Moreno sentado donde antes se alzaba su casa. :: víctor lópez
Ciudadanos

«No quiero ser famoso ni rico, sólo que me den lo que es mío»

Joaquín Moreno, de 67 años, es el responsable de que la sentencia prosperara al no llegar a un acuerdo en la expropiación

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Ajeno a todo el revuelo mediático que ha levantado, Joaquín Moreno no siente que haya derrotado a nadie. «Quilín -como le conocen sus amigos- enhorabuena, ven dame un abrazo». Para muchos se ha convertido en una especie de héroe urbano, un David moderno que ha vencido a toda una maquinaria administrativa, que pretendía desarrollar el tranvía costara lo que costara. Para otros es el que «se lo va a llevar calentito», al ser el expropiado que en mejor posición se encuentra para negociar indemnizaciones con la Junta. Hay quien opina que Joaquín representa el inmovilismo de San Fernando, la persona que no deja avanzar a un proyecto basado en el bien común. Pero, él no escucha ni a unos ni a otros.

Tímido y sencillo, no se acostumbra a ser el centro de atención. «Chiquillo, me vas a hacer más fotos que el día del reportaje de mi boda». Sus hijos bromean porque saben que se siente incómodo con esta situación. «Papá que de aquí te veo con la Esteban», «calla, calla y déjate de tonterías», contesta.

Lo cierto es que se merece estos cinco minutos de gloria porque es el responsable, al no estar de acuerdo con la expropiación, de que haya prosperado la denuncia presentada en el Tribunal Superior de Justicia (TSJA) que declaraba nulo el proyecto del tranvía, aunque no lo hizo por buscar protagonismo, ni siquiera dinero. «Yo lo doy todo y ahora mismo si me dicen que me dan mi casa y mi local, es lo único que quiero. Me quitaron media vida, mi hogar, para que me fuera de alquiler y perdiendo el negocio que tenía arrendado». Por ello, estaba dispuesto a llegar hasta el final, porque simplemente sentía que estaba viviendo una injusticia.

«Yo no quiero ser millonario ni ser famoso, lo único que yo quiero es que me den lo que es mío y ya está». Pasear por esa zona le resulta doloroso. Son 35 años los que ha pasado allí y se han borrado de un plumazo. «Ves donde han puesto la estatua esa, pues ahí justo era donde estaba mi dormitorio». Los últimos meses lo ha pasado mal, aún se despierta a medianoche y piensa que está en su antigua vivienda. Afirma que ha perdido más de lo que puede ganar, porque lo que él quiere ya no puede ser, y sólo le queda reivindicar un trato justo, que le den lo que considera que se merece después de tanto años de trabajo.

«La verdad es que yo no sé lo que significa la sentencia, eso lo sabe mi abogado. Yo le he dicho que hasta el final, que lo que tenga que ser que sea, para bien o para mal, porque mientras tenga fuerza tiro para delante». Se ríe cuando le dicen que él sólo ha podido frenar el tranvía pero la verdad es que le da igual. «No busco nada malo para San Fernando, si tiene que pasar el tren que pase, pero lo que no puede ser es que nos pisoteen por ello». Ayer, Quilín se reencontraba con viejos amigos, aquellos que una Nochebuena de 2007 se llamaron puerta a puerta cuando una carta les dijo que tenían que abandonar sus casas.