Cartel del festival de Ascaso (arriba) y asistentes a una proyección :: R. C.
Sociedad

Ascaso, un microfestival de altura

El certamen de cine «más pequeño de mundo» se celebra en una aldea pirenaica

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Siete personas viven en sus seis casas, de las que solo tres son habitables. Hay una iglesia, varios establos medio abandonados y una pequeña explanada en la que se disponen setenta sillas y una pantalla. Allí se celebra desde hace dos años el festival de cine «más pequeño del mundo». Un certamen micro con ambición macro, un festival de altura y bajo presupuesto aliado con el mejor cine.

En lugar de la alfombra roja, una pista forestal. En vez de sala de proyecciones, un pantallón bajo un manto de estrellas. En vez de flashes y astros en la pasarela, coloquios con los directores en un establo. Menos de trescientas personas disfrutarán, desde ayer hasta el sábado, de los seis largometrajes, diez cortos y la película de animación programada en la segunda edición del gran microfestival de cine de Ascaso.

«Disfrutamos del cine bajo las estrellas» se felicita Miguel Cordero, codirector junto a Néstor Prades de la Muestra de Cine más Pequeña del Mundo (www.cineascaso.org). Hace dos años se propusieron compartir las sesiones de cine caseras que organizaban en los crudos inviernos pirenaicos «para huir de la tele». Se pusieron manos a la obra y lograron un notable éxito con la primera edición, para deleite de apenas doscientos espectadores. El acceso, a través de un camino forestal no es fácil. La red eléctrica no llega a la aldea, de modo que la proyección se realiza con generadores en la única explanada del lugar.

Patrocinio

Su presupuesto es tan micro como el festival. Apenas 5.000 euros en especie que reciben mediante patrocino en forma de productos y servicio de un puñado de firmas. Otros 4.000 euros llegaron por microfinanciación para rehabilitar una borda, el establo que acoge una sesión matinal de cine familiar y los debates. Gracias al 'crownfunding', la aportación de pequeñas cantidades, se pudo llevar a la aldea a alguno de los directores. Esperan aún una subvención de 900 euros de la Diputación de Huesca.

Medio abandonada desde los años 60, a finales de los 90 comenzó la recuperación de las casas, la iglesia y las bordas alineadas en torno a la plaza y la calle Única de Ascaso, a más de mil metros de altitud, devolviendo la vida del pueblo. «La revitalización no se logra solo con ladrillos; hay que actuar de fachadas hacia adentro y crear nuevos espacios de convivencia» dicen los responsables del festival, «el lugar ideal para ver cine bajo uno de los cielos más estrellados de la Península Ibérica». Quieren colocar la aldea en el mapa y el evento en el calendario cinéfilo «para que la aldea sea un lugar de acogida y de encuentro en torno a un cine pequeño y recóndito, como Ascaso, pero lleno de sentimientos y emociones». «No somos un festival experimental ni de cine duro», aclara Cordero.

Se centra en películas de autor que no llegan nunca al mundo rural. La segunda edición, centrada en la crisis, se abre con la cinta francesa 'Les neiges du Kilimandjaro', de Robert Guédiguian; nada de safaris, es una historia sobre la clase obrera de Marsella en tiempos de crisis premiada en Cannes y Valladolid. Hay películas españolas, «joyitas» dice Cordero, como 'N VI' de Pela del Álamo, o 'Ander', de Roberto Castón, otra francesa, 'Le Tableau', de Jean Francois Laguionie, y la italiana 'Io sono Li / La pequeña Venecia', de Andrea Segre. La muestra se clausurará con un concierto del cantautor Francho Sarrablo y con la proyección de 'Nostalgia de la Luz', del director chileno Patricio Guzmán.

Los patrocinadores facilitan proyectores, equipos de sonido, bebidas, películas, y material diverso. La asociación de vecinos aloja a los directores y actores en casas rurales, colocan las sillas, altavoces, amplificadores y la gran pantalla de cinco por cuatro metros en el corazón de la aldea. Venden las entradas -tres euros por película, o un bono de ocho euros para ver cuatro proyecciones-, sirven cerveza artesana y venden un producto propio: mantitas de abrigo, por si la velada pirenaica se pone fresquita.