Cada vez son más los fumadores que se deciden a abandonar el hábito. :: O.CH
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Adiós a los malos humos

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Si usted es fumador, probablemente conozca la pequeña humillación de tener que recluirse en la pecera de diseño de algún aeropuerto, hasta los topes de viajeros sometidos a las esclavitudes del 'mono', para apurar un cigarrillo a la carrera mientras vigila, desde lejos, la variación de los vuelos en el panel de salida. Si usted no es fumador habrá sufrido, en más de una ocasión, esa otra afrenta cotidiana que consiste en soportar la atmósfera cargada y sucia de la cafetería, del pub o de la discoteca, el olor a tabaco en la ropa, la garganta áspera, el ambiente insoportable de la barra del bar. Es la batalla del humo, la sociedad partida por un vicio milenario que perjudica y beneficia al Gobierno (gasto médico 'versus' impuestos), da de comer a mucha gente (estanqueros, distribuidores, industrias auxiliares) y mata, cada año, a muchísima otra. Hay quien defiende su derecho inalienable a hacerse daño, quien simplemente salvaguarda sus intereses y quien, amparándose en la pura lógica prohibicionista, insiste en que demasiadas veces las instituciones tienen que ser las primeras en poner límites a las libertades individuales en pos del bien común, para que, al final, la sociedad reflexione y acabe aceptando la mayor.

La nueva ley del tabaco (una reformulación más estricta de la anterior), tiene tantos partidarios como detractores, aunque los segundos están llamados a hacer más ruido por la sencilla razón de que, hoy por hoy, juegan a la contra. En Cádiz, a un lado de la trinchera están los estanqueros, los hosteleros y un puñado de fumadores organizados bajo el paraguas de la tolerancia; al otro lado, no fumadores combativos, terapeutas, profesionales de la salud y ONG, como la Asociación Española contra el Cáncer, que celebran cada nueva restricción como un paso adelante en la defensa de la vida.

Primero, los perdedores.

Antonio de María, presidente de Horeca, denuncia la «demagogia facilona que utilizan muchos de los que están a favor de la modificación de la Ley: «Se supone que ésta es una normativa que lucha contra el tabaquismo, algo que nosotros vemos normal y necesario. Parece que es que los hosteleros no queremos que salgan adelante leyes que protejan la salud de las personas. Evidentemente, eso no es así. Lo que pasa es que creemos que puede hacerse de forma que no se ataque directamente a la rentabilidad de nuestros negocios, que sostienen a muchas familias».

Pérdidas acumuladas

De María se remite a lo sucedido en 2006 para denunciar hasta qué punto la ampliación de las restricciones puede afectar al sector: «Cuando entró en vigor la Ley Antitabaco, hubo locales que optaron directamente por prohibir que se fumara dentro... A las tres semanas tuvieron que dar marcha atrás porque no iba nadie. Ni los fumadores, ni los no fumadores».

Lo cierto es que según el Instituto de Estudios Económicos (IEE), en el mejor escenario posible, «los bares, restaurantes y cafeterías facturarán, de entrada, un 10% menos», que habría que sumar al 14% de pérdidas acumuladas desde el arranque de 2008. Juan Luis Guerra, presidente de la Federación Española de Hostelería y Restauración, cree que la Ley les supondrá su empleo, solo en los primeros meses de su entrada en vigor, a «un mínimo del 4% de los trabajadores, unos 50.000 a nivel nacional».

De María opina que pueden ser muchos más: «Estas medidas se están vendiendo como la puntilla al hábito de fumar, pero van a ser la puntilla a la hostelería. La pura y dura realidad es que no es momento para experimentar, bastante estamos pasando con la crisis como para añadir otros factores que pueden hundir aún más las ventas».

Luis Núñez, del Restaurante El Faro, firma el análisis anterior: «Evidentemente hay que apoyar todo lo que sea bueno para proteger la salud, pero ¿no había otra forma de hacerlo?». Núñez cree que los clientes no dejarán de salir a cenar fuera porque no se pueda fumar, pero «sí se notará en la facturación total, porque las copas, por ejemplo, intentarán tomárselas en un sitio donde se puedan encender un cigarrillo». El Faro fue uno de esos locales que realizó una inversión considerable en readaptar el comedor para fumadores y no fumadores, y que ahora paga la desidia o la imprevisión del Gobierno. «Aquellas obras las hicimos para nada. Si pensaban endurecer la Ley, que lo hubieran hecho desde el primer momento, y eso que nos hubiésemos ahorrado. Aunque, la verdad, creo que lo razonable sería que hubiera locales exclusivos para fumadores, y otros para no fumadores. Lo demás es prohibir por prohibir».

