Manuel Arias Maldonado
Manuel Arias Maldonado
MANUEL ARIAS MALDONADO, PROFESOR CC POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

«No creo en catastrofismos: la tecnología nos llevará a un mundo diferente»

Arias Maldonado coordina en Madrid un ciclo sobre el Antropoceno, la nueva era geológica marcada por el impacto del hombre sobre la Tierra

MADRID Actualizado: Guardar
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Muchos investigadores afirman que la humanidad está inmersa en una nueva era geológica, el Antropoceno, caracterizada por el enorme impacto del hombre sobre el planeta. La Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno organiza en Madrid a partir de este jueves un ciclo que abordará las profundas implicaciones sociales, medioambientes, económicas, tecnológicas y políticas que tiene la huella humana en la Tierra. Lo coordina Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Málaga.

-¿Qué es el Antropoceno?

-El Antropoceno es el formidable impacto del hombre sobre los sistemas naturales, que designa una nueva era geológica en la que hemos entrado sin darnos cuenta, dejando atrás el Holoceno. Las evidencias son el cambio climático, la pérdida de diversidad, la urbanización, la extinción de especies...

-¿Quién debe decidir si hemos entrado en una nueva era?

-La Comisión Internacional de Estratigrafía es quien estudia decidirlo oficialmente, para lo que debe seguir un protocolo severo que tenga en cuenta registros fósiles. Pero buena parte de la comunidad científica ya ha asumido el término.

-¿Cuándo comenzó el Antropoceno?

-Hay debate. Hay científicos que lo sitúan en la aparición de la agricultura y la ganadería durante el Neolítico. Otros en el momento en el que se lanzan las bombas atómicas al final de la II Guerra Mundial, por la huella de los isótopos radiactivos. Pero con carácter general, se puede decir que comenzó con la Revolución industrial, porque supone un aumento exponencial de la incidencia del hombre sobre el medio ambiente. Los datos hablan por sí mismos: Entre 1800 y 2000 la población mundial se multiplica por seis; la economía, por 50, y el uso de la energía, por 40. Dentro de ese período destaca lo que se denomina la Gran Aceleración.

-¿De qué se trata?

-Es un período entre el final de la II Guerra Mundial y nuestra época. Solo en ese período la población mundial se duplica; la economía se multiplica por 15, los vehículos de motor pasan de 40 millones a 700 millones, y a eso hay que añadir que hay más gente viviendo en ciudades que en el campo. Así que, como su nombre indica, aumentan nuestras influencias sobre el entorno y se acelera la colonización del espacio natural.

-El ser humano puede provocar el cambio de una era geológica. ¿Ha habido otra especie capaz, a su manera, de influir de una forma tan notable en la historia de la Tierra?

-No. Esta excepcionalidad, al margen de consideraciones morales, tiene una explicación muy clara, que es nuestra capacidad para almacenar información y conocimientos en depósitos culturales y transmitirla a otras generaciones. Esto genera una apropiación del entorno cada vez más intensa. El imperativo que conoce toda especie que es adaptarse a su entorno y sobrevivir, en el caso de la especie humana implica la transformación del entorno en beneficio de nuestro bienestar y comodidad.

-Muchos científicos creen que la Tierra se aproxima a un colapso medioambiental inminente. ¿Está de acuerdo?

-No, soy más bien escéptico a estos anuncios que no diría apocalípticos, porque detrás hay unos datos y unas evidencias, pero sí catastrofistas. Si lo piensa, lleva anunciándose este ocaso desde hace ya muchas décadas, y por ahora no se ha visto confirmado. Aunque esto no significa que no pueda confirmarse en un futuro. Para mí, el Antropoceno puede comprenderse como un gran experimento.

-Explíquese.

-Hemos hecho de la Tierra un laboratorio y este experimento puede ir mal igual que hasta ahora ha ido bien en términos de supervivencia y mejoramiento de la especie humana, que se ha hecho a costa de la integridad de otras especies y procesos naturales, probablemente algo inevitable. Somos administradores del planeta, debemos tener sentido de la responsabilidad y debe haber un debate público sobre qué sociedad queremos para el futuro, qué grado de protección queremos conceder al medio natural y de qué manera alcanzar la sostenibilidad medioambiental.

-¿Y cómo puede hacerse?

-Simplificando un poco, hay tres grandes visiones: el decrecimiento para reducir el impacto (comunidades más pequeñas), seguir como estamos pero moderando ese impacto (unos límites que no podemos pasar, como la temperatura media del planeta), y una vía un poco más audaz que dice que, en la práctica, como no somos demasiado fiables respetando nuestros pocos límites, debemos pisar el acelerador tecnológico, invertir mucho más en ciencia y tecnología y, por ejemplo, pensar incluso en extraer recursos mineros de otro planeta.

-Es la vía más interesante...

-Es la vía postnatural y coherente con la idea de que la naturaleza quizás ya no exista como la concebíamos, sino que hay una hibridación entre sociedad y naturaleza. Hay estudios que dicen que el 90% de los procesos naturales están influidos antropológicamente de una manera o de otra. El Antropoceno viene a confirmar el fin de la naturaleza tal y como la contemplaban los filósofos griegos. Eso implica algo de narcisismo como especie, nos coloca en el centro, pero hay que mantener cierta humildad, ya que, por ejemplo, podría llegar un meteorito y acabar con el planeta.

-¿Nos encaminamos hacia la sexta extinción masiva como anuncian algunos investigadores?

-Es una incógnita, puede ser. Hay muchas especies que desaparecen, pero también hay algunos biólogos, minoritarios, que dicen que quizás el aumento de las temperaturas del planeta provoque un aumento imprevisto de la diversidad. También pueden surgir otras formas de vida.

-¿La comunidad internacional es consciente de las implicaciones de todo esto?

-La opinión pública, no. Los gobiernos del mundo, me temo tienen cosas que perciben como más importantes. La gran paradoja de todo es que hay un contraste muy claro entre la gravedad de nuestras formulaciones y la inacción que nos distingue. O bien no creemos lo que se nos está contando porque esperamos que esos posibles daños estén aplazados en el futuro, así que esto alienta lo que algún filósofo ha llamado la corrupción moral: nos desentendemos del asunto y lo dejamos para que las futuras generaciones hagan algo al respecto. O sencillamente tal vez sospechemos que las cosas no son tan graves.

-¿A pesar de los avisos?

Aquí hay otro problema: para llamar la atención de la opinión pública, el ecologismo ha empleado hipérboles muy grandes y cuando esas profecías apocalípticas no se han ido confirmando sus portavoces han perdido credibilidad. Llegar a un acuerdo internacional es difícil, aunque se ha logrado en el pasado, como el tratado para la reducción de la capa de ozono. Pero bueno, ningún gobierno gana unas elecciones diciendo que va a poner todos sus recursos en combatir las consecuencias negativas del Antropoceno.

-¿Cuál va a ser la herencia del Antropoceno? ¿Qué habrá después?

-Podemos imaginar algo parecido al final de «El Planeta de los Simios», una Tierra desolada, la emigración de la especie humana a otros planetas... Pero yo creo que todavía no podemos del todo discernir la característica fundamental del futuro próximo, que es una hibridación socionatural muy intensa, y desarrollos tecnológicos como la biología sintética que nos llevarán a un tipo de mundo diferente al que tenemos ahora, más sofisticado pero también lleno de riesgos.

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