CÁDIZ

LAS ALETAS, CAPÍTULO 2.920

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Las Aletas. Ese proyecto generador de riqueza. De puestos de trabajo. Un parque tecnológico ahí mismo, frente a Los Toruños, en el que se instalarán decenas de empresas para dar empleo a más de 20.000 personas. Así se gestó hace bastante más de una década ya. Y lo que te rondaré hasta que lo veamos hecho realidad. Ríase usted del segundo puente. Entre los retrasos propios de la burocracia, los líos con las expropiaciones, las denuncias de los ecologistas y las sentencias judiciales, la Bahía de Cádiz se muere un poco más.

Esta semana parece que se ha dado un paso más, pero la lentitud es tal que ya ni exaspera. Aburre. El Consejo Rector del Consorcio ha presentado al Gobierno los ajustes en el proyecto necesarios para salvar los terrenos protegidos por la sentencia del Supremo. Lo que en principio es una buena noticia se ha visto empañada por la lentitud en los tiempos. Otros cinco meses, mínimo, para que sea aprobado. No entraremos ya en cómo es posible presentar un proyecto que incumple las más mínimas leyes medioambientales. Quiénes fueron los lumbreras que lo redactaron y cuánto dinero se tiró a la basura. Ni tampoco analizaremos en cuánto se reducirá el número de empresas que llegarán y de puestos de trabajo. Menos espacio, menos naves. Miremos hacia adelante.

Sin duda, lo más positivo de todo esto es que, por esta vez, parece que todos los partidos políticos van de la mano. Se han puesto de acuerdo, como por otro lado no podía ser menos en una provincia con una tasa superior al 40% de paro. Más de 200.000 personas. Pero lo han hecho. Quizá sea la base sobre la que se sustenten futuras colaboraciones para tratar de conseguir planes de empleo específicos para el sur del sur de España, que se desangra poco a poco.

Lo que sí que no es de recibo es que pretendan colgarse medallas con este asunto. Que sonrían todos juntos en la foto. Después de tanto despropósito, lo mínimo que podían hacer es pedir perdón a la ciudadanía. El consenso alcanzado era de obligado cumplimiento. Una cuestión de mínimos, no de méritos. Es como cuando los equipos malos de fútbol van perdiendo de paliza. Si consiguen marcar el gol de honor no es momento de celebrarlo con la grada con efusividad y grandes aspavientos. Sino de agachar la cabeza, coger rápido el balón del fondo de la portería y llevarlo al centro del campo para seguir jugando.