Editorial

Cooperantes secuestrados

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Monserrat y Blanca, secuestradas en suelo keniano hace más de cuatro meses, están bien. Así se anunció sobriamente ayer y pocos días antes también hubo estimulantes noticias sobre la suerte de otros dos cooperantes, Enric y Ainoa, capturados en el sur del Sáhara. El Ministerio español de Exteriores ha sido explícito al mencionar «pruebas de vida» de los prisioneros, pero también lacónico. Tal actitud es la adecuada porque los secuestros en áreas inseguras a las que no llega apenas la autoridad fehaciente de un gobierno reconocido obligan a aceptar la apertura de gestiones con agentes no gubernamentales y con frecuencia solo abordables con el concurso de mediadores no muy ejemplares, pero indispensables. Hay un fuerte consenso sobre la prioridad de recuperar a los nacionales en poder de bandas armadas y sobre el sigilo con que tal cosa debe hacerse. Pero también está creciendo, y mucho, la preocupación pública por lo que algunos consideran riesgos innecesarios y peligros evitables que corren los cooperantes. Sus agencias, en efecto, deben evitar de una vez abordar operaciones en zonas de alto riesgo.