EL MAESTRO LIENDRE

SIN NECESIDAD DE PALABREAR

Asombra comprobar que un cargo público o el directivo de una entidad bancaria tenga asumido que es uno más y que puede violar leyes como si no fuera un representante de todos nosotros

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Qué cara se le queda a uno cuando escucha a un candidato decir lo de «a partir de ahora, un político, un sueldo». Por más que sea una corrección, un alivio, un costurón, resulta imposible dejar de pensar ¿y hasta ahora? ¿cómo era? ¿un político, seis sueldos? Si algo nos ha enseñado la semana que termina es que no hemos aprendido nada de todo esto que está pasando. ¿Porque está pasando, no?

Si después de todo lo dicho, todo lo escrito y gritado, todo lo cantado y visto, después de las noches en la calle y del contagio, si seis meses después de que nos plantáramos ante los privilegios de los privilegiados aún son tan obscenos que no caben ni en todas las cajas, a la esperanza le tiemblan, más, las rodillas. En los consejos de administración, en los escaños y en los ayuntamientos hay presidentes que colocan a primos, alcaldesas que contratan a su pareja, consejeros que se autorrecetan jubilaciones de decenas de millones y alcaldes a los que pillan con el carrito del helado y el alcohol en la sangre. Incluso, en algunos consistorios de la provincia se han encontrado facturas de tarjetas con las que se compró prostitución. Nadie quiere denunciarlo por las claras, claro, porque los denunciantes temen caer en las mismas, que alguien venga detrás con las mismas ganas de revancha. Los denunciantes temen no ser tan distintos de los denunciados. Los señalados ahora dicen que tienen derecho, que no han hecho nada, que son como los demás. Una versión cortés de proclamar que esto es lo que hay. Preocupa que no mientan, que crean que realmente lo tienen.

Asombra comprobar que un alcalde o concejal, que un alto directivo de una entidad financiera con participación pública (que ya son todas), aún del banco más cutre, aún del pueblo más pequeño, tenga asumido que es uno más, que puede violar leyes como si no fuera un representante de todos nosotros, como si tuviéramos que tolerar que alguien que da órdenes a policías y funcionarios, que fija sueldos y despidos, pueda vomitar sus vicios sobre las normas que obligan a cumplir a otros.

Es aterrador. Hace falta un relevo global y brutal. Que cada uno se cambie por otro, empezando por nosotros. Ese relevo tiene que ser norma y las excepciones tienen que ser erradicadas. No vale que clamemos por la limitación de cargos, por la definición de plazos concretos para la representación y luego lamentemos su ejecución, siquiera casual o interesada. No lamento que Aurelio Sánchez (PP) o Rafael Román (PSOE) hayan pasado página. Ni que se las hayan pasado. Por más que su despedida sea elegante, por más que hayan sido personas afables, de perfil paternal o didáctico, ideas nobles y trayectoria sin mácula. Puede ser. Lo intolerable es que todos los que han completado su mismo trayecto, con los mismos años en el frente, los cómplices de todo esto, no hagan lo mismo. Se equivocan los demás, los que se quedan, y nos confundimos los espectadores al lamentar la marcha de los que actúan con cierta honestidad. Lo honesto es irse. Si es que se van del todo.

Ya es indignante que insistan los que nos indignan, y se vayan los que no, pero las normas nunca deben estar sujetas a las preferencias. De lo contrario, se infectan de excusas y, como las posaderas, cada cual tiene las suyas propias. Si alguien pensaba que eran unos pocos perroflautas, unos inadaptados que van a cansarse pronto, que quieren vivir en la libertad de la anarquía indigente, están equivocados, no se han enterado. Como comprenderá el que lea, esto está escrito antes de saber cuánta gente fue anoche a las manifestaciones del 15 de mayo en pleno octubre. No lo sé, ni me importa porque sé que muchos querían ir o que irán a las siguientes y que no van a rendirse porque no tienen esa opción, aunque no sepan ponerle nombre ni darle forma a nada. «Hay cosas que conviene no palabrear porque suenan estúpidas» nos dejó dicho Eduardo Galeano en la última visita. Irónico, certero y noble cuando lo dice alguien que se gana la vida palabreando. No sé bien qué pedían los que se manifestaron ayer, no sé qué alternativas proponen, sé que no quieren que todo siga igual que esta semana y antes de parecer estúpidos al palabrear, prefieren salir y caminar. Creo que los estúpidos son los demás.