MUNDO

El rapto de Cameron

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El diputado más joven del Partido Conservador británico apadrinará el proyecto de ley para celebrar un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. James Wharton tiene 29 años y representa a la circunscripción más próspera de Stockton-on-Tees, una ciudad de cerca de 200.000 habitantes en el nordeste de Inglaterra. Según Lord Ashcroft, un magnate que se convirtió en el mayor donante del Partido Conservador y vivió durante muchos años en el pequeño país centroamericano de Belice, donde construyó su gran emporio, lo que más inquieta a los votantes del Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP) no es Europa sino la inmigración -del 2% en la comarca- o el abuso de la seguridad social.

Ashcroft ocupó un papel central en la estrategia electoral que llevó a David Cameron al Gobierno. Paga por sondeos privados, lo que le permite contribuir a las decisiones estratégicas con un conocimiento privilegiado de lo que piensan los electores en las circunscripciones más disputadas, como la de Wharton -Stockton Sur-, donde ganó en 2010 por 232 votos de diferencia al candidato laborista.

El UKIP logró entonces 1.471 votos y en unas elecciones para sustituir a un concejal de distrito, el pasado febrero, quedó tercero por delante del Partido Conservador. Hace quince días, el partido eurófobo ganó el respaldo de casi una cuarta parte de los votantes en unas elecciones municipales en un tercio de los ayuntamientos del país, aunque con una participación muy baja, el 30%.

La necesidad de proteger su escaño ante tal aritmética quizá explica por qué el diputado Wharton es capaz de declarar que los conservadores no deben hablar continuamente sobre Europa porque no es eso lo que más preocupa en su circunscripción y al mismo tiempo apadrinar el proyecto de ley tras decir que él votaría por marcharse de la UE.

El apadrinamiento es consecuencia de un sorteo, el que se celebra anualmente entre diputados conservadores para decidir a quién le toca el derecho de promover un proyecto de ley. Le tocó a Wharton e hizo un favor a Cameron, que había publicado días antes el borrador de ley que le pedían euroescépticos de su partido. 114 votaron el martes una enmienda lamentando que no hubiese tal proyecto en el programa legislativo del Gobierno.

Los laboristas no quieren esa ley. Richard Colbert, un exeurodiputado laborista, que es ahora asesor del presidente de la Comisión Europea, Herman Van Rompuy, lo explicaba esta semana. Aunque hay euroescépticos entre sus diputados, el cálculo de su líder, Ed Miliband, es simple. El referéndum se celebraría en 2017, según dice el borrador y prometió Cameron. Si los laboristas ganan las elecciones en 2015 y pueden formar Gobierno, tendrían que convocarlo, quizá lo perderían y su mandato sería dominado por algo que no desean, negociar la marcha de la UE.

Los liberal-demócratas tampoco lo quieren. El líder, Nick Clegg, ha dicho que este no es el momento para la celebración de un referéndum. Y el ministro de Industria y Comercio, Vince Cable, ha afirmado que la división conservadora ya está dañando a la economía británica. ¿Qué ocurriría con la inversión extranjera si los socios de coalición -y también la oposición- se comprometen a celebrar una consulta sobre el abandono de la UE, que de dar el resultado favorable hoy posible, obligaría a una negociación sobre la relación británica con el mercado único?

Sin coste

David Cameron está ante circunstancias que evocan las del laborista Harold Wilson cuando convocó un referéndum sobre la permanencia en la antigua CEE, en 1975, porque el sector más izquierdista de su partido quería marcharse y le dificultaba la acción de Gobierno. Wilson lo ganó, aunque en su partido no se zanjó la cuestión europea en favor de la permanencia hasta la década de los noventa.

Desde entonces, la CEE convertida en UE se ha transformado y ampliado. Y Reino Unido no pertenece al euro, está fuera de los acuerdos fronterizos de Schengen, ha logrado una devolución sustancial de su aportación al presupuesto, tiene una cláusula que le permite apartarse del área de Justicia e Interior y quiere lograr, según la dirección del Gobierno, su soberanía absoluta sobre legislación laboral y la no sumisión al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

De lo que queda, le interesa particularmente el mercado único. El exministro conservador Nigel Lawson ha contribuido al reciente brote euroescéptico escribiendo que él, que votó en 1975 en favor de la permanencia, lo haría ahora por la marcha. En su juicio, un abandono de la UE no llevaría a la pérdida del mercado común, pero los euroescépticos tampoco quieren quedar como Noruega, que ha de incorporar el grueso de la legislación comunitaria a su ley doméstica para vender sus productos en la UE pero no tiene voz en sus decisiones.