Obama, junto a sus hijas Malia y Sasha, a su regreso a la Casa Blanca tras la ceremonia. :: R. LAMKEY JR. / EFE
MUNDO

La vida ante las cámaras

La pareja presidencial se muestra más segura de sí misma y sobre todo preocupada por unas hijas que crecen en un lugar privilegiado Los Obama llegaron con la pretensión de cambiar Washington y la capital ha alterado su día a día

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Como la novia el día de su boda, Michelle Obama sabía que anoche todas las miradas estarían pendientes de ella. Incómoda originalmente con el escrutinio público que el trabajo de su marido atraía sobre ella y su familia, la mujer del presidente ha crecido en el papel de primera dama con más soltura de la que nadie esperaba.

Cuando Barack Obama buscaba su complicidad para convertirse en candidato, ella se resistió. «Nuestra vida antes de venir a Washington estaba llena de gozos sencillos», confesó durante la Convención demócrata de Charlotte, el pasado verano. «Partidos de fútbol los sábados, domingos en casa de la abuela, una cita a la semana para que Barack y yo fuéramos al cine o a cenar. La verdad es que yo amaba la vida que habíamos construido para nuestras hijas y al hombre con el que me había casado. No quería que cambiara si él se convertía en presidente».

A cambio de su complicidad en la aventura presidencial, ella le hizo prometer que sus hijas siempre estarían en primer lugar. Ese es el motivo por el que Obama incluso plantó al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cuando éste no le daba respuestas productivas. Le dejó en el Ala Oeste de la Casa Blanca para que se las pensara, mientras cenaba con su familia, y luego volvió a ver qué había decidido.

La cena de las 6.30 es sagrada, aunque lógicamente la primera dama supo perdonarle cuando la matanza de Newtown le hizo perderse el recital de su hija pequeña en el colegio. La abuela, Marian Robinson, que acompaña todas las mañanas a las dos niñas a la escuela, desaparece a la hora de la cena para dar intimidad a la familia. Cada uno dice un día las oraciones, por riguroso turno, y luego hablan de cómo les ha ido la jornada.

Obama pone a un lado sus obligaciones y escucha pacientemente a su mujer y sus hijas, les hace preguntas sobre su vida personal y les ayuda a forjar estrategias con sus amigos del colegio. «A veces hasta se nos olvida preguntarle cómo le ha ido a él el día», se rió Michelle en una ocasión.

La 'madre en jefe' -su marido es el 'comandante en jefe'- se ha esforzado en que sus hijas tengan una vida lo más normal posible entre los privilegiados muros de la Casa Blanca. Les obliga a hacer la cama y a lavar su ropa, a pesar de que no les falta servicio. Les permite traer amigas a dormir, pero les ha hecho ver el ridículo que harían si algún mensaje estúpido que envíen a una amiga o cuelguen en Internet acaba haciéndose público.

Con todo, Obama ya no es el hombre cuyas pertenencias más preciadas eran una mesita que encontró en la basura y un par de zapatos media talla más pequeños que la suya, según recuerda su esposa. Ella insiste en que «cuando se trata de su corazón, de su carácter y de sus convicciones sigue siendo el mismo hombre» del que se enamoró y el que comenzó su carrera política para cambiar el mundo. Pero quienes le han visto madurar en el cargo a lo largo de estos cuatro años detectan algunos cambios. Y no solo en él.

Un grupo de ayudantes de campaña, donantes y amigos de Chicago consultados por 'The New York Times' asegura que ambos son ahora menos dubitativos a la hora de dar órdenes a su personal, ya sea al mayordomo o un alto asesor. «Al explicarlos usan frases como: 'Más seguros de sí mismos, pero con más cicatrices. Más aislados'», escribió el rotativo. «Aún así, otros les describen como más relajados, más cómodos con la porosa línea que separa la vida social de la política, más dispuestos a revelarse ante los demás».

Sin cena con los Clinton

El matrimonio que todavía no ha invitado a Bill y Hillary Clinton a cenar en sus aposentos de la Casa Blanca recibió recientemente al actor Daniel Day-Lewis y al director Steven Spielberg, protagonista y director de la película 'Lincoln'. Y en noviembre pasado organizaron una cena para todos sus asesores de campaña en la que «la pareja parecían los novios en una boda, aceptando felicitaciones de mesa en mesa, buenos deseos para los años venideros y haciendo bromas que no se pueden publicar», dijo el rotativo.

Se han acostumbrado a vivir ante una cámara y ahora lo hacen con la mayor dignidad. Cada vez que se agarran de la mano saben que están siendo retratados para la historia. También sus hijas han aprendido a crecer frente a las cámaras.

El pueblo estadounidense ve crecer cada día a las dos hijas de los Obama. Sasha, comiéndose un helado con su padre en Hawai, abrazándole detrás del escenario de la Convención demócrata, tirándole un beso detrás del escenario... Ruben May, profesor de Sociología, contó a 'The Washington Post' que él mismo se sorprendió hablando con su mujer sobre cuánto ha crecido la niña, como si fuera una sobrina. «Igual que la gente siente cercanas a las celebridades porque se ha acostumbrado a verlas, también nos puede parecer que tenemos una relación con los Obama», concluyó. Es lo que poco a poco empieza a asumir la familia que al principio intentó preservar su burbuja. Su vida privada ya no les pertenece. Son parte del imaginario popular de EE UU, como la Biblia de la familia Robinson es ya parte del Archivo Nacional desde que Obama la usó el domingo para jurar su cargo en la ceremonia privada.

No es posible salir de la Casa Blanca como si nunca se hubiera pasado por ella. De esa epifanía depende también el papel de la primera dama, que estos días negocia su misión, más allá de la lucha contra la obesidad infantil y el apoyo a las familias militares que dominó su vida pública en el primer mandato. Ahora que ha asumido que su nuevo corte de pelo con flequillo recibe más atención que su vídeo convocando a las bases al activismo, es hora de buscar activamente el cambio con el que ambos soñaron antes de que la vida en Washington les cambiase. «Ganar las elecciones no trae el cambio que perseguimos», reconoce Michelle al final del vídeo difundido el viernes. «Es solo la oportunidad de hacer ese cambio».