Manifestantes proeuropeos participan en un mitin celebrado ayer en la Plaza de la Independencia de Kiev. :: MARKO DJURICA / REUTERS
MUNDO

El enrevesado dilema de Ucrania

Su economía necesita por igual de la UE y de Rusia pero Kiev debe elegir entre dos modelos incompatibles y enfrentados

KIEV. Actualizado: Guardar
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Ucrania, el país más grande del continente europeo en superficie, después de Rusia, con casi 46 millones de habitantes y una obsoleta aunque poderosa industria en su mitad oriental, depende energéticamente de Moscú, pero anhela las inversiones de los países de la Unión Europea para poder dotarse de infraestructuras y modernizar su economía. La cuestión es que, debido a la mala administración, la burocracia y la corrupción, reinantes en la antigua república soviética, Bruselas necesita las garantías que proporcionaría el programa de reformas obligatorias contempladas en el Acuerdo de Asociación que Kiev se negó a firmar en la cumbre de Vilna del mes pasado.

Suscribir el documento hubiera supuesto para Ucrania aranceles más baratos, ayudas económicas, inversiones y una actitud más receptiva de parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), que se avendría probablemente a refinanciar los dos créditos concedidos en 2008 y 2010. Pero el país necesita también que Rusia no le cierre su mercado, casi el único dispuesto a comprar su producción industrial, de calidad inferior a la exigida por los estándares europeos y, sobre todo, que le baje el actual precio del gas. La tarifa actual asciende a 426 dólares (310 euros) los 1.000 metros cúbicos. El presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, dijo en agosto que paga a Moscú «entre 130 y 150 dólares (de 95 a 110 euros) más que otros países».

Para conseguir obtener de Moscú unas condiciones favorables, las autoridades de Kiev deben -según exige el presidente ruso, Vladímir Putin- renunciar a asociarse con la UE como primera medida. Pero el Kremlin ha sugerido reiteradamente a Ucrania que además tiene que adherirse a la Unión Aduanera, formada actualmente por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. Putin lo volvió a repetir el jueves durante su discurso anual ante las dos Cámaras del Parlamento.

Tanto Moscú como Bruselas consideran incompatible estar al mismo tiempo en el Acuerdo de Asociación con la UE y en la Unión Aduanera rusa. Así que Yanukóvich optó por inclinarse del lado de Putin, aunque sin prometer nada todavía sobre el ingreso de su país en la Unión Aduanera. Cree que así que podrá evitar un embargo de Rusia, muy negativo para Ucrania en la presente situación económica de crisis, y esquiva los recortes presupuestarios que demanda la UE, la eliminación de las dotaciones a las tarifas energéticas y la dura transición que supondría la adaptación de la economía del país a la normativa comunitaria.

«Política hostil de Moscú»

«Yanukóvich ha pensado fundamentalmente en los comicios presidenciales de 2015, en su reelección, que se hubiera visto comprometida en medio de una política hostil de Moscú. Lo que sucede es que no esperaba que la gente se le iba a echar a la calle», estima Natalia Shapovalova, experta del think tank europeo Fride, con sede en Madrid. Efectivamente, su polémica decisión le ha costado al máximo dirigente ucraniano embarcarse en una crisis política, cuya salida no se todavía vislumbra a corto plazo en el horizonte.

Las protestas callejeras, precisamente, están contribuyendo a hacer que empeore la ya precaria situación financiera del país, en recesión desde hace más de un año. Ucrania necesita ayudas urgentes para evitar la quiebra. El interés de los bonos de deuda pública a diez años se ha situado por encima del 10%, tasa muy superior a la registrada por países europeos en dificultades. Hace justo un año, la agencia de calificación Moody's bajó un escalón la nota de deuda de Ucrania hasta B3 con pronóstico negativo. Una de las razones esgrimidas por la agencia fue el no haber podido negociar con Moscú un precio más razonable para el gas.

Shapovalova cree que la Unión Aduanera rusa «es una alianza de carácter más político que comercial». Según sus palabras, «Putin dijo que la desintegración de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX y trata de crear estructuras que restablezcan, aunque sea en parte, los vínculos que había entonces entre las repúblicas». Al mismo tiempo, la especialista de Fride considera que «Moscú utiliza los precios del gas como instrumento de dominación política». Lo ilustra con el ejemplo de las tarifas impuestas a Ucrania en enero de 2006, tras una primera guerra del gas, «subieron de 50 dólares (36 euros) los 1.000 metros cúbicos a 230 (unos 170 euros). Estaba Víctor Yúshenko al frente del país y se ve con claridad la labor de zapa que tuvo soportar».

La línea roja de Putin

Yúshenko fue el vencedor de la Revolución Naranja de 2004, acontecimiento que Putin deploró por su contenido europeísta y por el mal ejemplo que constituía para su régimen autoritario. En 2009, después de una segunda guerra del gas, Ucrania vio incrementadas todavía más las tarifas del preciado hidrocarburo. Yanukóvich, pese a estar catalogado como un prorruso, nunca se benefició de un mejor trato de Putin por negarse a ingresar en la Unión Aduanera.

«Moscú y Bruselas defienden dos concepciones contrapuestas para aplicar en Ucrania», recalca Shapovalova. A su juicio, «la UE pretende para el país eslavo un sistema más transparente, basado en el imperio de la ley y con un sistema de distribución de la riqueza más equitativo, lo que apunta fundamentalmente a las clases medias. Es una extensión del modelo europeo». Rusia, por el contrario, afirma la experta, «tiende a calcar sus normas no escritas, la corrupción, la arbitrariedad. Todo ello en beneficio de una minoría».