Detalle de la iglesia donde se buscarán los restos de Miguel de Cervantes y la fachada del convento de las Trinitarias Descalzas en Madrid. :: R. C.
Sociedad

Un sónar para buscar a Cervantes

Un georradar tratará de detectar la tumba del escritor en un convento de Madrid

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No existe un retrato fidedigno de Miguel de Cervantes Saavedra. Sí se conoce el lugar donde reposan los restos mortales del padre de la novela, pero se ignora su emplazamiento exacto. Aunque hay suficientes indicios como para que el Ayuntamiento de Madrid haya autorizado, al fin, la ya antigua iniciativa de un historiador empeñado en dar con la osamenta del creador del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Sabemos bien dónde y cómo vivió Cervantes sus últimos días y también hay noticia de su entierro en la iglesia de un convento de Madrid donde, en breve, se tratará de localizar sus restos con la tecnología termográfica infrarroja más avanzada.

A cuatro siglos de la muerte de Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616) y a poco más de un mes de que la mexicana Elena Poniatowska reciba el premio que lleva su nombre, el 23 de abril en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, las ondas del sónar batirán el pavimento de un enclave muy concreto del corazón del Barrio de las Letras. Cervantes y Lope de Vega vivieron en sus calles, bohemias y libertinas en la época, en las que hoy se pueden visitar las casas de los dos egregios literatos.

El historiador Fernando de Prado impulsa la investigación y presentó el proyecto de búsqueda de los restos de Cervantes. Fueron enterrados en la iglesia de las Trinitarias Descalzas, a dos calles de la última casa de Cervantes, tras su muerte, datada entre el 22 y 23 de abril de 1616. «Amortajado en humilde sayal de la orden Tercera de San Francisco, en la que había profesado poco antes, dentro de un modesto ataúd, las manos sobre el pecho sosteniendo un crucifijo de madera y la cara descubierta (...) fue conducido a su entierro el sábado 23 de abril al que, tal vez, fuera el más modesto convento de Madrid», recuerda De Prado en su informe sobre el sepelio. Hay certeza de otros ocho enterramientos en el mismo emplazamiento, entre ellos los de la esposa de Cervantes, Catalina Salazar, y la hija de Lope, sor Marcela de San Félix.

La localización de la tumba de Cervantes se habría difuminado con las obras de ampliación de esta iglesia y del convento adyacente, patrimonio cultural desde 1921. El complejo es un gigantesco caserón de ladrillo rojo que ocupa toda un manzana y habitan las monjas de esta orden de clausura. Parecería descabellado hacer catas a ciegas en un edificio centenario y protegido, pero la última tecnología permite realizar pruebas no agresivas para la arquitectura de la iglesia. «La tecnología garantiza resultados con el georradar y permite emprender el estudio con garantías y determinar de manera solvente dónde hay enterrados restos humanos», ha explicado José Francisco García, director general del patrimonio cultural del Ayuntamiento. El georradar es de uso común por la Policía para la localización de restos humanos. Se ha utilizado en casos tan sonados como el de Marta de Castillo. Para poner en marcha el proyecto ha sido preceptiva la autorización tanto de las religiosas propietarias del convento y de la iglesia como de la Comunidad de Madrid, del arzobispado y de las academias de la Lengua y la Historia. La primera fase del proyecto cuenta con un presupuesto no superior a los 14.000 euros para el análisis que permita delimitar los campos de búsqueda del georradar y deberían comenzar «en unas semanas», según García. Antes del verano habría «una conclusión» con garantías para iniciar una excavación en la iglesia. «Sólo se abordará si se determina la existencia de restos humanos en una zona claramente definida» apunta García. El proyecto total podría tener un coste de 100.000 euros.

Hay cierto grado de incertidumbre y el Ayuntamiento dice actuar con todas las cautelas y la mayor prudencia. No en vano ya inició unas pesquisas igual de ambiciosa en pos de los huesos de otro genio del Siglo de Oro y figura universal de la pintura, Diego Velázquez de Silva. Como en el caso de Cervantes, se disponía de pistas ciertas sobre el presunto paradero de los huesos de pintor y se excavó en la Plaza de Ramales, en el Madrid de los Austrias, pero todo se quedó en agua de borrajas.

Localizados los restos, los forenses no tendrían mayores dificultades para determinar si pertenecen al escritor. Un indicio claro sería la constatación de las graves lesiones sufridas en la mano izquierda en 1571 que otorgaron a Cervantes el sobrenombre de 'manco de Lepanto'. «Un antropólogo forense puede identificar esas lesiones», dice el historiador, que espera con el concurso del prestigioso forense Francisco Etxeberria. Se podría además buscar restos del plomo de las balas que le hirieron alojados quizá en los huesos del pecho y la mano y abordar pruebas genéticas.