temporada de nieve

Los primeros esquiadores británicos llegan hoy a Andorra, la 'Ibiza del Pirineo'

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Hay sitios donde el 'aprés-ski' tiene más riesgos que el esquí. En Andorra, por ejemplo, salir de copas después de una jornada en las pistas puede ser más peligroso que lanzarse a tumba abierta por cualquiera de ellas. El hallazgo hace un par de temporadas de los cadáveres congelados de dos jóvenes que se habían perdido cuando intentaban regresar de madrugada a su hotel tras una noche de marcha hizo que se encendiesen las luces de alarma en el Principado. Las víctimas, un inglés de 24 años y un vasco de 27, fueron localizadas cerca del túnel de Envalira, a más de 2.000 metros de altura. La reconstrucción realizada por la Policía demostró que en ambos casos el patrón era el mismo: jóvenes esquiadores alojados en hoteles de Pas de la Casa que habían bebido más de la cuenta y que se habían desorientado al salir de los locales de ocio. Las gélidas temperaturas nocturnas y la escasa protección de las prendas que llevaban habían hecho el resto.

Los accidentes generaron un considerable revuelo en el Reino Unido. Los medios británicos se hicieron eco de la muerte de su compatriota en lo que denominaron «la Ibiza de los Pirineos» debido «a su excitante vida nocturna y su oferta de alcohol barato». La polémica saltó a las páginas de los periódicos andorranos en términos aún más ásperos: «Clamor vecinal contra la degradación causada por el 'turismo de borrachera' en Pas», titulaba en marzo del año pasado el 'Diari d'Andorra'. En Pas de la Casa, un pueblo de 2.400 habitantes en la frontera entre Andorra y Francia, hay en efecto la sensación de que las cosas se han desbordado. «Hemos tenido que poner cristales cuádruples en las habitaciones para proteger a nuestros clientes de los ruidos nocturnos», denuncia Jordi Montané, propietario de un hotel próximo a los principales locales de ocio de la localidad.

Las noches se hacen muy largas en Pas, sobre todo en temporada alta. Los jóvenes se resisten a retirarse cuando los pubs y las discotecas cierran sus puertas y se quedan en las calles hasta bien entrada la madrugada. En cualquier otra estación el problema se quedaría en una anécdota más o menos molesta, pero la localidad andorrana acoge tal cantidad de esquiadores que los desórdenes nocturnos adquieren dimensión de conflicto de orden público. Grandvalira, el 'resort' resultante de la unión de las estaciones de Pas de la Casa-Grau Roig y Soldeu-el Tarter, se ha convertido en el gran gigante peninsular de la nieve. El año pasado vendió 1,4 millones de forfaits, casi el doble que Sierra Nevada, la primera de las estaciones españolas.

Los británicos están entre los clientes más fieles del turismo de nieve andorrano. Aunque en las islas no hay pistas de esquí, el deporte blanco es tremendamente popular y cada temporada se calcula que más de un millón de ingleses saltan el Canal con destino a alguna de las estaciones del continente. Los Alpes son su destino natural por la variedad de su oferta y la proximidad geográfica. Italia y Austria compiten desde hace años por ser los principales receptores de los británicos que quieren pasar unos días en la nieve con su familia. Sin embargo, no todos los esquiadores buscan lo mismo. Hay un turismo blanco que otorga tanta o más importancia al ambiente nocturno que al grosor de la nieve o al trazado de las pistas. Se trata de jóvenes que suelen viajar en compañía de amigos y que por lo general tienen una capacidad adquisitiva limitada. Andorra es para ese perfil de cliente el destino ideal, ya que a sus precios competitivos suma una oferta de ocio nocturno inigualable. La noche andorrana se antoja una suerte de Sodoma y Gomorra a cualquiera que conozca el ambiente que se respira, por ejemplo, en una estación de esquí francesa, donde tomarse una cerveza más allá de las diez de la noche puede ser misión imposible.

Los principales mayoristas de viaje británicos incluyen desde hace años a Andorra en su lista de destinos de nieve. Durante mucho tiempo se utilizó el señuelo del ambiente con lemas en la línea de la 'Ibiza de los Pirineos'. Los charter que salían de las islas estaban repletos de jóvenes británicos ávidos de diversión nocturna. «Es gente que viene con ganas de desahogarse y que se sorprende al encontrar alcohol tan barato», precisa Antoni Azurmendi, portavoz de Unió Hotelera, la patronal de la hostelería andorrana. «Muchos apenas pueden levantarse al día siguiente para esquiar», sonríe burlón.

A cinco euros el forfait

Los vuelos que traían esquiadores británicos solían aterrizar sobre todo en el aeropuerto francés de Toulouse. A partir de esta temporada, sin embargo, los aviones de las islas recalarán en Alguaire, el aeródromo de Lleida. La Generalitat catalana ha suscrito un acuerdo con la mayorista de viajes Neilson, la antigua Thomas Cook, para dar utilidad a una pista que corría el riesgo de convertirse en un barbecho (otro más) y de paso abrir una puerta a la llegada del turismo internacional al Pirineo. Alguaire está a dos horas de autobús de Andorra por una carretera mucho mejor que la que comunica el Principado con Toulouse. De momento, la principal beneficiaria del convenio entre la mayorista y la Generalitat va a ser Andorra. «Las expectativas son buenas porque se abre una vía de colaboración que puede tener mucho futuro», dice esperanzado el portavoz de los hosteleros andorranos.

El turismo de nieve catalán, paradójicamente, observa la maniobra con suspicacia. «El principal inconveniente es que nosotros no queremos traer ingleses a cinco euros el forfait, queremos traer ingleses al mismo precio que los que vienen aquí», declaraba hace unos días Aureli Bisbe, director general de Baqueira, la más emblemática de las estaciones catalanas. A la industria de la nieve española le preocupa que su oferta se acabe asociando al 'low cost', en la línea de lo que ocurre con el turismo de playa en localidades como Lloret del Mar o Salou, donde extranjeros que viajan por muy poco dinero organizan trifulcas monumentales después de haber ingerido alcohol barato de forma indiscriminada.

«Baqueira también decía al principio que nunca iban a montar cañones para hacer nieve artificial y mira cómo están ahora», relativiza el representante de los hosteleros andorranos. La primera remesa de británicos llegará hoy al aeropuerto de Lleida. Se calcula que en toda la temporada vendrán unos 15.000. En Andorra se respira cierta preocupación, pero en los aparadores de los bares no entra ni una sola botella más. ¡Rule, Britannia!