Editorial

Ajuste drástico

El Gobierno afronta el reto de que el recorte presupuestario no prolongue la recesión ni destruya empleo indefinidamente

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El proyecto de Presupuestos para 2012, cuyo contenido más pormenorizado se conocerá el próximo martes, permite confirmar que el Gobierno se apresta a ajustar drásticamente la inercia que venían manteniendo las cuentas públicas incluso durante los años de la crisis. Por llamativas que sean las novedades en el capítulo de ingresos con la rebaja de deducciones en el impuesto de sociedades o la invitación fiscal para que afloren patrimonios evadidos o sumergidos, es indudable que el vuelco se produce en cuanto al gasto. Dado que las retribuciones de los funcionarios quedan congeladas, y una vez cubierto el primer trimestre con la prórroga de los presupuestos del pasado ejercicio, los recortes fijados por ministerios supondrán en realidad un porcentaje muy superior al anunciado en todo lo que respecta a gastos e inversiones. El monto exacto del mismo y su distribución en las cuentas de cada departamento ministerial permitirán valorar con más rigor el propósito del Gobierno y predecir sus efectos inmediatos en la economía y en cuanto a la cohesión social. Es hasta cierto punto comprensible que el Ejecutivo Rajoy trate de diluir las malas noticias dando cuenta de ellas por entregas. Su intención no es otra que la de satisfacer las demandas de austeridad que provienen del exterior mientras contiene la desazón que esas mismas medidas generan en la sociedad española. Pero el reto principal al que se enfrenta el Gobierno es el de asegurar la consolidación fiscal comprometida en la UE con el establecimiento de bases propicias al crecimiento y a la generación de empleo. O, cuando menos, el de procurar que las medidas de ajuste no acaben prolongando la recesión ni destruyendo empleo mes tras mes. Hasta estos objetivos más conservadores son muy difíciles de alcanzar, especialmente si, aun con menor virulencia que antes, las turbulencias financieras vuelven a cebarse con España. Es significativo que desde hace tiempo haya decaído la preocupación por reorientar la economía española hacia un modelo productivo basado en la competitividad y la innovación. El martes podrá comprobarse hasta qué punto la búsqueda de resultados inmediatos puede convertirse en una servidumbre arriesgada si no asegura beneficios a corto plazo mientras posterga el cambio del paradigma productivo.