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Los chiíes lanzan la contraofensiva

Miles de voluntarios acuden al llamamiento del Gran Ayatolá y se suman al Ejército para liberar las zonas bajo control de los radicales

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Nuri al-Maliki esperó a la bendición del Gran Ayatolá Alí al-Sistani para lanzar la contraofensiva en Irak. Y 24 horas después de la fatua del máximo clérigo chií llamando a las armas contra el Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), el primer ministro interino viajó a Samarra, 130 kilómetros al norte de Bagdad, para arengar a sus desanimadas tropas y anunciar que «en las próximas horas llegarán todos los voluntarios para apoyar a las fuerzas de seguridad en su guerra contra las bandas del EIIL. Este es el principio del fin para ellos». Los voluntarios son seguidores de Al-Sistani que nada más escuchar la petición del religioso tomaron camiones y autobuses para cumplir su orden, por lo que el país vuelve a un escenario similar al de la guerra sectaria de 2006.

El mandatario chií, en el poder desde hace ocho años y dispuesto a seguir otros cuatro, aseguró que Irak es víctima de una «conspiración» que posibilitó las pérdidas de Mosul, Tikrit y Kirkuk en 48 horas a manos del EIIL y de fuerzas kurdas. «No vamos a ser sectarios. Hablamos con el lenguaje de la razón, la responsabilidad y el patriotismo de todo el país y de todos sus ciudadanos», señaló Al-Maliki al anunciar la regeneración de unas Fuerzas Armadas con apenas once años de vida.

La contraofensiva de Al-Maliki habría servido en las últimas horas para recuperar el control de algunas zonas. Fuentes de seguridad explicaron que militares iraquíes, con apoyo de la población local, expulsaron a los grupos radicales de cinco poblaciones de la provincia de Saladino. La localidad de Al-Duluaya fue la primera en ser liberada con la ayuda de los vecinos. Le siguieron las aldeas de Al-Muatasim y Al-Ishaquia, al sur de la capital provincial Tikrit, así como Al-Meshek y Al-Zauiya, situadas al noroeste de la ciudad de Biyi.

La operación lanzada por las autoridades iraquíes cuenta con el apoyo de Estados Unidos e Irán, adversarios en Siria, pero que según las últimas declaraciones de sus dirigentes parecen dispuestos a cooperar para frenar el avance insurgente hacia Bagdad. El presidente de la república islámica, Hasán Rohani, aseguró que «si el Gobierno de Irak nos pide ayuda, le otorgaremos cualquier asistencia que nos pida su pueblo, pero por ahora no nos planteamos el envío de fuerzas iraníes». El clérigo, negó las informaciones de medios norteamericanos sobre la llegada de milicianos de la Guardia Revolucionaria y se mostró abierto a cooperar con Washington «cuando tome una medida contra el EIIL».

En Mosul ya impera la interpretación rigurosa de la sharia del EIIL y, según medios locales, al menos doce imanes habrían sido ejecutados por negarse a jurar lealtad a las nuevas autoridades. Pero como ocurre en Siria, el apagón informativo es prácticamente total en las zonas donde opera este grupo a las que no accede la prensa. Las informaciones proceden, en su mayoría, de los canales de propaganda de la orgnización insurgente.

El repunte de la violencia ha llevado a la ONU a declarar la situación de «tragedia humanitaria» y a elevar hast un millón el número de desplazados desde el estallido en enero de los choques entre el EIIL y Bagdad, Ramadi y Faluya. El representante de Naciones Unidas para Irak, Nickolay Mladenov, aseguó que el conflicto es «una grave amenaza para la soberanía y la integridad del país». El Kurdistán iraquí se ha convertido en el lugar de refugio para la inmensa mayoría de desplazados internos y para muchos de los ciudadanos sirios que huyen también de los duros combates que se libran en su país.