Cola de clientes para comprar el pan subvencionado en una panadería de Alejandría. :: REUTERS
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La economía fue el mayor enemigo de Mursi

Golpe de Estado en Egipto La Cofradía ha estado más preocupada por asegurar el poder político que por resolver las carencias del día a día que ahogan al país

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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La seguridad, la basura, el tráfico, el combustible y el pan. Sobre todo el pan. Cinco problemas que Mohamed Mursi prometió solucionar durante su mandato, finalmente sin éxito, y que han acabado por estallarle en las manos. El pan ha sido el gran opositor de todos los presidentes egipcios, porque el pan es también la gasolina, la libra egipcia o el turismo; la economía a fin de cuentas.

Mursi y los Hermanos Musulmanes habían recibido una herencia envenenada. Los graves problemas económicos de Egipto vienen de muy lejos, y la inestabilidad política y social que ha arrasado el país en los dos últimos años no han hecho sino agravar esta situación. La cofradía, le achacan sus críticos, ha estado más centrada en asegurar el poder político que en resolver las carencias del país, lo que podría haber empeorado una ya de por sí pésima tesitura.

Es más que posible que cualquier otro gobierno hubiera tenido las manos tan atadas con respecto a la economía como Mursi pero, «al no querer compartir los problemas del país con el resto de fuerzas políticas a través de un Ejecutivo verdaderamente de unidad, han acabado por pagar los platos rotos», asegura Hassan Nafaa, catedrático de ciencias políticas de la Universidad de El Cairo.

En un país de cerca de 90 millones de personas, donde dos de cada cinco egipcios viven con menos de 2 dólares al día (1,5 euros), las subvenciones públicas se han convertido en un lastre imposible de acarrear. Los subsidios se comen el 40% del PIB, mientras que el paro afecta a más del 13% de la población. De los desempleados, el 80% tiene menos de 30 años, un cóctel que ha alimentado las manifestaciones.

Los egipcios han sentido también la presión de la inflación. El coste de la comida y la bebida ha subido en el último año cerca de un 10%, en parte también por la escasez de diésel, que no sólo ha creado larguísimas colas en las gasolineras, sino que ha multiplicado el precio de los productos agrícolas, que cuesta más cosechar y traer a las ciudades.

La falta de combustible también ha generado numerosos cortes de electricidad. A Egipto le resulta cada vez más difícil pagar su factura energética lo que, sumado a la saturación y el penoso estado de la red eléctrica egipcia, provoca que algunas regiones lleguen a estar sin luz eléctrica durante más de cinco horas al día.

Con una situación económica tan frágil, que imposibilita aumentar la recaudación a través de la subida de impuestos, la cofradía ha dependido de los préstamos para sobrevivir. Solo de Catar ha recibido desde la revolución un préstamo de 1.000 millones de dólares (773 millones de euros) y otros 4.000 (3.000 millones de euros) que han ido a parar al Banco Central. Recientemente el pequeño emirato anunciaba otra ayuda de 3.000 millones en bonos y depósitos bancarios.

El Banco Islámico de Desarrollo había prometido la misma cantidad, pero las mayores esperanzas estaban puestas en un préstamo que los gobernantes islamistas negociaban con el Fondo Monetario Internacional de 4.800 millones de dólares (3.700 millones de euros) y que, aunque la cantidad en sí no fuera desorbitada, abriría las puertas a otras vías de financiación. La deuda, sin embargo, se ha resentido, al igual que la libra egipcia, que ha caído en picado con respecto al dólar debido a la merma en la reserva de divisas. Hoy en día es casi imposible comprar dólares o euros fuera del mercado negro.