Por qué debemos confiar en los jóvenes españoles

Por qué debemos confiar en los jóvenes españoles

Los alumnos del Colegio Mayor Loyola demuestran en un concurso de ensayo que en España sobra talento

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Los alumnos del Colegio Mayor Loyola demuestran en un concurso de ensayo que en España sobra talento

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  1. España, cantera de talentos

    Hay quien erróneamente piensa que en España no hay futuro. Que entre nuestros jóvenes sobran los «ninis» y que ya no hay esa cultura del esfuerzo que hizo a generaciones anteriores «tirar» de este país para que hoy sea como lo conocemos. Hay quien dice, también, que aquellos que hoy están en las aulas difícilmente podrán tomar las riendas de la España de mañana. No saben cuánto se equivocan.

    En España sobra talento. Personas con ganas, inteligencia y disposición para tomar el relevo y demostrar su valía. Así lo piensan no pocos jóvenes que, cansados de que se les etiquete, quieren y pueden demostrar que ellos no son esos «ninis» de los que tanto se habla. También lo creen así en el Colegio Mayor Loyola que, además, ha instado a sus estudiantes a demostrar mediante un concurso de ensayos que el concepto de «generación perdida» no va con ellos. El premio honra a este diario, pues el ganador publicará su relato en ABC.

    A continuación mostramos el relato ganador y los tres finalistas del concurso «Defensa de la juventud».

  2. Ensayo ganador: «Cogemos el relevo» , por Jon Ander Ochoa

    Pertenezco a un grupo muy afortunado. Un grupo con muchas personas inteligentes y con vocación social para mejorar este mundo. En él hay futuros ingenieros, médicos, científicos, profesores..., además de los futuros líderes del mundo. De hecho, es el grupo que más potencial tiene para cambiar las cosas y el que, dentro de poco, tendrá más poder. No hay ningún requisito para entrar en este grupo, y es por eso por lo que somos más de 1.800 millones de personas, un 25% de la población. Se trata, efectivamente, de la juventud.

    Y es que la frase "los jóvenes somos el futuro" es muy acertada. Es una verdad objetiva que los que hoy tienen 20 años, en un futuro tendrán 40 o 50, y serán ellos los líderes del mañana. Si todavía no somos capaces de liderar la sociedad es sencillamente porque nos estamos preparando para ello. Estudiamos una carrera, nos formamos y adquirimos conocimientos sobre diversos temas, para saber cómo funciona la sociedad. Pero tenemos muchísimo para aportar.

    Alguno posiblemente no sabrá todavía qué es lo que va a ofrecer en un futuro. Pero ya lo decía Machado, "caminante no hay camino, se hace camino al andar". Los jóvenes de hoy estamos empezando ese camino, y el futuro no es más que el que nosotros vayamos escogiendo.

    «Hemos llegado en un momento clave»

    Además, llegamos en un momento clave. El siglo XXI es el siglo de la globalización y de la tecnología. Y estas son dos importantes herramientas que debemos saber utilizar para investigar, construir y descubrir. Podemos estar más unidos que nunca, y trabajar lo más eficientemente posible para buscar soluciones a diversos problemas. Buscar la cura contra las peores enfermedades, construir edificios mejores y accesibles para todo el mundo o avanzar aún más tecnológicamente. En definitiva, hacer del lugar en el que vivimos un lugar mejor.

    Algunos podrán decir que esto es lo que deberíamos hacer, pero que a ver cómo será capaz de todo esto una juventud que "solo" piensa en alcohol y fiesta. Hay dos argumentos principales para evidenciar que esto no sucederá.

    En primer lugar, todos al ser jóvenes deseamos estar con los amigos pasándolo bien, pues es con ellos con quienes nos sentimos más comprendidos. ¿O acaso las generaciones anteriores no iban de fiesta de vez en cuando en su juventud? Mi abuela me ha contado alguna aventura de mi madre o de mis tíos en su juventud. En su momento les criticarían por pensar supuestamente "solo" en eso. Pero han demostrado sobradamente que eso no es verdad, sacando adelante su propia familia y la sociedad en su conjunto.

    Pero es que, en segundo lugar, no es cierto que los jóvenes de hoy en día pensemos solo en la fiesta. Nos importa mantener y mejorar el bienestar de la sociedad. Por eso estudiamos la carrera que estudiamos, para mejorar la vida de todos a través de la Ciencia, la Medicina o el Derecho, por ejemplo. Y no solo nos quedamos ahí. Yo tengo la suerte de estar en un Colegio Mayor donde se realizan voluntariados y se sacan adelante aulas sobre Pensamiento Social y Político, Relaciones Internacionales o Medicina, por ejemplo. Dedicamos a esto nuestro tiempo (que podríamos pasar de fiesta) porque nos preocupa tener una sociedad mejor y, en definitiva, por intentar mejorar el mundo.

