Un grupo de turistas observa un retrato del líder comunista chino Mao. :: WANG ZHAO / AFP
MUNDO

Que no vuelen ni las palomas

Pekín prepara el relevo de la cúpula del poder chino con medidas de seguridad surrealistas y la necesidad de acometer nuevos retos

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Cuando los líderes chinos ocupen mañana sus asientos en el Gran Palacio del Pueblo ya sabrán quién va a llevar las riendas de su principal rival económico y político: Estados Unidos. Y, aunque en teoría solo se hará oficial tras la votación de los 2.270 delegados que inaugurarán el 18º Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), el nombre de su próximo líder tampoco será una incógnita. Todo apunta a que la asamblea nombrará a Xi Jinping como sustituto del presidente Hu Jintao, y que Li Keqiang quedará a la espera de hacerse con el cargo de primer ministro que ahora ostenta Wen Jiabao. Por eso, la emoción y las quinielas se centran en el resto de miembros que conformarán el nuevo Comité Permanente del Politburó, que actualmente cuenta con nueve hombres que manejan los hilos del Gran Dragón. Cada cual tiene sus candidatos, pero solo una cosa parece segura: salvo que Liu Yandong dé la campanada, seguirá sin haber una mujer en este selecto grupo de gobernantes.

Tras la caída de Bo Xilai, el exsecretario del PCCh en la ciudad de Chongqing cuya expulsión del Partido se ratificó el domingo durante el pleno que precede al congreso, también parece claro que los máximos mandatarios chinos serán reformistas moderados con el objetivo de continuar con la apertura al exterior y con el desarrollo económico sin que ello ponga en riesgo la hegemonía del poder que detenta el Partido.

No va a resultar fácil. En la última década, desde que Hu alcanzó la presidencia del país, los profundos cambios han dado a los 1.350 millones de habitantes la posibilidad de conocer el mundo mucho mejor, y de comentarlo. Paradójicamente, esa incuestionable mejora general del bienestar ha ido acompañada de mayores diferencias sociales. Al mismo tiempo, la irrupción de Internet y de las redes sociales ha proporcionado a los internautas, que superan ya los 500 millones, la herramienta más eficaz para hacer oír su descontento por esa razón, y para controlar a sus dirigentes.

En los últimos años, la paciencia de la población se ha visto desbordada en diferentes ocasiones -entre otras muchas razones, por escándalos de corrupción- y casi siempre se han aceptado sus demandas. Hasta el punto de que una revuelta, la que se vivió hace un año en el pequeño pueblo de Wukan, terminó con la expulsión de los mandamases del PCCh y con la celebración de unas elecciones inéditas en China. En el siglo XXI no se pueden sacar los tanques como sucedió en Tiananmen hace más de dos décadas.

Avance democrático

A pesar de que el Partido puede sacar pecho cuando hace balance de las reformas que introdujo Deng Xiaoping en 1979, es evidente que ahora, en un contexto económico adverso, la hoz y el martillo pierden legitimidad. Quizá por eso, como avanzó ayer la agencia Reuters, el PCCh, que ya cuenta con 82,6 millones de miembros, podría introducir durante el congreso importantes reformas que supondrían un avance democrático en el sistema que rige el propio partido. Por primera vez, es posible que haya más candidatos que plazas en el Politburó -25 miembros-, lo cual podría dar como resultado una votación real, y no la pantomima que se ha llevado a cabo hasta ahora.

Pero todo esto sucederá de puertas adentro. Fuera, en las calles de Pekín, ni siquiera las palomas podrán volar. Además de haber arrestado o amenazado a prominentes activistas para evitar que se hagan notar frente a los 1.500 periodistas que cubrirán el acontecimiento político más importante de la década, las Autoridades han decretado una batería de medidas de seguridad que muestran la tensión existente y que rozan lo surrealista. Así, nada podrá sobrevolar el cielo de la capital china si no está expresamente autorizados. Y los cuidadores de pájaros tendrán que cerciorarse de que estos están enjaulados y bien cerrados. No vayan a convertirse en palomas mensajeras. Los taxis, por otro lado, tendrán que mantener cerradas puertas y ventanas para que los pasajeros no tengan la ocurrencia de «sacar globos o lanzar pelotas de ping-pong con mensajes subversivos». Además, deberán dar un rodeo siempre que la ruta pase cerca de la sede del congreso. Nada puede empañar este momento.