Sociedad

12.000 euros diarios en comida, 13.000 botellas en la bodega, 121 coches oficiales... El Elíseo sale muy caro

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En los cuentos tradicionales siempre aparecen reyes muy ricos que habitan en palacios fastuosos, se nutren de manjares exquisitos y perpetúan su estirpe en príncipes y princesas malcriados, pero cabría hacer versiones actualizadas de esas historias donde el protagonista fuese un presidente de la República. El vástago podría dedicarse, por ejemplo, a discjockey, uno de esos hobbies amortizables como oficio que sirven de equivalente contemporáneo para cacerías y torneos. En los cuentos ya no saldrían coronas ni mantos de armiño, y eso es una pena, pero se podría mantener el mismo aire de abundancia ilimitada, porque parece que en estas jefaturas de Estado el dinero se derrocha sin freno ni remordimientos: esa es, al menos, la conclusión de 'L'argent de l'État' ('El dinero del Estado'), un libro publicado en Francia que airea las cuentas del Elíseo, se escandaliza ante su nivel de derroche y reclama un poco de contención y de vergüenza.

«Nuestros predecesores de 1789 votaron la abolición de los privilegios -escribe su autor, el político socialista René Dosière-. Doscientos años más tarde, la República (presidente, ministros, parlamentarios) vive en los palacios de la nobleza del Antiguo Régimen. Los coches de marca prestigiosa, potentes y confortables, han sustituido a las carrozas de entonces, pero los desplazamientos de las autoridades se realizan siempre con desprecio por las normas comunes». Dosière es uno de esos hombres concienzudos y persistentes que, guiados por un interés que raya en obsesión, pueden convertirse en un incordio para los gobernantes. Como un moscón experto en finanzas, lleva años fiscalizando las cuentas públicas y, lógicamente, se complace en incomodar al rival político Nicolas Sarkozy, más aún en vísperas de que este confirme que se volverá a presentar a las elecciones. Ya le fastidió al inicio de su mandato, cuando armó un buen revuelo al saber que Cécilia, entonces esposa del presidente, había empezado a usar una tarjeta de crédito con cargo al tesoro público: no tardaron en retirársela.

58.000 euros por minuto

Dosière ha dedicado cinco años a recopilar la información para su estudio y ha presentado 425 preguntas escritas, de las que ha obtenido respuesta a 330. Le ha servido de ayuda el hecho de que el presidente cuente desde enero de 2008 con un presupuesto específico, que ronda los 113 millones de euros anuales, aunque el libro destaca que existen 30 millones de gastos adicionales cargados a diversos ministerios. En la exposición de Dosière, más allá de detalles como que Sarkozy se suba su propio sueldo, hay dos cuestiones que han asombrado al país. La primera se refiere a la comida: el Elíseo gasta 4,3 millones de euros anuales en provisiones, lo que supone la prodigiosa cifra de 12.000 euros diarios. Cierto es que -junto a las comidas de trabajo, los cócteles oficiales, el servicio privado de Sarkozy y la alimentación de parte del personal- esa lista de la compra incluye las tres o cuatro cenas de Estado que se sirven cada año, eventos suntuosos y carísimos en los que se saca la cristalería de Baccarat y los menús se caligrafían a mano, pero la propia Corte de Cuentas ha recomendado que se recorte el gasto. La 'garden party' del 14 de julio, que salía por 700.000 euros, ya se suspendió a causa de la crisis, aunque el récord de dispendio lo posee una Cumbre del Mediterráneo por la que se pagaron 16,6 millones; dicho de otro modo, 58.000 euros por minuto. La bodega del Elíseo, por cierto, es una habitación climatizada de 45 metros cuadrados en la que esperan su turno casi 13.000 botellas selectas.

Otra cuestión controvertida, que interesa particularmente al autor del libro, es la de los transportes. El parque automovilístico del Elíseo, que con Jacques Chirac era de 55 vehículos, se ha elevado en estos cinco años de la era Sarkozy a 121, que consumen 332.229 euros de combustible al año y se llevan 103.163 euros en seguros. Pero a Dosière le preocupan aún más los desplazamientos aéreos, ya que, según sus cálculos, el presidente ha incrementado un 49% los trayectos en avión y pasa en el aire una media de 24 horas a la semana. Desde noviembre de 2010 cuenta con nuevo aparato oficial, lo que se conoce popularmente como 'Air Sarko One': un 'Airbus A330-200' de segunda mano que costó 260 millones. Parece que Sarkozy adora volar, porque emplea aeronaves para llegar a lugares que están a tiro de piedra: el libro explica que, para presentarse en Saint-Quentin, separado de París por 165 kilómetros de autopista, el presidente cubrió una parte del trayecto en 'Airbus' y otra en un helicóptero 'Super Puma'; hace menos de un año, repitió la operación para dirigirse a Arras, que dista 179 kilómetros de la capital. A Dosière se le atisba la malicia cuando recuerda que Sarkozy suele viajar apresurado, como cuando llegó con doce minutos de retraso a una audiencia con el Papa o aquella vez que, en el Día de la República de la India, dejó su puesto de invitado de honor en pleno desfile.

Salón de honor

Más allá del gusto por la pompa, una desviación aristocrática que no es nada ajena a los franceses, el político socialista critica a Sarkozy por «ignorar los principios más elementales de la separación entre las cuentas públicas y las privadas». Y, justo cuando Francia discutía acerca de estas acusaciones, irrumpió en el cuento el hijo, el primogénito, el discjockey: Pierre Sarkozy, productor de hip hop y pinchadiscos conocido en la escena como Mosey, tenía a finales de enero un bolo en Ucrania, pero una intoxicación alimentaria obligó a hospitalizarlo en Odessa. Al día siguiente, fue repatriado en un 'Falcon 50' del Ejército del Aire francés, con un coste estimado de 40.000 euros, de los que Sarkozy (padre, se supone) ha abonado de su cartera 7.632. Esta peripecia ha situado al DJ en el centro del debate público, al plantearse las implicaciones de sus continuos viajes por fiestas y discotecas de medio mundo: este domingo tiene programada una sesión en Florianópolis, el primero de una serie de eventos en Brasil, y la web Mediapart ha difundido un correo electrónico en el que la embajada francesa solicita «la apertura del salón de honor» de los aeropuertos, la colaboración de la Policía del país sudamericano y el permiso para que los dos policías que escoltan a Pierre lleven sus armas. Teniendo en cuenta que Mosey ha pinchado durante los últimos meses en Ucrania, Suiza, Austria, Rusia y Alemania, se está planteando cuánto cuesta su seguridad, aunque el Gobierno ya ha respondido que se trata de una protección «legítima y necesaria».

Estos últimos días, el propio presidente anda sumido en un frenesí viajero del que, sin duda, estará muy pendiente René Dosière. Se espera que Nicolas Sarkozy anuncie hoy mismo por televisión su candidatura para las elecciones, pero ya lleva días liado, de acto en acto, con ese ir y venir propio de las campañas. Tanto, que los socialistas le han acusado de «organizar auténticos mítines con dinero público» y han anunciado que reclamarán ante la comisión correspondiente. A los reyes de antaño no les pasaban esas cosas, pero Nicolas Sarkozy tendrá que conformarse: aparte de presidente, es como mucho copríncipe. De Andorra.