    Además, estamos más preparados que nunca para conseguir nuestros objetivos. Carreras universitarias, FPs, varios idiomas, conocimientos sobre informática,... Todo esto son herramientas que podremos y debemos utilizar a nuestro favor.

    Ahora me dirijo a vosotros, la generación de nuestros padres. A aquellos que muchas veces (no siempre, claro) nos llaman "la generación perdida". Antes que nada, gracias por darnos la vida y gracias también por dejarnos un mundo más justo del que os encontrasteis. Precisamente, porque vosotros también fuisteis jóvenes preocupados por el bienestar social. Trabajasteis duro por nosotros, y nosotros trabajaremos duro por vosotros y por nuestros hijos.

    Y es que ahora nos toca a nosotros tomar las riendas de esta sociedad, mejorarla en cada aspecto que podamos. Todo para conseguir un mundo más justo.

    Por todo esto, no, no somos la generación perdida. De hecho somos la generación que conquistará el mundo. La generación de la revolución tecnológica, la generación que salvará millones de vidas curando enfermedades. La generación encargada de perfeccionar esta sociedad nuestra.

    No decepcionaremos, porque somos el futuro y estamos sobradamente preparados. Algunos ahora y otros dentro de unos años. Pero llegará el momento de los jóvenes de hoy. Os cogemos el relevo.

  3. Primer finalista: La sombra. Por Clara Martín Delgado

    Dicen que somos sombra. Su sombra. Pero es que realmente a la sombra no la conocen, la utilizan como despectivo pero utilizan su abrazo para aliviarse en los días de plena luz.

    Yo os presentaré a la sombra. Yo, sombra.

    La sombra es una luz tenue. Apagándose, pero nunca apagada. Es un brillo expectante, un movimiento de energía, una oda a la luz y a su ausencia.

    Cuando permanezco callada hallo en la sombra y en su esencia la misma belleza que en la luz, y solo cuando suspiro y sueño veo en el aire esas cosas con las que antes otros también soñaban o lloraban. Sombras de lo desconocido, deslumbro de lo que queda por conocer. Y tiemblo ya no por miedo, sino de gusto y alivio por abandonar lo mundano. La vida es extraordinaria, déjala que así sea.

    Dejadnos tener esperanza, equivocarnos, defendernos y gritaros, porque eso es vivir, eso es sentir emoción.

    «Dejadnos tener esperanza»

    Creo que el principal motivo de vuestro odio es el ardor de nuestras miradas, la pasión que se refleja en vuestras pupilas sobre unas cenizas ya apagadas pero que lloran aún su muerte, todavía recordando el momento en el que abdicaron de sus ideales y sueños, pesando más intereses materiales y espontáneos.

    Ahora os diré que si algo nos caracteriza como humanos es que ante estrecheces no nos quedamos parados sino que saltamos y volamos hacia algo más alto. No hay que luchar contra la espontaneidad del alma, sino contra el culto del éxito.

    Y no me importa que me llamen generación perdida, porque prefiero perderme a seguir vuestros caminos.

    Sin embargo nos criticáis y nos llamáis locos. Bueno, os confesaré que a menudo me pregunto por mi cordura.

    ¿Y es que quién es el loco aquí? ¿El que habla con almas que nunca ha visto?

    ¿O la que ve muertos que hablan?

  4. Segundo finalista: Vivos. Por Irene Martínez Toraño

    Recorrer hoy las calles de Madrid es recorrer las calles de un cementerio de horas muertas. Puedo sentirlas con cada roce de mi mano sobre las fachadas de los edificios, que se quejan del peso del tiempo. Se esconden tras las moradas esquelas impresas en la cuenca de los ojos de aquellos que, lentamente, avanzan –más bien vagan– hacia los raíles del subsuelo. Madrid, España, es ahora el eco del silencio de una juventud muda.

    Muda… pero no por falta de coraje ni de fuerza, sino porque su lengua es ahora paja y esparto. Sus cuerdas vocales, roídas, son como las de aquel viejo y bellísimo violín que algún día, tiempo atrás, entonó una hermosa melodía. Sus manos, marchitas pero inquietas, se resignan a sucumbir bajo el yugo asfixiante de las cifras negativas. Y su corazón ahora guarda silencio a la espera de poder oír de nuevo rugir el mar. Atrás quedaron los fieros latidos que cada noche dificultaban a Morfeo adentrarse en el pecho joven de cada hombre, de cada mujer, de este país.

    Este es el grito de un corazón también joven que pretende desgarrar –con los dientes feroces de lo único inmortal que conoce, la palabra– el sombrío manto que ha cubierto por completo nuestros sueños, nuestra fuerza y nuestra voluntad. Algunos han decidido vencerse ante (según ellos) el inminente final que se cierne sobre nosotros y parece que no recuerdan aquellos años oscuros que conseguimos dejar atrás; parece que han olvidado el sudor con el que conseguimos de nuevo ganar impulso y volar.

