'Indignados' de Wall Street, delante de una casa embargada en el barrio de Brooklyn. :: S. PLATT / AFP
MUNDO

Y ahora con los embargados

El movimiento de 'indignados' de Wall Street se traslada a las zonas más pobres para apoyar a los desahuciados

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Zuccotti Park puede haberse reducido a un símbolo vallado por la policía que intenta impedir que la indignación vuelva a echar raíces entre sus bancos, pero quienes lo transformaron en la 'plaza de la Libertad' han encontrado otro camino para seguir sumando indignados al movimiento del 99%.

Cynthia Everett, una afroamericana con dos hijos que perdió su casa hace dos años, cuando se quedó sin trabajo y no pudo hacer frente a la hipoteca, iba el martes en el metro camino de la Seguridad Social para solicitar cupones de alimentación cuando se encontró con los manifestantes de Ocupa Wall Street que iban a tomar una vivienda embargada. Y ahí, en ese momento, Cynthia perdió el miedo a que la detengan, a no optar a algún trabajo porque la conecten con este movimiento, a que. «¡Ya basta!», se dijo a sí misma. «Tengo que levantarme por una causa. Todos estamos en esto y si no luchamos juntos esta gente nos seguirá explotando hasta que reventemos». Esa gente es el 1%, las corporaciones y los bancos que no ven personas en gente como ella, sino clientes con los que aumentar sus beneficios.

Minutos después Cynthia, en su abrigo rojo de domingo y el pelo chorreando por la lluvia, gritaba a pleno pulmón junto a otras 500 personas frente a una de las casas embargadas de East Brooklyn que los indignados recuperaron el martes para algunas familias desesperadas. «Hay más casas vacías en esta ciudad que gente sin techo», aseguraba Kendall Jacklman, portavoz de 'Picture the Homeless'. Más de cuatro millones de casas han sido desalojadas en los últimos cuatro años y otras ocho correrán esa suerte en los próximos cuatro, porque si bien los bancos han recuperado su nivel de beneficios, el desempleo arrecia y la crisis se ceba con los más débiles.

Entre los afortunados de ese día que evitaron el desahucio, gracias a la labor conjunta de organizaciones comunitarias y Occupy Wall Street, se encontraba Tasha Glasgow, una madre de 30 años con dos hijos de 5 y 9, incluyendo una niña con autismo severo. Tasha, que lleva media vida sin un techo fijo, casi no podía hablar cuando le tocó dar las gracias a los manifestantes por romper el precinto e instalarla en una casa medio desguazada que el banco desalojó hace cuatro años. Cientos de personas acamparon en la calle con himnos de victoria y comida para todos mientras los indignados ayudaban a su pareja a limpiar la casa y a hacerla habitable.

Al anochecer, cuando la lluvia y el frío venció el ánimo celebratorio, los adornos navideños devolvían la vida al hogar deshauciado que ha servido de guarida para yonkis. Unos 15 indignados dormirán con ella y sus hijos mientras la ayudan a restaurar la vivienda que todavía no tiene luz ni calefacción, pero que ha sido acogida con satisfacción por los vecinos. Una red de jóvenes y activistas dispuestos a salir corriendo en mitad de la noche están en alerta por si la Policía aparece para echarlos, «pero no creo que lo hagan, quedarían muy mal», opinó Sean Barry, uno de los portavoces del grupo Occupy OurHomes.org

«¡Es un hogar!»

«Esto ya no es una casa, ¡es un hogar!», coreaban los manifestantes. Entre ellos Cynthia, transportada en el tiempo hasta su casa subastada en Queens Village, contenía las lágrimas añorando que estas protestas hubieran empezado dos años antes para salvar su hogar. Desde entonces vive en una vivienda de protección oficial tipo gueto donde teme la influencia en sus hijos adolescentes. Un presente muy distinto al futuro que planeaba cuando les pagaba colegios privados con su sueldo del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, unos de los hospitales más afamados del mundo. La semana pasada se le acabó el paro.

No estaba sola en su recién estrenado activismo, fruto de la desesperación. Entre los manifestantes había ancianos como Evelyn Walsh, de 74 años, que no tiene problemas hipotecarios pero sabe que mañana le puede tocar a cualquier familiar o vecino suyo. Las carteles de «Desaloja a los bancos, no a la gente» colgaban en los negocios de todo el barrio. El movimiento de los indignados, que empezó con un 82% de blancos, acaba de pasar formalmente de Wall Street a Main Street, la calle principal de cada pueblo.