Economia

RACIÓN DE DESPISTE

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ayer fue otro día de indefinición e inquietud. Uno más y van demasiados. Desde un principio, las reacciones efusivas que provocaron las declaraciones de hace siete días efectuadas por Mario Draghi me parecieron un tanto histéricas e infundadas. Los mercados se emocionaron enseguida, pero si repasan lo que dijo el gobernador del Banco Central Europeo comprobarán que tan solo fue una simple obviedad. Aseguró que iba a defender al euro y, claro, ¿alguien pensaba que su máximo representante se iba a dedicar a dinamitarlo desde dentro? Pero las palabras resultaron ser un envoltorio sin contenido dentro de él. Un placebo, un simple excipiente, sin principio activo, y así no hay manera de curarse. Total que, tras la emoción inicial, ayer llegó la desilusión, la ducha fría de la tozuda realidad de nuestros males profundos y de las terapias dolorosas que se plantean para curarlos.

Draghi estuvo seco, casi displicente y desde luego nada amable con España e Italia. Dijo una frase para mí incomprensible: «El BCE puede considerar tomar más medidas de política monetaria no convencionales acordes con lo que es requerido para reparar el mecanismo de transmisión de la política monetaria», que se puede interpretar de varias maneras, pero ninguna de ellas es buena y si lo llega a decir en serbocroata me entero de lo mismo. En resumen, podríamos pensar que si queremos ayuda europea, la debemos pedir educadamente, en la ventanilla adecuada y con los papeles en regla, tras haber pagado los timbres y las tasas correspondientes.

Luego, esperábamos alguna concreción por parte de Rajoy y Monti, algún indicio sobre lo que piensan del momento actual y sobre lo que van a hacer en el inmediato futuro. Pero ambos se dedicaron a ensalzar las virtudes del galleguismo y dijeron que sí, pero que no, aunque quizás sea probable que todo sea posible. Ya me entienden, ¿no? Rajoy anuncia para hoy unas declaraciones que deberían ser profundas y con contenido. Las cosas no están para bromas; la solución no admite trucos y los nervios de los ciudadanos se han templado un poco con los calores del estío, pero permanecen tensos, en alerta máxima. Así que, por favor, un poquito de concreción.