Opinion

A toro pasado

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L o que los controladores aéreos han hecho ha sido echarle un pulso puro y duro al Gobierno español. Gobierno, por otro lado, con demasiada poca credibilidad, capitaneado por un presidente muy dado a aparecer a toro pasado, alejado de todo y cercano a la nada. De hecho, Zapatero ha admitido que se conocía una fuga de controladores tiempo antes del suceso, pero su falta de personalidad le impide adelantarse a los acontecimientos. Ahora, a toro pasado, cuando los controladores han descontrolado el país a su antojo y capricho, cuando miles de familias han perdido ilusiones, empleos y demás avatares, cuando se ha dado un daño económico a miles de hoteles y negocios y la imagen internacional de España es tan incierta como burlesca, el Gobierno planea cómo castigar tal fechoría.

Queda claro que no deben salir impunes de un descalabro de tal magnitud. La pregunta me la hago cuando veo la humosa actitud de los portavoces del Gobierno. ¿Este castigo lo hacen por justicia moral o porque han visto que todo el pueblo español condena a los controladores? Más bien me inclino por lo segundo. Rubalcaba ha admitido que la demostración y el rechazo del pueblo ante estos incidentes les ha hecho decidir con más fortaleza; es decir, que si el pueblo no hubiese mostrado su furioso enfado, ellos no habrían actuado con la severidad que ¡todos esperamos que se produzca! (ocho años de cárcel pide el fiscal. a saber en cuántos días se queda al final).

El Gobierno no puede ni debe permitirse ser la voz del pueblo ante rebeldías casi terroristas, y no ser la voz del pueblo ante caóticos problemas de esta sociedad como es el paro y la crisis actual. No deben coger la voz del pueblo sólo cuando les conviene.

O son la voz siempre o, mejor, no serlo nunca. La mayoría española es la que votó a estos fantasmas sin escrúpulos llamados políticos, y lo que han hecho los controladores es sólo expresar una rebeldía a sabiendas de que el castigo del Gobierno sería casi el mismo que recibiría un chico por faltar al instituto. Lo que no esperaban es que fuese el pueblo el que se transformara en la auténtica «voz de mando», ese que el PSOE hoy no tiene.