Editorial

Solo Urdangarin

El duque de Palma se enrocó hasta quedar a merced de la Justicia

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Las actividades mercantiles desarrolladas por Iñaki Urdangarin tras casarse con la infanta Cristina describen una trayectoria imposible de disociar de la notoriedad institucional lograda al convertirse en yerno del rey. La diversidad de iniciativas supuestamente empresariales en las que Urdangarin se embarcó refleja tanta avidez como desorientación. Pero es la gestación de una pantalla formalmente no lucrativa -el Instituto Nóos- y la paralela utilización de su privilegiada posición pública para obtener unos contratos de factura desorbitada lo que ha suscitado primero sorpresa y luego indignación en la opinión pública. Las informaciones publicadas al respecto son demasiado fehacientes como para mantenerlas en reserva ante la presunción de inocencia, a la espera de que las responsabilidades legales sean depuradas respecto a excesos de orden ético o que atañe al decoro público. Además, los pronunciamientos abiertamente críticos de la Casa Real respecto a la conducta de Urdangarin -que en el fondo apelan a la necesidad de un estatuto de incompatibilidades entre las funciones de representación institucional y las actividades privadas- no dejan lugar a dudas sobre la veracidad de tales informaciones. Pero la revelación de que la Corona estaba preocupada por la naturaleza de las actividades mercantiles del duque de Palma desde mediados de la década pasada y que por ello procuró su traslado -junto a la infanta Cristina y los hijos de ambos- fuera de España, deja en el ambiente la sensación de una intervención demasiado tardía para la propia credibilidad de la Monarquía. Especialmente ante una sociedad predispuesta a diferenciar la conducta de Urdangarin del intachable comportamiento del resto de los miembros de la familia del rey y, sobre todo, del aprecio ciudadano al que se han hecho acreedores Juan Carlos I y el príncipe Felipe. La vana esperanza de que la irregularidad de sus actividades en relación al erario administrado por distintas instituciones pasase inadvertida con el transcurso del tiempo llevó probablemente a Iñaki Urdangarin a escurrir el bulto respecto a actuaciones que pudo haber enmendado cuando menos en parte. Pero su enroque defensivo, que parece desentenderse de sus repercusiones para la Corona, es lo que ha acabado dejándole solo y a merced de lo que resuelva la Justicia.