Un cámara graba imágenes de los destrozos causados en los cajeros automáticos de una sucursal bancaria. :: LA VOZ
Ciudadanos

Empleado de banca, trabajo de riesgo

Aumentan los casos de amenazas a empleados de entidades tras la crisis de las 'preferentes'

M. D. G. CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Quizá, cuando ustedes eran pequeños, sus padres decían a sus amigos que lo que deseaban para el futuro de sus hijos era que trabajaran en un banco. «Que sea banquero», o banquera, soñaban muchos padres para ver la vida resuelta de sus vástagos con un trabajo estable, tranquilo y bien considerado socialmente, por el hecho -quizá- de tener en sus manos el sustento de muchas familias.

Sin embargo, el trabajo en la banca ha dejado de ser un empleo bien mirado y sobre todo tranquilo. Especialmente desde que las cajas de ahorros y los bancos se han desvelado como parte fundamental del problema, como uno de los supuestos causantes de la burbuja económica que estalló hace ya cinco años y medio, cuando las hipotecas 'subprime' (que tan lejos quedan) se desmoronaron y el grifo de los créditos se quedó prácticamente seco.

Los banqueros han pasado, así, a ser una de las profesiones peor valoradas en España (la penúltima de la lista en el 'ranking' de 2011 de la consultora GfK) y eso se ha dejado notar en cada oficina con un aumento progresivo de la tensión que soportan los trabajadores de bancos cuando tratan con los clientes.

Lo confirman los representantes laborales de estos empleados: en el último año -especialmente desde que saltó la crisis de las participaciones preferentes, que han impedido a muchos ahorradores recuperar su dinero- se han incrementado los casos de amenazas, insultos y agresiones (la mayoría, verbales) contra la infantería de los bancos: los empleados que tratan directamente con los clientes.

Miedo e insultos

«Hay casos en Cádiz que han pedido a las empresas que instalen cámaras de seguridad dentro de las oficinas, y trabajadores que han sufrido cuadros de ansiedad, que están siendo tratados en las mutuas», explica Jesús Cañas, secretario de UGT del sector servicios en la provincia, que confirma que aunque no hay denuncias y no se pueden cuantificar los casos, «no es algo puntual, son muchos los que nos están llegando». Por ahora, la violencia se ha traducido en insultos, amenazas y en el peor de los casos, chapas de coches rayadas y alguna rueda pinchada. Pero no agresiones físicas.

Antonio Hidalgo de la Rosa, Secretario de Servicios Financieros y Administrativos de CC OO Cádiz considera que la polémica surgida en torno a las participaciones preferentes ha agudizado en los últimos meses esta tensión y las amenazas: «El sector financiero primero ha negado el crédito a los clientes y a los empresarios, después ha desahuciado viviendas, después ha ido metiendo y cargando el cobro de comisiones; y ahora toca a las personas que tenían ahorros. Se está tocando al buen cliente».

Bancarios, pero no banqueros

Todo esto se traduce en «una violencia psicológica» con los trabajadores, que insisten en aclarar que ellos son «bancarios», y no «banqueros», pues esta palabra la define la RAE como «dueño o gestor de una entidad bancaria». «Nosotros somos el paño de lágrimas. El problema es que también creen o acusan a los trabajadores de haberles mentido», lamenta Antonio Hidalgo, que insiste en que «no ha habido una mala práctica por parte de los empleados» y que estos ofrecían las participaciones preferentes «creyendo que hacían lo mejor para el cliente». Es más, el secretario de CC OO recuerda que «un 40% de los afectados son del entorno familiar de los trabajadores». «La plantilla también está sufriendo», asegura. Solo en la provincia de Cádiz se calcula que hay unas 10.000 personas afectadas por las 'preferentes', según la plataforma de usuarios de banca Adicae. Muchos de ellos se han manifestado, especialmente en la Sierra, ante las sucursales.

Martín Vila, técnico de la asociación, cree que el problema sí reside en «cómo se comercializó»: «Se colocó con camuflaje y engaño». Con todo, concede que los comerciantes quizá no eran tampoco plenamente conscientes de qué estaban comercializando. En todo caso, desde la asociación rechazan cualquier tipo de coacciones y violencias, y recuerdan que el camino es denunciar por la vía penal a las entidades.