Combatientes del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), celebra en un lugar de Nínive que la fulgurante ofensiva del grupo alcanzara la simbólica ciudad de Tikrit. :: AFP
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Una Al-Qaida aún más fiera se exhibe en Irak

Once años después de la invasión estadonidense, el yihadismo internacional obtiene su mayor victoria desde el 11-S con la toma de Mosul y Tikrit

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Las invasiones militares de Irak y Afganistán no han derrotado a Al-Qaida (AQ), sino que ahora el enemigo ha adquirido un rostro aún más fiero como el del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) que estos días ofrece una exhibición de fuerza en Irak, justo lo contrario de lo anunciado por los máximos responsables de estas guerras. Menos de un mes después de que los Marines derribaran la estatua de Sadam Hussein en la plaza Firdos de Bagdad, el presidente George W. Bush proclamó a los cuatro vientos su «misión cumplida» en la cubierta del portaviones 'USS Abraham Lincoln'.

Pero esos bombardeos contra Bagdad, con la excusa de unas armas de destrucción masiva tan inexistentes como la presunta relación entre Sadam y Al-Qaida, fueron sólo el inicio de una guerra de nueve años en la que EE UU perdió a 4.500 soldados. Su sucesor al frente de la Casa Blanca cumplió la palabra de sacar a las tropas del infierno iraquí y se centró en la caza de Osama bin Laden. Barack Obama también cantó victoria después del asesinato del terrorista saudí en una casa de Pakistán hace poco más de tres años y declaró que «Al-Qaida está en plena fuga». Un anuncio alejado de la realidad después de una semana en la que el yihadismo internacional ha obtenido su mayor victoria desde el ataque del 11-S en Nueva York y Washington: la toma por el EIIL de Mosul, la tercera ciudad más importante de Irak por detrás de la capital, Bagdad, y de la sureña Basora.

Los éxitos del EIIL en Irak son la punta del iceberg del «repunte de la actividad yihadista sobrevenido tras un periodo previo de decaimiento, aunque en Irak y Pakistán la tendencia al alza del yihadismo viene de lejos, no de meses, de años. La guerra santa sigue su curso, en cada país con sus matices, pero con potencia considerable en Afganistán, Siria, Libia, Somalia, el Sahel, Egipto, Nigeria o Yemen», apunta Luis de la Corte, profesor de la UAM y experto en estudios estratégicos y de la seguridad. Un repunte que coincide con el reciente tercer aniversario de la operación que acabó con Osama bin Laden en su refugio paquistaní.

Libertad de actuación

Mosul y Tikrit, la ciudad natal de Sadam Hussein, están bajo control del EIIL. Allí, como en la ciudad siria de Raqqa, impera una interpretación de la sharía que recuerda a la defendida por los talibanes en Afganistán antes de 2001. El EIIL decidió en abril de 2013 desobedecer las órdenes de la cúpula de Al-Qaida y unificar los frentes de Siria e Irak para cumplir su sueño de crear un califato en el corazón del mundo árabe. Desde entonces, en los foros yihadistas se alaba la figura de Abu Baker al-Bagdadi, líder de EIIL, como verdadero sucesor de Osama bin Laden por encima de la de Ayman al-Zawahiri, el médico egipcio que asumió el mando de la organización en 2011.

«Es imposible explicar la situación actual en Irak sin tener en cuenta los últimos once años. EE UU dedicó todo su esfuerzo a reedificar un Estado y un Ejército, pero se ha visto que sin éxito», lamenta Ignacio Rupérez, exembajador español en Bagdad, para quien «la guerra contra el terror no sólo no ha triunfado, sino que ahora tenemos un rival aún más feroz que AQ, el EIIL, y éste es el espejo en el que se tiene que mirar Afganistán tras la retirada de la OTAN».

Al-Zawahiri sí sigue gozando de capacidad de mando en el frente 'Af-Pak', en el que hace unos días irrumpió el Grupo Islámico de Uzbekiztán (IMU, por sus siglas en inglés) con un atentado contra el aeropuerto internacional del Karachi en el que al menos treinta personas perdieron la vida. La respuesta de EE UU llegó con un ataque de un avión no tripulado que mató a 16 personas en Waziristán del Norte, una de las agencias tribales del norte del país considerada santuario talibán y de AQ. Los ataques con drones cumplen diez años y, según la organización estadounidense New America Foundation, han causado en Pakistán entre 2.000 y 3.500 muertos. Un 10% de los fallecidos eran civiles.

En el vecino Afganistán está en marcha la cuenta atrás para la salida de la OTAN. El repliegue coincide con el final de mandato del presidente, Hamid Karzai, que aspira a erigirse en la figura clave en el diálogo con los talibanes que ya está en marcha a través de Catar. La Alianza concluye su misión y la seguridad del país queda en manos de unas fuerzas de seguridad formadas por 300.000 efectivos, un número insostenible para el Gobierno, que seguirá dependiendo de la ayuda externa para mantener a Ejército y Policía. Un modelo similar al iraquí, que ha resultado ser un fracaso, aunque en este caso contará con apoyo directo de los 10.000 soldados que mantendrá Washington.

Desde mediados de 2010, los servicios norteamericanos de Inteligencia estiman que Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA) supone una «amenaza global», por lo que los esfuerzos se han redoblado para intentar frenar a esta rama del grupo que ha encontrado en las provincias del interior yemení un santuario similar al que ofrece la frontera 'Af-Pak' que cobijó a Osama bin Laden y donde se sitúa también al actual líder grupo, Ayman al-Zawahiri. Desde su nacimiento en 2009 tras la fusión de los grupos de Arabia Saudí y Yemen, AQPA combina los ataques a intereses occidentales y fuerzas de seguridad en los dos países con operaciones fuera de sus fronteras, tal como predicaba la teoría de Osama de golpear al «enemigo lejano».

Los repetidos ataques con aviones no tripulados de EE UU, en coordinación con las autoridades locales, no han logrado acabar con la amenaza y en abril llegó a las redes sociales un vídeo en el que se mostraba una de las mayores reuniones de Al-Qaida en años, celebrada bajo el liderazgo del 'número dos' de la organización, Nasir al-Wuhayshi, que amenazaba directamente a Washington con nuevos ataques.