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El condenado Berlusconi entra en el Quirinal

Fue el único líder de partido que acudió a la ronda de consultas que Napolitano mantuvo con los jefes de los grupos parlamentarios

ROMA. Actualizado: Guardar
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Matteo Renzi no participó ayer en la ronda de consultas con los partidos del presidente de la República, pues la delegación de su formación estaba compuesta, como indica la lógica institucional, por los jefes de grupo parlamentario. Por esa razón el momento de más interés de una jornada de trámite fue la visita de Silvio Berlusconi al palacio del Quirinal, residencia del jefe de Estado donde se celebraron las reuniones. 'Il Cavaliere', para variar, sí se saltó un tanto el protocolo, porque es el líder de su partido y en teoría no tenía por qué ir. Pero no sólo era eso, lo que realmente chirriaba es que lo hizo en su condición de condenado a cuatro años de cárcel por fraude fiscal y después de que le hayan echado del Parlamento por delincuente.

Para Berlusconi ha sido una especie de venganza con recochineo, para demostrar que el revés no le ha afectado y puede seguir ejerciendo de líder. La situación tenía aún más morbo porque acusa al presidente, Giorgio Napolitano, de haberle traicionado por un supuesto pacto que habrían sellado para salvarle el trasero y, además, esta semana un libro ha revelado que el jefe de Estado habría maniobrado en 2011 para sustituirle con Mario Monti ya meses antes de su caída.

La entrada del magnate en el Quirinal supone una nueva ruptura en su carrera del decoro y el tacto institucional. Naturalmente nadie podía echarle. Le correspondía a él tener la sensibilidad de darse cuenta de que quizá no era el caso de aparecer por allí, pero es una hipótesis fuera de la realidad.

Tomates

A su llegada le esperaba en la puerta un pequeño grupo de manifestantes, no llegaba a una docena, con fotos que le retrataban como a un mafioso. Le insultaron y le tiraron unos tomates, pero fue todo rápido y de cara a la galería. A Berlusconi se le vio muy serio dentro del coche, con la mandíbula prieta.

Al salir, en su breve comparecencia ante los medios, prometió una «oposición responsable» y que respetaría sus pactos con Renzi para aprobar un nuevo sistema electoral y varias reformas institucionales. Pero no dejó de criticar el modo «opaco» en que se ha llegado a esta crisis, por los líos internos del PD, y lo definió como poco democrático.