La plaza de San Lorenzo del Puntal es el punto de encuentro. :: M. G.
Ciudadanos

La carrera por acabar con las barreras físicas y sociales

Los nuevos vecinos no se han integrado en la vida del barrio

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Puntales quiere acabar de una vez por todas con las barreras que separan este barrio con carácter de pueblo del resto de la ciudad. Hace ya unos años que se tiraron las barreras físicas, pero aún quedan en pie otras aún más sólidas, las culturales, las sociales, las de la integración urbanística.

Sus cada vez menos vecinos son conscientes de que el barrio tiene muchas necesidades, pero les cuesta reconocerlas públicamente. «Es que yo le tengo tanto cariño a mi barrio que me cuesta trabajo verle algo negativo», comenta Rosa María Iglesias.

Esa es la postura general de los vecinos que llevan toda la vida siendo de Puntales, pero la sensación no es compartida por los nuevos residentes, los que acaban de llegar al barrio después de ser agraciados con alguno de los pisos sorteados en los nuevos bloques construidos por Procasa. Ellos «no pisan el barrio para nada. No hacen vida aquí», comenta Patricia Sánchez.

Con la llegada de estos nuevos habitantes y la construcción de los nuevos bloques se produce en Puntales la división de opiniones de sus vecinos. Por un lado, hay quien opina, como Rafael Mínguez, que «el barrio ha cambiado mucho, tiene un buen futuro». En el lado opuesto están lo que piensan que en las calles de Puntales «hay muy poca vida», independientemente de los arreglos urbanísticos que se hayan podido hacer.

Juan Duarte cree que «el barrio está bien», pero eso no quita para que reconozca que «hay muchas cosas que mejorar». Como ejemplo cita la necesidad de más limpieza, «hay muchos excrementos de perros que los dueños no recogen», se queja, además de advertir que algunos no se molestan en llevar las bolsas de basura a los bidones y lo que hacen es saturar las papeleras.

Muchos de los residentes «históricos» de Puntales teme que termine por convertirse en un barrio dormitorio. El constante cierre de comercios es el principal indicador de ello. «No tenemos mercerías, ni restaurantes, ni tiendas de ropa, ni siquiera una pescadería, porque la única que había la han tenido que cerrar», comentan.

No se ponen de acuerdo en las causas de dichos cierres. Algunos creen que es culpa de la crisis, otros piensan que la apertura del supermercado Mercadona ha sido la puntilla para los pequeños negocios, y otro grupo cree que no hay que buscar fuera las causas. Mari, que lleva cuarenta años viviendo en Puntales considera que «simplemente es que la gente no quiere comprar en el barrio. No es culpa de la crisis, esto viene de antes. Además, la crisis aquí se ha notado menos que en otros sitios, porque la mayoría de los vecinos son pensionistas».

Así las cosas, la gran esperanza de Puntales está en que los nuevos equipamientos prometidos por las distintas administraciones vean la luz por fin. La Junta de Andalucía tiene pendiente de comenzar la construcción del nuevo hospital y el futuro albergue juvenil de Inturjoven. El Ayuntamiento tiene que terminar de asfaltar las calles que se han creado con los nuevos bloques de pisos y ha comprometido un hotel en el antiguo Club Alcázar. Será un consuelo que no tapará el hecho de que los vecinos hayan perdido su tradicional Club Náutico, ahora en manos privadas. Una vez que todo esto sea una realidad se verá si Puntales puede volver a ser el barrio que abanderó a la ciudad, defendiéndola en 1812 del asedio de las tropas de Napoleón. Justo por eso también se lucha en el barrio, por lograr que se reconozca la importancia de Puntales en el Bicentenario.