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¿Podemos explicar la crisis económica con las leyes de Newton?

Dos físicos cuestionan la aplicación de las leyes de la naturaleza a la predicción económica

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El pasado 15 de febrero, en ABC.es se publicó un artículo sobre “La crisis actual, explicada por la física”, donde cuatro científicos pretendían explicar la dinámica de la presente crisis económica imaginando el estado de nuestro país como si fuera un objeto que se desliza por un tobogán. En su modelo matemático, el descenso correspondía a un empeoramiento de la situación económica y las medidas económicas del gobierno equivalían a una fuerza aplicada en sentido opuesto, hacia la parte alta del tobogán. Según las leyes de Newton, la fuerza no puede hacer que el objeto comience a ascender inmediatamente, sino que tiene primero que ir perdiendo velocidad hasta detenerse y dar la vuelta. Lo mismo ocurre con la economía, decían estos científicos, pues las reformas del gobierno no pueden invertir la tendencia de manera inmediata.

Desde luego, dormiríamos más tranquilos si las leyes de la naturaleza respaldaran el discurso del gobierno en materia económica, pero en este caso la ciencia no nos da respuestas tan claras.

El problema no viene de que presenten un modelo muy simple, pues los científicos estamos acostumbrados a los modelos extremadamente simples para describir fenómenos mucho más complejos. En su sencillez, a menudo capturan los rasgos esenciales de fenómenos que observamos en el laboratorio o en el mundo y nos permiten desarrollar intuiciones sobre su evolución y un análisis más completo del que sería posible con modelos más realistas. A estos modelos debemos exigirles o bien que describan acertadamente al menos algunos aspectos del fenómeno que estudiamos, ayudándonos a comprender el objeto del modelo, o bien que tengan capacidad predictiva, que nos permitan saber lo que ocurrirá en el futuro dadas ciertas condiciones.

Einstein nos dejó un ejemplo magnífico con su modelo del fenómeno descubierto por Robert Brown, un botánico escocés que observó bajo su microscopio el movimiento errático de partículas de polen que temblaban suspendidas en agua, cambiando de dirección bruscamente. Einstein comprendió que las partículas seguían trayectorias enredadas debido a la complejidad de las interacciones moleculares; que el agua, aparentemente apacible, contenía un caos de moléculas entrechocando. La idea genial de Einstein consistió en esta ocasión en no intentar describir los detalles del fenómeno, sino simplemente crear un modelo matemático sencillo que describiera lo que vemos.

En su modelo, las partículas se mueven al azar, “eligiendo” en cada instante una nueva dirección. La teoría de Einstein cumple los dos requisitos que exigíamos antes: en su asombrosa sencillez, nos permite visualizar matemáticamente el objeto observado. Podemos analizar los movimientos de una partícula individual y simular posibles trayectorias. Aunque no dice nada sobre las causas de estos movimientos, nos proporciona un formalismo matemático para describirlos, y no está en contradicción con las complicadas fuerzas que los provocan. Y a pesar de su simplicidad, posee un enorme poder predictivo, pues permite calcular los promedios de la velocidad y la distancia recorrida por una partícula, o la distribución de un conjunto de partículas, de modo que podemos estimar cuántas habrá en un volumen de agua en un momento dado. La idea resultó tan potente que se ha aplicado en muchos otros campos y hoy en día es la base de las matemáticas que se utilizan para describir los mercados financieros.

¿Una fuerza universal?

Por el contrario, el modelo que nos presentan en “La crisis actual, explicada por la física” no posee ninguna de estas virtudes. Pretende explicar por qué, pese a los tremendos esfuerzos realizados por el país, la crisis no ha terminado ya y está, a lo sumo, disminuyendo su severidad. Pero no ayuda en absoluto a entender el fenómeno, y puede incluso generar confusión. Cuando un objeto se desliza por un plano inclinado tenemos una fuerza universal, la gravedad, que tira del bloque hacia abajo. Sin embargo, en la realidad económica no hay tal cosa como la gravedad. No existe una fuerza universal que haga caer a las economías si no se ejerce una fuerza en sentido contrario. Tampoco existe esa fuerza certera que frena la caída y nos lleva a los años de bonanza. Estos últimos años están resultando tan duros y largos que olvidamos los años de crecimiento, hace no tanto. Según el modelo del plano inclinado, este crecimiento sólo podía deberse a una fuerza que sostenía al país y que desapareció, ¿en qué momento? ¿Qué costumbre abandonada estamos retomando? ¿Qué o quién es nuestro esforzado Sísifo, que sufre el peso de nuestra economía y que, tras verla caer, tiene que volver a empujarla cuesta arriba? El modelo no nos otorga una mayor comprensión de qué provoca una crisis o por qué termina, y tampoco tiene capacidad predictiva alguna, ni corrobora los datos de los últimos años.

Segunda ley de la termodinámica

Al exportar modelos de la física a la economía se tiende a utilizar modelos similares al de Einstein, con una visión más estadística que mecanicista, reconociendo que las variables económicas emergen de la interacción compleja de muchos fenómenos y aceptando, por tanto, la incertidumbre como punto de partida. En lugar de una tendencia innata hacia la quiebra y una fuerza en sentido contrario ejercida por el gobierno, imaginamos un sinfín de factores que afectan a la evolución de la economía e intentamos determinar los desenlaces más probables. Desde esta perspectiva, apreciamos que ante las mismas reformas, el sistema puede comportarse de maneras muy diferentes en momentos diferentes. El hielo reacciona ante un golpe quebrándose y el agua salpicando, aunque las moléculas involucradas son idénticas. Del mismo modo, los ciudadanos, las empresas y los demás agentes económicos responden ante las medidas del gobierno en función de multitud de factores, entre los que se encuentran los acontecimientos precedentes. Esto implica que será muy difícil anticipar los efectos que tendrá una medida y, por tanto, averiguar qué medida será acertada. Al modelo del plano inclinado y la segunda ley de Newton podemos contraponer este modelo de sistema complejo y la segunda ley de la termodinámica, que afirma que un sistema aislado (la economía global, en el caso que nos ocupa) evoluciona de manera irreversible. Pese a los discursos que abogan por “restablecer el equilibrio” y volver al estado anterior, nos damos cuenta de que las cosas, vayan bien o mal, nunca volverán a ser como antes. Puede que dejemos atrás esta pesadilla económica, pero despertaremos en un mundo muy diferente. La historia no se ha parado a esperar a que salgamos de la recesión.

Independientemente de lo plausible que nos parezca un modelo, el paso más importante en ciencia consiste en compararlo con los datos y observaciones reales. En el artículo de ABC.es, los autores escriben que no saben si su modelo del plano inclinado “se acercará más o menos a la evolución real”, quizás porque no estaban tan interesados en describir esta evolución real como en presentar esperanzados el futuro de la España que quieren ver.

Juan Ignacio Gil es Físico y analista cuantitativo y Marc Meléndez es Doctor Cum Laude en Física, tutor de la UNED, licenciado en Antropología y Filosofía

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