EL RAYO VERDE

APOYO AL COMERCIO

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El centro de Cádiz reúne a priori todos los requisitos para convertirse en un paraíso para ir de compras, al estilo de los barrios históricos de numerosas ciudades, por ejemplo Londres, donde a la arquitectura local, de hermosas fachadas, se unen calles peatonales, limpieza, cuidados diseños, tiendas especializadas que invitan a entrar y a gastar, junto con bares 'trendy' y hasta terrazas, sin miedo al mal clima, donde hacer una parada para tomar un café o un rápido almuerzo. Comprar se ha convertido en una de las actividades clave del ser humano moderno, en estilo de vida a pesar de la crisis, y tiene connotaciones de necesidad, de placer, hasta de terapia de socialización. Los centros comerciales, de hecho, intentan imitar a la ciudad en su trazado e inventan hasta balcones con macetas de plástico para crear en el cliente la ilusión de que está en un ambiente más natural, menos mercantil, y facilitar que afloje la cartera.

Sin embargo, aquí no funciona. No nos engañemos. Los comerciantes se asocian, logran apoyo oficial, se iluminan las calles, se organizan actos paralelos, campañas de marketing, algunas muy logradas... Pero la realidad no se corresponde con el deseo y el casco urbano, Cádiz-Cádiz, tiene cada vez más locales cerrados, más calles muertas, llenas de bancos y oficinas que pliegan a las tres y no dejan ni apenas una luz que alegre la vista.

Este año, la campaña navideña que ya está en marcha se presenta más agónica que nunca. Los comerciantes, de los que depende buena parte del PIB y del empleo local, están preocupados no solo por las perspectivas, también por el «circulante» que ven a fecha de hoy. Más que nunca necesitan hacer caja estas semanas para salvar el año. Me gustaría hacer notar que no es solo un problema de ellos. A toda la ciudad le importa que les vaya bien, porque repercute en la cadena de relaciones económicas en la que nos movemos. Su bienestar es nuestro bienestar, porque quien tiene un negocio que le da beneficios puede gastar a su vez en otros. De este modo, comprar en las tiendas cercanas acaba por convertirse en un acto de defensa de uno mismo y de su ciudad, de su barrio. Supone contribuir a que haya un bonito escaparate en el que parar la vista y resolver un regalo, en vez de un bajo tapiado y siniestro, una oficina o un deprimente «todoacien», sea de la nacionalidad que sea; significa apostar por que tenga éxito gente que arriesga para tener una oferta singular y escogida; por que la ciudad que tanto amamos sea atractiva para otros compradores y otros inversores, por que el propio tejido urbano se regenere, rejuvenezca. Consumir puede ser también una militancia.

Para ello tienen también que ponérnoslo fácil: un buen transporte público, accesos rápidos, aparcamientos cómodos y baratos, tiendas surtidas y atractivas, buen servicio, buenos precios, bares... Nada que no se haya dicho ya. Pero sigue sin ser suficiente. Hay que conseguir que Cádiz sea de verdad centro comercial abierto, porque lleva trazas de serlo cerrado. Por defunción. Evítelo, vaya y compre.

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