FOTOMATÓN

La música como tatuaje

Ezequiel Benítez Cantaor

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Ezequiel Benítez (Jerez, 1979) es un artista flamenco algo atípico, tanto por sus trabajos como por su modo de vida. Aunque tiene su casa junto al coso de la calle Circo, no se siente atraído por la fiesta nacional. No le gustan los toros. «He ido alguna vez, incluso he visto al Paula y a Curro Romero, pero no termino de encontrar nada que me enganche», asevera. A Ezequiel la inspiración artística le viene por la música. Sus tres hermanos también cantan, su madre -nacida en la calle Nueva- siempre ha dado sus pataitas, y su padre «es un portento, tiene un don especial y ha enseñado a grandes artistas de Jerez».

Así las cosas, era difícil que este joven cantaor decidiese dedicarse a otra cosa. En gran parte es un autodidacta, aunque siendo muy niño recibió clases de guitarra, instrumento que domina a la perfección, y ahora se encuentra estudiando piano. «Estoy formándome mejor porque quiero hacer realidad nuevos proyectos y entre ellos está un disco de música relajante, para los spas y las clases de yoga». Ezequiel es una caja de sorpresas. De hecho, está preparando un nuevo trabajo que no tiene nada que ver con el flamenco y que incluirá baladas, boleros y pop latino. En otoño viajará a Las Vegas (Estados Unidos) para dar a conocer su proyecto. «No quiero grabarlo con una compañía discográfica, sino hacerlo por mi cuenta, así que necesito socios inversores», afirma. El cantaor es un enamorado de la música en general. «En mi coche ahora no lleva nada de flamenco, pero sí tengo Michael Jackson, Macaco y un poquito de carnavales de Cádiz».

Siente auténtica pasión por las coplas carnavaleras y, aunque no ha formado parte aún de ninguna agrupación, ya ha recibido ofertas muy interesantes. «Este año me han llamado los gitanos de El Puerto», dice con cierto orgullo, «pero no sé si podré ir con ellos porque tengo mucho trabajo». En septiembre decidirá si finalmente va al Falla con la comparsa portuense o lo deja para una mejor ocasión. Y es que Ezequiel Benítez no tiene tiempo para aburrirse. Se ha recorrido el mundo cantando flamenco, ha grabado un disco y tiene en mente nuevas metas; también da clases de cante. «Tengo un alumno que ha venido de Pamplona sólo para aprender conmigo, porque me vio en una revista de flamenco». Eso sí, ha tomado la decisión de no ir a más bodas o bautizos «porque al final me piden que cante y eso no es como un huevo que se echa a freír», señala entre risas.

Hablando de cocina, es una de sus pasiones al margen de los escenarios son los fogones. De casta le viene al galgo: «Mi madre ha sido cocinera durante 17 años de la familia Domecq». Reconoce que le gusta ponerse el delantal y sus especialidades son los arroces y el gazpacho. Es un joven de sanas costumbres; no fuma ni lo ha hecho nunca, apenas bebe alcohol y le gustan «los deportes divertidos» como el fútbol sala, el pádel y la natación. «Los practico siempre que puedo, aunque no lo parezca», comenta riéndose. También es posible que se lo encuentre alguna vez en el cine, y solo: «Así nadie me distrae». Se ha pedido para desayunar un té verde, aunque deja la mitad y se va con prisas para dar una de sus clases. Cuando se levanta le veo en el brazo un tatuaje en el que se puede leer 'Sobrellevé', su primer disco. ¿Quieres hacerte más tatuajes?. «Sí», responde, «el próximo en la pierna y estará relacionado con la música». Como no.