Más movida

«El impacto más importante lo sufrirán los locales nocturnos», opina Lidia Bruzón, del Woodstock Bar. «Los que de verdad tengan necesidad de fumar mientras se toman su copa, acabarán quedándose en casa». Y subraya otra problemática añadida: «La gente, para echarse un cigarrillo, saldrá a la puerta de las discotecas y los pubs, habrá más movida, más jaleo, y los vecinos acabarán quejándose, con lo que tendremos un nuevo embrollo que solucionar».

Como dice Atilano Pacheco, del clásico jerezano La Moderna, «no sé si habrá clientes que dejen de venir, pero de lo que sí estoy seguro es de que los fumadores pasarán aquí menos tiempo». El perjuicio económico, para él, «no hay quien lo evite». Además, se hace eco de otra lamentación constante entre los hosteleros: «Nosotros tenemos que ser los policías de la nueva Ley; los que tendremos que decirle a la clientela, entre la que hay bastantes personas mayores, que ya no se pueden encender el cigarrillo con el café... Y habrá quien sea razonable y lo entienda y quien se lo tome a mal».

Para los estanqueros de la provincia tampoco es una buena noticia. Aureliano Felipe, su presidente, cree que la Ley, en sí, no resulta efectiva, y que su ampliación no servirá más que para cercar a los hosteleros. «Hemos perdido en torno a un 40% de media en las ventas, pero, contrariamente a lo que se quiere hacer ver por algunos, el descenso no se debe a que la gente esté dejando de fumar. Se está fumando más, más barato y peor, porque muchos clientes están recurriendo a la venta ilegal, al mercado negro, al contrabando, sobre todo jóvenes». Felipe considera que «solo las campañas educativas» pueden dar resultado, y que «cualquier cosa que suene a imposición acaba teniendo efectos contraproducentes». Por ejemplo, «el tabaco de contrabando no pasa, en muchos casos, ninguna inspección de calidad». O sea, «que si de lo que se trata es de proteger la salud de los consumidores, lo único que hemos contrastado es que los fumadores siguen con lo suyo, y además las arcas del Estado dejan de ingresar un buen pico, un dinero interesante que luego se puede invertir, sin ir más lejos, en políticas sanitarias».

Javier Blanco, portavoz de Fumadores por la Tolerancia, cree que la Ley «es fruto de una actitud extremista, que convierte a España en el país más prohibitivo de Europa en el que, por lo demás, somos los fumadores los que más impuestos pagamos a la UE en relación a nuestra renta per cápita».

13 años menos de vida

En la trinchera de enfrente, María Arango, responsable del programa de Deshabituación Tabáquica de la Asociación Española contra el Cáncer en Cádiz, mantiene que el debate sirve, al menos, «para que exista una mayor concienciación de la importancia de dejar el tabaco». Paradójicamente, eso no se refleja en que haya cada vez más interesados en recibir ayuda terapéutica para abandonar el vicio de fumar, sino en todo lo contrario. «En el año 2000 teníamos seis grupos, hoy tenemos uno. El motivo es, sencillamente, que la situación ha dado un vuelco: cada vez hay menos fumadores, se están convirtiendo, poco a poco, en una minoría, como puede comprobar cada uno de nosotros en nuestro entorno».

Arango valora muy positivamente la ampliación de la Ley, y recuerda que «la mayoría de la gente que fuma lo hace porque no puede dejarlo, no porque no quiera dejarlo». El hecho de que «cada vez tengan más cortapisas siempre servirá para que se planteen las complicaciones crecientes que tienen para continuar con su hábito, y se animen a abandonarlo». Para Arango, todo ello debe ir acompañado de «mucha pedagogía, de mucha educación y de medios para ayudar a quienes se decidan a hacerlo».

La técnica de Atención al Tabaquismo del distrito Jerez-Costa Noreste, Josefa Rojas, sí ha podido contrastar que el número de personas que piden ayuda en sus centros médicos para dejar de fumar cada vez es mayor. «No es una percepción, es una realidad estadística». Rojas ha vivido de primera mano «un vuelco importante en el mundo del tabaco, ya que antes los no fumadores eran una minoría que exigían tolerancia hacia su decisión de no fumar, y ahora es al revés. Hay más demanda de atención especializada y se le ofrece». Rojas cree que «es posible conciliar el respeto a la salud y los derechos de los fumadores», pero insiste en que las instituciones deben atajar el problema del tabaquismo por sus perjuicios confirmados: «Los fumadores viven 13 años menos, y casi todos mueren por tumores. Eso es un hecho médico, y como tal no admite discusión».