CÁDIZ

Una tostada antes de robar y un taxi para huir

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Antes de robar en la sucursal de Cajasol del barrio de Astilleros, los tres atracadores italianos -vinculados por la Policía con la mafia calabresa- hicieron un pequeño alto en una cafetería, situada a escasos metros de la caja, para pedir unas cervezas y unas tostadas. Curioso tentempié, para luego amenazar a unos trabajadores sin tener el estómago vacío. Sin duda, querían ganar tiempo a la espera de que la entidad cerrara. Cuando dieron las dos de la tarde, cruzaron la avenida Príncipe de Asturias, llamaron al timbre de la entidad y simularon que eran clientes que llegaban tarde y necesitaban hacer una gestión. Cuando una empleada les abrió, uno de ellos sacó un cúter y se lo puso casi en la cara. Obligaron al director a abrir la caja fuerte y apenas les importó que tuviera un sistema que retrasaba la apertura 10 minutos. Demostraron una gran templanza, lo que para el fiscal demuestra su profesionalidad: llevaban incluso un cartel de 'cerrado' que colgaron en la puerta, para que nadie les molestara.

Aún más llamativo que el aperitivo de Cádiz, fue el modo en que trataron de huir tras el robo de la oficina de Correos de Torremolinos (Málaga). No utilizaron un coche propio, ni una moto, ni siquiera salieron corriendo. Se marcharon en un taxi que cogieron en una parada cercana a la oficina. Según contaron ayer en el juicio, antes de dar el golpe, se aseguraron que uno de los taxistas permanecería allí. En el vehículo, llegaron hasta Fuengirola, donde la Policía finalmente les dio alcance a dos de ellos. Al tercero lo detuvieron al día siguiente en Almería.