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En el día del orgasmo

España está sola. No salen en su defensa ni chapelas, ni barretinas, ni monteras

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E n España resulta imposible ser patriota de toda España. Diecisiete comunidades y más de 8.000 ayuntamientos protegen al caracol endémico, con sus ocho apellidos de la tierra, mientras los mercados globales despluman a los ciudadanos. En esta semana de intensos ataques especulativos contra España, el líder del nacionalismo catalán ha avisado de su intención de calzarse adarga antigua y lanza en astillero para batirse contra España por un concierto económico. Los candidatos se han ido a dormir a la espera del día del orgasmo, mientras los especuladores que nunca descansan nos están comiendo por los pies.

La frase más pronunciada esta semana ha sido: «España ha de acelerar las reformas que exigen los mercados». Qué distintos serían los acontecimientos tan solo con cambiar un par de nombres: «Cataluña ha de acelerar las reformas que exige Madrid». Y las Ramblas arderían. «Euskadi debe acelerar las reformas que exige Madrid». Y aquel 'lehendakari' Ibarretxe regresaría a toda prisa de Puerto Rico para organizar sus mesnadas en defensa del derecho a decidir.

Tratándose de España, en cambio, a nadie le parece mal que los mercados decidan por nosotros. La derecha amiga del toro y la sotana tampoco se molesta por el ataque de los mercados a la soberanía nacional. Al contrario, pide más reforma laboral, más recortes, menos jubilación, como los mercados colonizadores. Si la frase rezara: «Marruecos exige a España que acelere las reformas», denunciarían una humillación nacional consentida por el Gobierno. Pero para el nacionalismo como Dios manda, este neoimperialismo especulativo resulta una bendición.

Los mercados no tienen patria. Su metrópoli está en el Nikkei cuando amanece, en la City londinense para el almuerzo y en Wall Street al anochecer. El territorio a conquistar es el vasto mundo. Si los gobernantes aborígenes son listos, captarán el mensaje de los especuladores, y aplicarán la legislación antisocial que ellos reclaman. Si no lo hacen, los países serán rescatados, su economía será intervenida y el FMI se asegurará de que se aplique esa misma política antisocial. Nos someterán directamente o por persona interpuesta. Y la Constitución seguirá proclamando, a modo de sarcasmo, que la soberanía nacional reside en el pueblo español.

España está sola. No salen en su defensa ni chapelas, ni barretinas, ni monteras. Nadie advierte al pueblo soberano que está sufriendo la mayor embestida desde el 23-F. Hoy un patriota debe decir que no está en juego solo la soberanía, sino también la democracia. O sea, el orgasmo.