Cartas

Cien años de vigencia

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Hace cerca de medio siglo, con una atroz censura en un régimen que a sangre y fuego implantó en España un estado de terror, en el que eran vulnerados desde un siniestro abril de 1939 hacía varias décadas, los más elementales derechos humanos, un buen compañero me pasó un volumen de versos de incalculable valor para todos los que a semejanza de Hernández clamábamos por aquello de lo que adolecíamos: ¡libertad! Era un libro de poemas de Miguel Hernández, el cantor de las tres heridas: «la del amor, la de la muerte, la de la vida». Una vida tan corta por la cruel insidia de los hijos de la intransigencia, de la sinrazón, de la sempiterna España negra, fielmente descrita por Machado o Solana, pero Hernández copiosamente tenaz, por la libertad de su pueblo: sangró, luchó, pervivió, sin renunciar jamás a sus nobilísimos ideales hasta las ignominiosa muerte que le infligieron salvajemente los 'salvadores de España' ¡Pobre España!, tan solo por la denodada defensa de sus ideas de liberación, ante el asombro de los nada dudosos fascistas y nazis que por aquellos días visitaron España. Era la inicua suerte de los vencidos. Bárbaramente con lenta deleitación acabaron con la vida del poeta pretendiendo borrar su nombre, destruir su obra, en aquel 'imperio' de represión: sacas, cárcel, hambre, exilio. Era la 'victoria' no la paz, pues ¿no había terminado la fraticida guerra? No, el olvido no se posó jamás sobre el poeta de Orihuela. Las ediciones de 'El rayo que no cesa' o 'Vientos del pueblo' fueron siempre ilimitadas, como los ingentes estudios, logrando la vigencia de uno de los más singulares escritores.