ESPAÑA

EL BIPARTIDISMO A EXAMEN

El PP cree que la fórmula goza de «buena salud», el PSOE dice que no ha llegado la hora de cuatro partidos medianos e IU y UPyD sostienen que el fin del duopolio está próximoPP y PSOE ven por primera vez en peligro su hegemonía política y es factible que no sumen el 60% de los votos en las elecciones europeas de hoy ante la pujanza de IU y UPyD

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Hoy se eligen 54 eurodiputados en España, pero hay más asuntos en liza. El bipartidismo, que ha monopolizado el panorama político desde la transición, pasa su primer examen serio desde 1977. El declive de PP y PSOE confluye con un ascenso firme de Izquierda Unida y UPyD. No se va a producir un cambio en la correlación de fuerzas porque populares y socialistas se mantendrán como las dos primeras fuerzas, en eso coinciden todos, pero la coalición de Cayo Lara y el partido de Rosa Díez estrecharán las diferencias, en esto también coinciden todos. ¿Suficiente para poner en peligro el bipartidismo? La respuesta hoy por la noche.

Primero fueron los duelos entre la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez con el PSOE de Felipe González. Los centristas dieron el relevo en 1982 a la Alianza Popular de Manuel Fraga, que traspasó el testigo siete años después al PP de José María Aznar. Todas las convocatorias políticas han sido cosa de dos, y el resto, pese a la hegemonía de los nacionalistas en sus territorios, se repartía las migajas sobrantes. Pero el enfado ciudadano con los partidos dominantes, la recuperación de IU, la irrupción de UPyD y la aparición de nuevas fuerzas a izquierda y derecha ha cambiado el panorama.

En las dos últimas citas europeas, entre PP y PSOE acapararon más del 80% de los votos, un poderío que se manifestaba casi en los mismos términos en las elecciones generales. En los comicios de hoy, populares y socialistas tienen un número clavado, el 60. Esperan que al menos seis de cada diez votantes vuelvan a entregarles su papeleta. Un objetivo modesto si se repasa la serie histórica de resultados, pero comprensible, a juicio del socialista Óscar López, por el desgaste que supone gobernar en tiempos de crisis, tarea en la que ambos se han alternado. El popular Esteban González Pons admite que existe «un descontento general, un malestar ciudadano por estos años de crisis» y es «normal que la gente esté tentada de votar a fuerzas singulares y minoritarias».

El CIS apunta que por ahí van los tiros aunque sin el catastrofismo que apuntan otras encuestas. Su sondeo augura que PP y PSOE sumarán el 64,7% de las papeletas, 16 puntos menos que hace cinco años.

Los dos partidos mayoritarios temen que la alta abstención, puede llegar también al 60%, mine sus apoyos. El miedo al 60-60 recorre los estados mayores de las campañas de populares y socialistas, y anima en los de IU y UPyD, que ven en esos guarismos la puerta para rehabilitar el sistema democrático, reformar la ley electoral e imprimir otro ritmo a la vida política.

IU no va a alcanzar a los socialistas, pero acortará diferencias. Aunque también la coalición de izquierda va a sufrir el mordisco de los partidos pequeños, el caso de Podemos es el más evidente. Las encuestas dicen que el PSOE puede caer hasta el 25% de los votos en el peor de los escenarios e IU tiene en su mano encaramarse casi hasta el 12% en el mejor de los supuestos. Los socialistas han tenido competidores en su espectro ideológico, sobre todo los comunistas en los años de la transición, pero nunca han tenido una fuerza a su izquierda con esa pujanza, ni en los mejores momentos del PCE de Santiago Carrillo o con la Izquierda Unida de Julio Anguita, que alcanzó la veintena de escaños en el Congreso.

El PP, que jamás ha tenido una sombra a su derecha, puede retroceder hasta el 31% de los sufragios mientras UPyD tiene al alcance el 7%. Una situación inédita después de que Aznar se jactara de haber unido en su partido a todo lo que había desde el centro a la ultraderecha.

