El Madrid se pone a 100 para la final

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Incidencias: Segunda semifinal de la Final Four de la Euroliga disputada en el Mediolanum Forum de Milán ante unos 12.500 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por los fallecidos en el accidente minero de Turquía.

Cinco décadas después de lograr la primera copa de Europa el Madrid optaba a recuperar el torneo que se le resiste desde hace 19 años. Felipe Reyes, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Llull o Mirotic querían compartir historia con Emiliano, Luyk, Burgess o Sevillano, con aquellos que rompieron en 1964 la dictadura soviética de CSKA y ASK Riga, con los que iniciaron la cuenta de ocho títulos en la máxima competición continental, con el malogrado Joaquín Hernández en el banquillo y el mítico Pedro Ferrándiz como director deportivo.

Para ello, el equipo blanco se encomendó al juego que le ha dado tantos éxitos desde que Pablo Laso llegó, el que reconocen los aficionados como el estilo clásico del club merengue. Comentaba Ettore Messina -precisamente el hombre que precedió al técnico vitoriano y que encorsetó hasta el límite a base de sistemas a su Madrid- que no había que improvisar nada nuevo en una Final Four y que hacerlo suponía transmitir a la plantilla inseguridad en el trabajo anterior.

Por eso, el cuadro capitalino decidió saltar a la cancha del Mediolanum Forum de Milán confiado en que para ganar al Barcelona y alcanzar el duelo definitivo, el de la ‘novena’, debía hacer las cosas a su manera.

Los culés, por su parte, habían identificado los factores que podían decidir el clásico. Xavi Pascual no suele equivocarse en el planteamiento de los duelos importantes, y contra el eterno rival tenía claro que las posibilidades de los catalanes pasaban por provocar un cortocircuito en el juego blanco, por destrozar la vía de alta velocidad que los de Laso suelen emplear en sus transiciones de la defensa al campo contrario, por cortar el cable de alta tensión por el que fluye la energía merengue. Para ello, esperaba de los suyos una defensa intensa, un rebote contundente y un ataque ordenado.

Lo lograron en los primeros minutos del duelo. Huertas llevaba el tempo del partido y hacía mucho daño con sus penetraciones y con su conexión con Tomic. Además, controlaban los rechaces en ambos aros y esas segundas opciones de tiro les daban una cómoda ventaja (12-4).

Talento de 'MVP'

Entonces apareció en el choque el ‘MVP’ de la Euroliga y todo cambió. Con Sergio Rodríguez (21 puntos, seis asistencias y 26 de valoración) en pista el Madrid se desató y se reconoció en su estilo. Mirotic también cumplió con lo que se le venía exigiendo desde hace un tiempo, que aportara, aparte de sus habituales buenos números, presencia y carácter. El asesino silencioso, el rey de las estadísticas, satisfizo la petición y fue el escudero perfecto del ‘Chacho’ con sus 19 puntos y cuatro rebotes. El mago canario repartía felicidad entre los suyos y congoja en el adversario al mismo tiempo que machacaba la canasta azulgrana sin compasión. El Barça se suicidaba desde la línea de tres (5 de 18 de los de la Ciudad Condal frente al 14 de 29 de los merengues) pese a los intentos de Tomic por seguir vivo pese a la gravedad.

En el tercer cuarto, el Madrid acabó por desangrar a los de Pascual (48-63). Todos se fueron sumando a la fiesta de Sergio. Rudy, con su impagable y constante trabajo y calidad; Llull con su intensidad; Reyes con su labor como capitán general; los afinados Bourousis y Darden; un entonado y recuperado Carroll; Dani Díez y Mejri, en sus roles tan secundarios como importantes. En el último periodo se disparó la diferencia hasta los 38 puntos finales con un Barcelona entregado. Hasta Dorsey falló totalmente solo uno de sus explosivos mates.

Lo que se presumía como el clásico más igualado de los últimos tiempos se convirtió en un paseo para un Real Madrid que sueña ya con doblegar al valiente e impulsivo Maccabi y volver a ser el más grande de Europa.