Sociedad

LOS INDECISOS

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Las encuestas también votan. Sabido es que una gran mayoría de españoles detesta pertenecer al grupo o a la facción perdedora y prefiere acudir en auxilio del ganador. Si bien se mira, cuatro años son muchos para estar en la oposición, que desgasta tanto como estar en el poder, y si se mira mal la visión es aún más extraviada, ya que pocos les miran a la cara cuando sale cruz. La ventaja es que entre las brumas que produce la duda, con su consabido estado de oscilación, aparece un rayo de luz refulgente y muchos indecisos deciden. En general optan por otorgar su voto a quienes tengan más probabilidades aritméticas de ganar.

Nadie debe acusar antes de tiempo a Rajoy, al que empiezan a llamarle don Marianito Tijeras. Ha prometido usarlas, pero no a diestro y siniestro, ya que las suyas se abstendrán, de momento, de trasquilar las pensiones, la sanidad y la educación. Menos mal, pero nos debemos hacer una idea aproximada de cómo nos va a lucir el pelo. El registrador de la propiedad quizá se lleve una desagradable sorpresa, por muy bien informado que esté, del verdadero descalabro que hereda. Hace falta mucho valor o mucha ambición para hacerse cargo de la presidencia de un país desmantelado, con cinco millones en el paro. Lo peor no es que no haya manteles, sino que no haya nada que poner encima de ellos.

Suerte y al toro, para que no se le desmande. Habría que agradecerle de todas maneras que entre las que está mostrando no figure el engaño. Ha prometido sangre y lágrimas, pero no sudor, ya que no hay trabajo y sería mucho prometer. Se calcula que hay ocho millones de compatriotas indecisos. Unos perplejos, otros irresolutos y los demás vacilantes. Los hay que no tienen formada una opinión, ya que al parecer no les ha dado tiempo, y los que no la tienen suficientemente deformada a pesar del plazo dispuesto para ordenar el rebaño. Quizá no sea toda la culpa de los pastores.