TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

SIEMPRE NOS QUEDARÁ FREIXENET

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Muy chungo debe estar este país como para que se ponga a desbarrar hasta una personalidad de tanta solvencia como el habitualmente esclarecido Gregorio Peces Barba, que esta semana ha metido la gamba. Socialista del 72 y padre de la Constitución española, ha protagonizado una de esas polémicas estériles en torno a la poco digerida diversidad de culturas de la Península Ibérica. Ocurrió en Cádiz esta semana, durante el X Congreso de la Abogacía Española que sin duda pasará a la historia por un par de comentarios tabernarios pronunciados por dicho Catedrático de Derecho antes que por el homenaje a la Constitución de Cádiz como primera piedra de la democracia española a la que nuestros abogados pretendían rememorar en una ciudad cuyos hoteles volvieron a colgar el letrero de no hay billetes.

Tras departir con Alfonso Guerra sobre dicho albur, en Los Diálogos de la Libertad que promueve la Asociación de la Prensa y que modera Javier Pérez Royo, Peces Barba compartía tribuna con otro de los constitucionalistas del 78, el gaditano José Pedro Pérez Llorca entonces incardinado en la UCD y que, durante su intervención, alertó sobre la posibilidad futuro de que España se fragmente por eventuales procesos independentistas. Fue en ese contexto cuando dijo lo que dijo, al rememorar un episodio del siglo XVII, cuando la Corona española que había logrado la unificación de la Península se vio sorprendida en el mismo año de 1640 por dos revueltas distintas, la de la guerra de la Restauraçao portuguesa y la del Segadors -bon cop de falç- de Catalunya.

Así que soltó la perla como si estuviera en un plató de Intereconomía: «Cuando el Conde-Duque de Olivares se encontró al mismo tiempo con el alzamiento de los catalanes -que, por cierto, celebran las derrotas como sus fiestas llamadas nacionales- y los portugueses, se tomó una decisión: dejar a los portugueses y quedarnos con los catalanes. Siempre me pregunto medio en broma qué hubiera pasado si nos hubiéramos quedado con los portugueses y hubiésemos dejado a los catalanes. Quizá nos hubiera ido mejor».

Y se armó la zapatiesta: más de veinte abogados, en su mayoría catalanes, abandonaron el salón de actos del Palacio de Congresos, provocando un evidente revuelo que llevó al orador a pedir que se permitiera «salir a los que tienen que salir». Lo curioso es que el respetable estalló en aplausos por la ocurrencia, salvo algunas excepciones claro. A más a más, como diría Jordi Pujol, Peces Barba rememoró como el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares tuvo que emplear sus ejércitos en la reconquista catalana: «Creo que esta vez se resolverá sin necesidad de bombardear Barcelona», afirmó Peces Barba, quien dijo, por cierto, que no se mostraba pesimista respecto a una solución política en relación con dicha controversia. Para colmo, una guinda irónica, la de que como madridista prefería la situación presente porque no era lo mismo jugar contra el Barça que contra el Oporto, lo que haría mucho más aburrida a la liga española. No sabemos, por cierto, qué opinan los portugueses al respecto porque tampoco han salido muy bien parados de la chanza.

Las palabras las carga el diablo. Desde el presidente del Consejo de la Abogacía Española, Carlos Carnicer, hasta los decanos de los colegios catalanes, refutaron las manifestaciones jacobinas de Peces Barba: «No se puede incurrir en la banalización de expresiones que nos ofenden directamente», afirmaban estos últimos, precisamente el mismo día que el Parlamento de Andalucía votaba la reprobación de Josep Durán i Lleida, candidato de CiU por Barbelona, quien había asegurado varias semanas antes que los jornaleros andaluces cobraban el PER pero se pasaban el día en los bares. Ahora, en cambio, pedía «respeto y reconocimiento hacia Catalunya» cuando el jefe de su partido, Artur Mas, un mes atrás, se burlaba del habla de los niños andaluces y gallegos. Y si este último se limitó a zanjar el tema arguyendo que era una broma, Peces Barba amagó inicialmente con similar gracejo: «Los catalanes no deberían ser tan susceptibles», arguyó pocas horas antes de que se disculpara y se declarase «amigo de Catalunya», incendiando la campaña en favor claramente de las corrientes soberanistas de dicha comunidad que podrían beneficiarse de tales declaraciones durante la contienda electoral del 20-N que se celebra esta semana. Así que no extraña que la propia Carme Chacón, ministra de Defensa y afiliada al PSC, calificara la ocurrencia del padre de la patria como una «barbaridad» y «tontería intolerable».

Eso sí, la sociedad catalana respondió como una piña ante las improcedentes expresiones de Peces Barba, mientras en Andalucía, nuestra proverbial diversidad discrepaba de si debíamos reaccionar o no ante la última ola de pretendidos insultos, pendejadas y ocurrencias varias sobre nuestra supuesta idiosincrasia y modos de vida, incluyendo el albur de Ana Mato, la militante del PP que a decir del analista Carlos Carnicero en Canal Sur nunca prestó demasiada atención al hecho de que su marido, implicado en la investigación de la Gurtel, dispusiera de un vehículo de lujo de ignota procedencia, pero si se ha percatado de que los niños andan sentados por el suelo en los colegios andaluces.

Ante tanta inconsistencia y carajotez de los nacionalismos periféricos o del nacionalismo españolista, siempre nos quedará Freixenet, la empresa catalana que fabrica ese milagro al que llamamos cava y que para su anuncio navideño ha elegido como estrella a la isleña Sara Baras quien, por cierto, para su reaparición en escena tras su feliz alumbramiento, se ha apuntado al gaditanismo militante y ha formado un elenco en donde son mayoritarios los artistas procedentes de la Bahía de Cádiz.