PAN Y CIRCO

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Aunque reconozco que el Trofeo Carranza ya no es el Trofeo por antonomasia y aunque acepto que, por razones deportivas y extradeportivas, ya no volverá a ser lo que fue, mi valoración de esta edición, a pesar de su escaso nivel publicitario y deportivo, ha sido positiva porque, al menos, ha servido para que extraigamos algunas importantes conclusiones sobre el nuevo equipo amarillo. La primera de ellas es que el Cádiz cuenta con un entrenador lúcido, que es consciente de la calidad y de la cantidad del material que posee. Risto Vidakovic ha demostrado, además, que conoce las fórmulas más eficaces para sacar a cada componente de la plantilla sus mejores valores. La segunda conclusión es que el conjunto tiene un patrón definido de juego y que, en consecuencia, nos hace concebir fundadas esperanzas de que, cuando ya lo haya asimilado, nos proporcionará hondas satisfacciones. La tercera -quizás, en estos momentos de crisis, la más importante- es que los chavales de la cantera -Pecci, Rubén Díaz, Germán, Tiri, Lolo Armario y José Miguel Caballero- no hacen peor papel que esos profesionales acreditados que, como sabemos, están mucho mejor recompensados. Es posible que, si ellos tienen paciencia, si no se lo creen demasiado pronto, si se cuidan y si aprovechan las oportunidades que sin duda alguna se le presentarán durante la temporada, más de uno va a dar el salto definitivo al nivel profesional. Otra de las conclusiones es que aún queda algún hueco que rellenar: me refiero a ese delantero centro que, con rasgos análogos a aquel Mariano Toedtli que llegó hace dos años a Cádiz, sea capaz de culminar las jugadas de un centro de campo poblado por auténticos 'jugones'. El equipo necesita un referente rompedor que, además de fuerza física, posea ese olfato que caracteriza a los verdaderos arietes.