Mujeres se manifestan en Ibadán contra la incapacidad del Gobierno de Nigeria de rescatar a las más de 200 niñas secuestradas. :: EFE
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Nigeria, un motor económico ahogado por el terror

Varios españoles narran su experiencia en un país amable y próspero pero asolado por la violencia de la milicia Boko Haram

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Nigeria no es un destino habitual de la cooperación por su condición de potencia emergente. También escapó a las graves crisis bélicas que sufrieron los estados del golfo de Guinea a finales de los 90, incluso convirtiéndose en el gendarme de Occidente en la región. Pero las tensiones sociales y religiosas han alumbrado un monstruo llamado Boko Haram. Años antes de que emergiera como actor terrorista, la doctora alavesa Carmen Ramírez de la Piscina participó en una estrategia de vacunación contra la meningitis en el norte. «Aún no había surgido este fenómeno, pero algo sucedía, se apreciaba el peligro, había conflictos intercomunitarios y la seguridad era más que rigurosa», recuerda.

Hoy, campañas sanitarias, iglesias, mercados, comisarías, aldeas o comitivas fúnebres pueden ser el objetivo de un movimiento extremadamente cruel que pretende desgajar el país afrricano según vínculos religiosos. El pasado verano, Ricardo García Leandro descubrió la tensión que padece la ciudad de Kano, en el conflictivo norte, aún antes de salir del aeropuerto. «En la aduana no se limitaban a coger tus datos del pasaporte, te preguntaban si te venían a buscar y te ordenaban que trajeras al enlace, al que también demandaban sus datos personales y los de su vehículo, incluso rechazaron el hotel al que me iba a llevar y lo cambiaron por otro que consideraban más seguro», recuerda este bilbaíno, director de la firma de consultoría y asesoramiento financiero Itac. «Por si fuera poco, antes de irnos, me pidieron que llamara cada dos horas para comprobar que estaba bien».

Desde que su empresa ganara en el año 2006 un proyecto del Banco Mundial destinado a la reestructurar la compañía nacional de electricidad, ha viajado regularmente al país para aconsejar en el ambicioso proceso de privatización del sector, tradicionalmente deficitario. «Se trata de una curiosa contradicción», explica. «Es un gran exportador de petróleo y ha de importar gasoil porque el suministro de energía es escaso e irregular y, de ahí, que todo el mundo posee un generador. Para hacerse una idea, Nigeria produce 3.500 megawatios anuales y España, más de 100.000, pero con menos de un tercio de su población. En algunos sitios reciben dos o tres horas de suministro al día, en otros se pasan cuarenta y ocho sin recibirla».

El país africano ha experimentado un auge notable a lo largo de estos últimos ocho años, según explica este experto, que ha constatado el mejor aprovechamiento de los recursos, mayores concesiones para la explotación del crudo o nuevas gasificadoras, origen de un boom inmobiliario y de infraestructuras. La corrupción y el clientelismo son, a su juicio, las rémoras que ralentizan el proceso. «Hay que tener en cuenta que un territorio donde se encuentra petróleo se convierte en el Salvaje Oeste, y allí todo depende de los beneficios que aporta, porque no existen impuestos directos», indica.

Entre el norte y el sur no hay diferencias socioeconómicas, sino un abismo insondable, según García Leandro. «No tiene nada que ver», alega. «Es la diferencia entre el desierto seco y la selva húmeda. Los de la costa, de fe cristiana, tienen la influencia anglosajona y un espíritu negociante, mientras que a los de arriba, musulmanes y con mayor tradición árabe, se les achaca que sólo quieren rezar y ser funcionarios, unos son accesibles, otros de trato más difícil y, en general, se percibe mucha falta de cultura y formación. Creo que si los septentrionales no estuvieran en el Gobierno hace tiempo que se habrían separado».

Pero la pobreza, a su juicio, no se percibe en la calle. «Dónde hay verdadera miseria es en el territorio donde opera Boko Haram, en Borno, sobre todo, inaccesible, montañosa, un 'cul de sac' abandonado de la mano de Dios, donde nada funciona», indica y asegura que la terrible violencia que revelan las constantes matanzas de los radicales contrasta con la cotidianidad del resto del país. «La gente es amabilísima y no se ven armas», aduce. «Las medidas de seguridad que has de tomar son las lógicas y no suele pasar nada».

José María Gordon, director gerente de Impacto Grupo World, una empresa de Castellón con importantes intereses en el país africano, lo corrobora. «Me siento más seguro en Lagos, el motor económico de Nigeria, que en Caracas», sostiene. Él ha residido en la república y su entidad cuenta con diversos negocios de exportación, una fábrica de cemento y quince expatriados que viajan constantemente por toda su geografía. «Aunque parezca increíble, nosotros informamos a los que están en la capital Abuja de lo que ocurre en el país, ellos no tienen conocimiento».

Una joya para la inversión

Nigeria ofrece un enorme potencial para la inversión porque, a su juicio, todo está por hacer. La crisis económica europea impulsó a la firma valenciana a buscar nuevos mercados, aunque su implantación en un destino tan exótico no resultó sencilla. «Existe el riesgo de la estafa y lo más prudente es asociarse con locales», señala. La factoría fue su mejor opción porque no requería infraestructuras complejas ni industrias auxiliares inexistentes en el entorno. «Lo esencial es contar con energía propia y pudimos importar generadores sin aranceles porque se trata de un bien de primera necesidad».

Las mafias locales, capaces de desenvolverse tanto a través de la red como en negocios ancestrales como el de la prostitución y las drogas, y, sobre todo, la venalidad de la Administración, constituyen dos de las mayores lacras que sufre el país.