Los populares, al menos en público, no dan muestras de preocupación por una crisis en el bipartidismo ni porque algún partido le dispute su terreno electoral. Rosa Díez denunció que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, le avisó en tono amistoso de que «si ponéis en riesgo el bipartidismo nos uniremos (con el PSOE) para aplastaros como a una nuez». El presunto autor del comentario nunca lo ha desmentido.

Una conjunción de intereses a medio plazo de los dos gigantes a la que también han aludido en la campaña el candidato popular, Miguel Arias Cañete, y el expresidente Felipe González para gran enfado en este último caso del PSOE, que considera que la sola mención de una coalición PP-PSOE debilita sus expectativas electorales y desmoviliza a sus militantes. IU también está convencida de que está en marcha una operación para la gran alianza con la bendición «del Ibex-35 y la Casa Real», en palabras de su candidato, Willy Meyer.

Buena salud

Pero con el duopolio también hay diferencia entre los dos grandes. El PP lo defiende, una postura coherente con un electorado de orden y enemigo de las aventuras y de lo desconocido. Su candidato está convencido de que pese a lo que se diga esa fórmula «goza de buena salud y funciona bien», y pide a los que vaticinan su defunción que «no enarbolen tan pronto la bandera de su muerte». González Pons, número dos de la lista y vicesecretario de Programas, cree en cambio que estos comicios no son los mejores para medir el respaldo del bipartidismo porque «la participación suele ser baja», y de los que votan «un importante número» da su papeleta a opciones minoritarias porque cree que no es una votación importante.

El PSOE, aunque sea beneficiario del mismo, dice denostarlo. «El objetivo de los socialistas no es defender el bipartidismo, creemos en el pluralismo político», señala López, secretario de Organización. Los socialistas, de todos modos, reconocen que existe y existirá esta dualidad porque aún no creen llegado el momento de pasar de dos partidos grandes a cuatro medianos, el esquema que anhelan IU y UPyD. Aunque por si acaso un mensaje recurrente tanto en la campaña del PP como en la del PSOE ha sido la exhortación a no votar a los partidos pequeños o «estrafalarios», según Mariano Rajoy, porque es tirar la papeleta. «Sería un gravísimo error», abunda el presidente del Gobierno.

IU y UPyD son el reverso de la moneda. Willy Meyer se declara convencido de que estas elecciones son «el principio del fin del bipartidismo». Rosa Díez también está persuadida de que el declive definitivo de los dos grandes «está a la vuelta de la esquina». Dos reflexiones hechas en el fragor de la campaña electoral que no resisten el análisis a fondo que hacen de puertas adentro ambas formaciones, y que coinciden en que el cambio de ciclo no será inminente ni se producirá en estas elecciones ni quizá en las autonómicas y generales de 2015.

Las dos fuerzas nacionales minoritarias se han desgañitado en defender que «PPSOE» son lo mismo y esgrimen como prueba sus actuaciones en el Parlamento de Estrasburgo, donde han ido de la mano en siete de cada diez votaciones de la última legislatura. Además, recuerdan, populares y socialdemócratas se repartieron casi todas las carteras de la Comisión Europea.

La estrategia de Izquierda Unida y UPyD pasa por ser más «visibles» a partir de estas elecciones y «determinantes» para condicionar los gobiernos que surjan de las futuras citas con las urnas.

La coalición de Lara es ambiciosa, al punto de pretender que en los comicios generales de 2015 se vea que son «la alternativa de izquierda» y no el PSOE. En aras de ese objetivo está dispuesta a crecer por agregación de otras fuerzas más pequeñas. No es el caso del partido magenta, que aspira a desarrollarse en solitario sin atender a los recurrentes cantos de sirena de Ciutadans y a las nuevas invitaciones que llevan la firma de Vox.