos revolucionarios no se abren con el arte. Es excesivo decir que el arte es una revolución, sólo transforma el propio arte y no la sociedad.

¿Qué perdura de aquel 1968?

Fue una apertura de puertas a la utopía, que transformó muy rápido algunas partes de la sociedad que eran muy reaccionarias. Fue efervescente. La mentalidad cambió. Vemos elementos que golpearon antes y que ahora está en todos lados para cambiar la sociedad.

Dijeron que era un vándalo cuando colocaba sus carteles en las calles de París…

Salir a la calle fue la consecuencia de decidir no tener un estudio jamás. La gente siempre ha puesto panfletos o pósteres. Me permitió una exhibición completamente abierta y decidí hacer mi trabajo en pósteres con diferentes diseños y papeles. Empecé a trabajar en comercios, paredes, vallas publicitarias… Quién sabe si inventé el grafiti. Era muy similar, con la excepción de que el grafiti no existía. Ahora trabajo por invitación. Siempre uso las mismas herramientas y los mismos materiales, pero nunca repito una obra. Las obras se crean en relación al lugar donde se van a exponer.

En Málaga hubo una intervención de Invader en edificios históricos que levantó ampollas. ¿Está justificada su retirada?

La gente usa lugares públicos sabiendo los riesgos que conlleva. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por si es algo bonito o no. Lo importante es que quien vea ese trabajo piense que es interesante. Es la sociedad la que debe protegerlo. Si está en el exterior, tiene riesgo de ser destruido. Nunca me propuse ser artista, crear era un acto. Decidir sobre una pieza no me corresponde a mí, sino a la sociedad.

Tiene obras por todo el mundo. ¿Cuál es el lugar que le falta?

Trabajo donde me invitan a trabajar. Confronto las situaciones, los espacios, la cultura... Nunca elijo los lugares. El Centro Pompidou me invitó. Estaba seguro que iba ser especial porque esto es Málaga.

¿Cómo nació el «Cubo»?

Lo primero que quise fue ver el lugar. Me enviaron fotos y planos. Luego ideé un cubo de cristal para coronar el museo. Es una obra que va a estar años ahí. Ahora es parte del museo. Estoy muy contento porque está en una zona pública. Hice este trabajo para el museo y el «Cubo» es de la ciudad. Despierta el interés por el museo, por lo que sucede dentro. Fue lo contrario a lo que ocurrió en el Palacio Real de París.

¿Qué podemos esperar de esta exposición que le dedica el Pompidou de Málaga?

Siempre invento formas para el lugar en el que voy a trabajar. Aprendo sobre el espacio, miro la historia del lugar, de la ciudad… En este caso era muy deprimente porque este museo no tiene luz natural. Salvo el cubo en el cubo. Tuvimos que cambiar todas las posibilidades de la luz para esta exposición, que habla del espacio y del tiempo.

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