CÁDIZ

Entre pícaros y listos

En 2011 y 2012 ya hubo otro golpe a la trama que acabó con 91 detenidos y 213 imputados por fraude en el cobro del subsidio

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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La operación 'Repícaro' tiene sus antecedentes en otras dos operaciones de calado llevadas a cabo en la provincia de Cádiz entre 2011 y 2012 contra el fraude laboral. La Guardia Civil logró en junio de 2011 desmantelar una trama organizada que utilizaba empresas ficticias para que numerosas personas pudieran beneficiarse del cobro de prestaciones por desempleo y ayuda familiar, sin que legalmente les correspondiese. La estafa realizada a la Tesorería General de la Seguridad Social y al Instituto Nacional de Empleo ascendió entonces a varios millones de euros y fueron detenidos 91 integrantes e imputadas otras 213 personas en toda la provincia de Cádiz.

Entre los detenidos se encontraban los cerebros de la trama, que supuestamente ponían al frente de las falsas empresas a «hombres de paja» seleccionados por su condición de insolventes. La operación 'Picones' se inició en abril de 2011 en Ubrique, cuando se recibieron varias denuncias en las que algunas personas aseguraban haber sido engañadas en la financiación de bienes de consumo de alto valor, utilizando como garantía nóminas y documentos bancarios que a la larga resultaron ser falsos o sin fondos. El elemento común a todas estas operaciones era un mismo número de personas o empresas afincadas en la zona de Jerez y otras poblaciones de la serranía de Cádiz. Una vez iniciadas las investigaciones, tuteladas por uno de los Juzgados de Instrucción de la localidad jerezana, se desveló toda una serie de irregularidades en la constitución de empresas simuladas. Al frente de estas empresas estaría un numeroso grupo de los denominados «hombres de paja», que proporcionaban a la Seguridad Social altas ficticias de trabajadores a los que les contaban un determinado periodo de tiempo cotizado, para cobrar subsidios por desempleo. Por estas inscripciones como trabajadores, los nuevos empleados tenían que pagar una cantidad de dinero que variaba en función de los días que fuesen dados de alta. Del mismo modo, las personas a las que empleaban como testaferros, recibían como compensación pequeñas cantidades de dinero así como invitaciones a copas, gasolina y otros bienes de consumo.