El historiador gaditano, con el ensayo presentado ayer en Madrid. :: LA VOZ
CÁDIZ

«El principal mito sobre la Constitución de Cádiz de 1812 es llamarle La Pepa»

El profesor Alberto Romero analiza la influencia de la literatura en la interpretación de los hechos políticos a partir del Doce

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«La realidad no engendra el arte, sino el arte la realidad». Benito Pérez Galdós firmó una frase que vertebra buena parte de la línea argumental de 'Escribir 1812. Memoria histórica y Literatura. De Jovellanos a Pérez Reverte' (Fundación José Manuel Lara en colaboración con el Centro de Estudios Andaluces), el último libro del profesor de Literatura Española de la Universidad de Cádiz Alberto Romero Ferrer y una primera aproximación a toda la producción literaria que engendró el texto constitucional y que ha pervivido hasta el boom de la novela histórica.

Una recopilación de autores y libros a los que Romero ha pretendido dotar de «una visión unitaria» para marcar los tiempos de una extensa cronología que abarca desde los mismos momentos de la Guerra de la Independencia hasta la última obra teatral del Premio Nacional José Luis Alonso de Santos, 'Los conserjes de San Felipe', próxima a publicarse en Cátedra. 'Escribir 1812', un libro «oportunísimo», según el crítico y escritor Andrés Amorós, que ayer acompañó al autor gaditano en la presentación en Madrid de la obra.

Junto a ellos, Joaquín Álvarez, investigador del CSIC y una de las múltiples fuentes e inspiraciones de las que se ha valido Romero para confeccionar esta publicación que pretende desmontar algunos de los mitos que rodean a la primera Constitución española. «El más grande es el de llamarle La Pepa. Ese halo de popularidad que se han empeñado en difundir es falso, la Constitución de 1812 nunca fue tan popular, es más una construcción literaria que una realidad», afirmó Romero durante la presentación.

No es de extrañar, pues, que en este libro floten términos como «tradición inventada», «comunidad imaginada», «memoria colectiva» o «memoria histórica».

En plural. Porque si algo ha caracterizado el sentido político de la literatura es su capacidad para servir a los intereses de cada ideología. La escritura sobre las Cortes de Cádiz y la promulgación de su Carta Magna no creó consenso; ante su falta, se extendió el debate y se estrechó el camino de la reconciliación.

Diferentes interpretaciones y perspectivas de esa época y de las vendrían después: desde las más cegadoras e ilusionantes -Quintana-, las más críticas -Marchena, Blanco White-, nacionalistas -Galdós-, conservadoras -Pemán-, autobiográficas -Buero-, aventureras -Pérez Reverte-, o festivas -Alonso de Santos-. «Hasta las últimas décadas del XX, la literatura trata de catequizar, la escritura cubría lo que la política no resuelve. Tenemos grandes ejemplos como Pérez Galdós o Manuel Azaña, pero ya en la última novela histórica, como 'El asedio' de Pérez Reverte o 'En una tierra libre' de Jesús Maeso, ese trasfondo político queda diluido», argumentó el profesor.

«Comprobé al iniciar esta investigación que a pesar del paso de las décadas no se había cerrado el ciclo ideológico abierto con el Doce, si no que muchos de los hitos posteriores se nutrían de aquella historia para hablar de su presente», afirma Romero Ferrer. Este «juego de planos de la realidad» de los que habla el docente nos lleva hasta el mismo análisis de la actualidad política y social del país. «Hay fracturas que todavía perviven, como la de la idea de un estado federal», comentó.

En el libro, Alberto Romero llama la atención también sobre quienes han alimentado los tópicos que rodean al periodo doceañista, sobre los sustentadores de esa «tradición inventada», en muchos puntos infiel con la realidad.

Apela al lector «que no ha querido darse cuenta nunca de lo que es realidad y separarla del invento», apuntó Romero. Aunque casi sin pretenderlo, el autor gaditano ha dado voz, además, a los buenos literatos que han quedado eclipsados por otros grandes nombres, una «injusticia» que, al menos, «ha justificado nuestro trabajo».

El 78 sin letras

Sobre si la Constitución de 1978 generará una producción literaria tan vasta como la de su madre, la doceañista, Alberto Romero lo tiene claro. Sin duda, no. «Los padres del Doce eran en un 80% escritores y los padres de la Constitución actual, no», sentenció. No obstante, tanto para él como para Amorós, los periodos inmediatamente anterior y posterior a las promulgación de la Constitución de 1812, siguen estado plagados de nichos literarios por explotar. Biografías de novela como las de Mejías Lequerica o el abate Marchena bien merecen un hueco en la literatura española. «El potencial solamente se ha intuido, hay mucho material del que valerse aún», justificó Romero.

Finalista del Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, 'Escribir 1812. Memoria histórica y Literatura. De Jovellanos a Pérez Reverte' fue valorada por el jurado como una contribución «original» a un hito tan destacado de la Historia española, ya que «pocos problemas políticos han suscitado tantas miradas literarias, en contraste con su esquiva iconografía visual», subraya Romero.