Sociedad

Los consejos de papá Scott Fitzgerald

Un libro reúne las cartas que el escritor envió a su hija entre 1933 y 1940

MADRID. Actualizado: Guardar
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«Nunca he creído demasiado en la felicidad. Tampoco en la tristeza», decía Scott Fitzgerald a su hija, Scottie, en una carta de 1933, fecha en la que su mujer Zelda ya estaba ingresada en un psiquiátrico a causa de su esquizofrenia.

Como tantos otros artistas, él también dejó en su correspondencia las huellas más reales de la persona que se escondía tras el genio, por muy alcoholizado que acabara sus días. Y eso a pesar de que a su niña le decía: «De todos los chicos que conocí que bebían a los 18 o 19 años no hay uno que no esté a salvo en su tumba».

Ahora que el escritor vuelve a la actualidad por la adaptación que en mayo se estrenará en los cines de 'El gran Gatsby', con Leonardo Di Caprio como protagonista, la editorial Alpha Decay aprovecha para publicar 'Cartas a mi hija', por primera en español. En ellas, la figura del padre sale a relucir junto a los sinsabores de las relaciones que compartía con su pequeña: «La enfermedad incurable de mi madre, sus problemas de salud y de dinero y -lo más duro de todo, creo- su eclipse literario», explica Scottie en el prólogo al libro.

Supervivencia

Tanto la hija como el padre tuvieron que sobrevivir a la sombra del genio, siempre incomprendido y, muchas veces, egoísta. Pero, como la propia Scottie señala: «(Con su profesión) no me sorprende ni enoja que se convirtiera en un padre difícil. Me regaló una infancia dorada, que es todo lo que una puede pedir. En su compañía no recuerdo ni un momento que no fuera de felicidad y gozo, hasta que el mundo se le empezó a venir encima, cuando yo tenía unos once años».

Durante su último lustro de vida, Scott Fitzgerald no encontraba sus obras en las librerías. Por eso, cuenta su hija que, sin ser una persona sentimental, cuando pasados los años entró en una tienda y vio todo un anaquel con libros de su padre se echó a llorar. «Una mujer enferma, la pobreza, la mala suerte. todos tenemos que enfrentarnos a algunos de estos reveses y papá al final también colaboró lo suyo en todo aquel sufrimiento. Pero la parte literaria era injusta: Dios había jugado una de esas bazas que pueden hundir hasta a la persona más valiente», escribe Scottie. La hija del escritor no se cansa de remarcar: «Mi padre no solo era un genio, sino un gran hombre a su singular manera, pese a los tormentos y sus gigantescos pecados».

Querida Scottie

El escritor y crítico literario Malcolm Cowley dijo en The New York Times que Fitzgerald «no escribía estas cartas a su hija, sino a sí mismo». Scottie está de acuerdo con ello: «Era una hija imaginaria, tan ficticia como cualquiera de sus heroínas». Pero ella no desaprovechó sus consejos.

Ver a su niña entre «lo más granado» y que no malograra su vida aspirando a «metas triviales», peticiones de que fuera a ver a su madre antes de que perdiera toda la cordura o que Scottie se casara «con alguien que no se confundiera con la multitud», fueron algunos de los consejos que Fitzgerald le escribió.

Y, de entre todos, destaca uno tan profético como cuando el escritor presintió que en el 39 habría una guerra importante. En este caso, porque con la crisis actual los psicólogos no se cansan de repetir, con otras palabras, lo mismo que le dijera el gran escitor estadounidense a su primogénita: «No me gusta que utilices la expresión 'crisis nerviosa' ni en broma cuando te refieras a cualquier desgracia emocional (.) ¿Acaso tu generación es tan débil que no tenéis más remedio que hablar de 'quedaros destrozados' si la vida no se presenta en todo momento como una serie de decisiones fáciles y agradables?».

Pero el 'Eclesiastés Fitzgerald', como él mismo llamaba a sus consejos, acabó con su muerte en 1940. Ya en estas últimas cartas se notaba el deteriorado estado de salud de un escritor que debía permanecer muchas veces en cama como resultado de veinticinco años de cigarrillos. «Tienes dos hermosos malos ejemplos por padres. Limítate a hacer todo lo que no hicimos y estarás perfectamente a salvo», escribía 14 días antes de fallecer de un ataque al corazón.

Afortunadamente, su correspondencia ha llegado hasta nuestros días para que aprendamos y mucho de su sabiduría. «Escuchen ahora atentamente a mi padre. Porque da buenos consejos y estoy segura de que, si no hubiera sido mi padre, a quien amé tanto como 'odié', ahora sería la mujer más cultivada, atractiva, exitosa e inmaculada sobre la faz de la Tierra».