    «Fueron manos jóvenes ls que dieron forma a España»

    Y fueron manos jóvenes, fuertes, las que (con la inocencia que te permite estar carente de experiencia) dieron forma de nuevo a la maraña oscura en la que se había convertido España. Este no es el momento de abandonar. Este es el momento de luchar y, cuando la propia vida nos apriete las heridas y nos escueza aún más recordar la razón de ellas, saber ver la más noble cualidad del hombre: su cuerpo de acero, sus ganas de impulsarse, de levantar los pies del suelo y tratar de rozar el mismo cielo.

    Algunos hablan de generación perdida y les hemos concedido el placer de sentir que estaban en lo cierto, relamiéndonos las heridas con lamentaciones, con compasión hacia nuestro destino, y en última instancia, hacia nosotros mismos. Y no hemos sabido ver que es precisamente ese dolor de donde emana nuestra gloria.

    Hemos rebañado las sobras de un pasado esplendoroso del que no nos llegan las voces de los que murieron para conseguirlo, sino la resaca de su triunfo. Por un momento hemos creído y hemos querido creer que, efectivamente, todo estaba perdido. Por la sencilla razón de que nos es más cómodo recostarnos sobre el desatino de las circunstancias que tratar de sobreponernos a ellas.

    Pero hoy, aquí, queda impresa la voluntad de una voz que habla por aquellos principiantes en este mágico devenir de horas que es la vida. Hoy es un nuevo día para España, hoy es un nuevo día para aquellos que, sin ni siquiera ser conscientes, son la base sobre la que se edifica este país, ahora confuso, pero aún con esperanza.

    Puede que llevemos lastrado el peso de nuestros errores en la espalda, que nos cueste ver, con la humareda de los días chamuscados, un horizonte claro al que avanzar. Pero eso no nos legitima para convertir la grandeza de la vida en pura supervivencia, no nos da derecho a enmudecer la lengua de fuego, casi divina, que encendía la mirada de España al hablar. No podemos tiznar el paso de los días con el carbón sucio de la desesperanza, no podemos consentir que Madrid se haya convertido en un depósito de horas muertas. No podemos. Ni podremos jamás. Porque a pesar de todo, estamos vivos.

  5. Tercer finalista: Personas. Por Eva Pérez

    Es verdad que la juventud de hoy tiene vicios; unos beben, otros fuman… también los hay que prefieren hacer deporte y otros se apuntan a todo. La rebeldía nos caracteriza pero muchas veces nos rezagamos en la comodidad y el cobijo de nuestros padres. Abusamos de las redes sociales, salimos a veces más de lo que deberíamos. Somos demasiado críticos, pero muy permisivos. Unos tienen mucha personalidad y otros se dejan llevar. Nos pasamos de tolerantes pero a veces no respetamos. Los hay que votan al mismo partido que sus padres y abuelos porque sí y los que leen los programas electorales y eligen con criterio a quién ceden su voto. Algunos estudiamos, otros trabajan, luego están los ninis, que sus cosas tendrán. También nos pasamos de listos y creemos que vamos a comernos el mundo, aunque a veces somos demasiado conformistas. Los jóvenes somos, aunque parezca sorprendente, humanos.

    Quizás hayáis fruncido el ceño al percibir mi forma de ver las cosas, como una balanza, un todo, una gama de grises.

    He aquí una virtud: soy joven y muy capaz de autocriticarme. ¿Y vosotros? Esto no se trata de una competición, no pretendo compararnos. Señores, no somos dos bandos; adultos y jóvenes no podemos vivir constantemente enfrentados, la sociedad no puede vivir enfrentada.

    Los jóvenes no necesitamos escribir ensayos defendiéndonos y mucho menos atacándoos a vosotros para así cubrirnos las espaldas. Los jóvenes necesitamos vuestro apoyo para, juntos, poder mejorar la sociedad y el mundo, que, al final, es lo que tenemos en común y por ello deberíamos unirnos más.

    Veámoslo de otra manera, veámoslo como dos etapas por las que cada individuo pasa, aquellos que hoy sois adultos y criticáis la juventud un día formasteis parte de ella, igual que nosotros algún día seremos adultos. Veámonos como personas, no como grupos contrarios, y tratémonos como tales. Quizás no es culpa de la juventud sino de la humanidad en sí, cuya actitud temprana no es la correcta y cuando crece, cambia su punto de vista y ya no se gusta en su pasado, sólo es un montón de sueños frustrados e improbables convertidos en imposibles, por lo que critica al joven de ahora que ocupa su puesto y le reta a un duelo en el que jura su derrota.

    Hablo en nombre de la juventud, no porque pertenezca a la mayoría, sino porque formo parte de ella y por lo tanto también la represento. No es cuestión de mayorías, es cuestión de unir propósitos… o al menos, respetarlos.

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