El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, fue recibido en la isla de Lampedusa al grito de «¡asesino!». :: MARCELLO PATERNOSTRO / AFP
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Durao Barroso afronta en Lampedusa el descrédito de la UE sobre inmigración

Bruselas promete que el Consejo de final de mes discutirá la emergencia, pero Frontex recuerda que ha agotado los fondos

ROMA. Actualizado: Guardar
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En la isla de Lampedusa, más cerca de África que de Sicilia, se sienten olvidados por Europa y la visita del presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, les sirvió para desahogarse. Tras el trágico naufragio de inmigrantes del viernes, con más de 300 muertos, ayer fue el día de la foto importante. Barroso llegó con el primer ministro italiano, Enrico Letta; el titular de Interior, Angelino Alfano, y la comisaria de Asuntos Internos de la UE, Cecilia Malmstrom. El recibimiento de un grupo de vecinos en el aeropuerto fue el siguiente: «¡Avergonzaos! ¡Asesinos! ¿Por qué no vais al centro de acogida a ver cómo vive esta gente?».

El programa preveía contemplar los muertos, más de 200 ataúdes en un hangar, pero no interesarse por los vivos, más de 1.000 personas hacinadas en un precario centro de acogida con capacidad para 300. En concreto, los 155 supervivientes del viernes siguen durmiendo a la intemperie. Nadie les ha dado ni unas tiendas de campaña. Al final, ante la insistencia de la propia alcaldesa de la isla, Barroso y compañía fueron al centro de acogida. Fueron diez minutos, pero basta para darse cuenta de que aquello es intolerable. La responsable de Sanidad de Sicilia, región a la que pertenece la isla, salió de allí el lunes diciendo que, con esas condiciones higiénicas, no le daría el permiso de apertura.

En la UE parece moverse cierta voluntad de hacer por fin algo en serio con el flujo de inmigración descontrolada que llega al sur de Italia desde hace al menos seis años. La catástrofe de Lampedusa, cuyo balance asciende a 302 muertos tras el hallazgo de nuevos cuerpos, debería marcar un hito. Hay un acuerdo unánime en que lo ocurrido puede repetirse mañana, pues siguen llegando cientos de personas cada día en embarcaciones cochambrosas, pero la UE no puede permitirlo. Se habla de «tragedia europea» y Malmstrom dijo que era algo «indigno de Europa». Barroso tuiteó una foto en la que aparece cariacontecido en el encuentro con los supervivientes.

Letta también admitió que Italia tiene su parte de culpa y pidió perdón, de forma poco habitual, «por las carencias de nuestro país». Anunció que los fallecidos tendrán funerales de Estado, reconocimiento retórico que no oculta cómo, en realidad, para Italia esos muertos son delincuentes por haber viajado hasta allí. De hecho, a los 155 supervivientes se les ha abierto automáticamente un proceso para ponerles una multa de 5.000 euros. Sobre este detalle Letta reconoció también que ha sentido «vergüenza» pero, como le recordó la Fiscalía, lo impone la ley de 2009 que aprobó el Gobierno de Silvio Berlusconi. En otros países también se considera delincuentes a los inmigrantes irregulares, pero no hay una acción penal obligatoria. Que además en Italia es inútil, jamás nadie ha pagado la multa, pero es el tipo de respuesta rimbombante de la política del país a los problemas. Letta aseguró que cambiará esa polémica ley, llamada Bossi-Fini por el nombre de sus autores, un xenófobo y un exfascista. Pero Alfano, su aliado por parte de la derecha, le paró los pies. En Italia es el debate tonto de la semana.

Palabras, hechos y dinero

Tras la aflicción llegó el momento de las promesas en la rueda de prensa. «Europa está con la gente de Lampedusa y con Italia. Todos podemos responder de modo más adecuado a estas emergencias, Europa no puede girarse para otra parte cuando hay barcos que se están hundiendo», reflexionó Barroso. Son palabras similares a la de cada tragedia periódica de Lampedusa, para los hechos y el dinero hay que seguir esperando. El momento de las grandes decisiones será el Consejo europeo de los próximos días 24 y 25. «Discutiremos con urgencia medidas a adoptar en materia de inmigración», anunció Letta, tal vez sin reparar en el contrasentido temporal de su frase, pues es dentro de dos semanas. Barroso se comprometió a dar 30 millones a Italia para afrontar la emergencia, lo único concreto que se escuchó ayer.

La reunión de ministros de Interior del martes en Luxemburgo anunció como gran respuesta un refuerzo de las operaciones de la agencia Frontex, que se ocupa del control de fronteras de la UE, para incrementar los rescates en alta mar «de España a Chipre». Lamentablemente la propia agencia, algo ninguneada en los últimos años y con un presupuesto reducido en 2013 a 85 millones, tuvo a bien informar de que ya ha agotado sus fondos de este año. Su vicedirector, el español Gil Arias, refirió que han tenido que recortar 2 millones de otras actividades y, literalmente, «darse la vuelta a los bolsillos» para prorrogar hasta noviembre sus operaciones en Italia. En teoría terminaban en septiembre, con el buen tiempo, pero seguían llegando embarcaciones.

La financiación de Frontex es la clave, pues no sale de la UE, sino de cada Estado miembro, que hace lo que le parece. Y en general no les ha parecido una buena inversión. La próxima cumbre debería cambiar eso para que Europa sea creíble. En todo caso tocaría sólo la superficie del problema. Falta una política común de fondo para cambiar el modo de afrontar la creciente avalancha de gente que ya no busca tanto una mejor vida, por motivos económicos, sino simplemente vivir, huyendo de la guerra o el terror. Los náufragos del viernes eran de Somalia, Eritrea y Siria.