REVOLUCIÓN A ORILLAS DEL MEDITERRÁNEO

Nuevo rumbo o naufragio de la ‘primavera’ tunecina

El gobierno de los islamistas de Ennahda, incapaz de frenar el deterioro de las condiciones de vida de la población y de imponerse a los salafistas

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los islamistas de Ennahda han celebrado este fin de semana un Congreso histórico. Por primera vez será en suelo tunecino tras 24 años de clandestinidad y con la satisfacción de su victoria en las elecciones de octubre de 2011. Sin embargo, poco más hay que celebrar ante una situación económica que no deja de deteriorarse. En lo político, los alardes e intimidaciones de los salafistas suscitan una creciente inquietud.

La penuria y la falta de expectativas que provocaron las llamas que acabaron con la vida de Mohamed Bouaziz el pasado 17 de noviembre de 2010, prendiendo las revoluciones de la primavera árabe, no han dejado de agravarse. El paro ha crecido del 13% al 18% y el PIB registró el año pasado una caída del 1,8%. El motor del turismo sigue gripado ante la falta de seguridad, y el déficit y la deuda no dejan de crecer.

Ante este panorama, la frustración popular crece al ver que los nuevos dirigentes elegidos en las urnas agotan sus energías en querellas para el reparto del poder o en maniobras para procurar equilibrios entre sus facciones internas. Las ayudas además escasean. Europa y, en general Occidente, está para pocas alegrías con la crisis económica, mientras los países árabes, sobre todo los que más apoyo económico podrían brindar, no parecen muy inclinados a propiciar el triunfo de las revoluciones populares.

Esta falta de decisión compete sobre todo a los islamistas de Ennahda, que también han sido incapaces de imponer orden a los salafistas, quizá minoritarios, pero muy activos y violentos. Las acciones extremistas contra intelectuales, imágenes consideradas irreverentes, bares y licorerías culminaron en junio con el ataque a la exposición de arte ¿Le Printemps des Arts’ y la destrucción de varias piezas consideradas blasfemas .La escalada de violencia posterior, incluido el asalto a una comisaría y el incendio de un tribunal, provocó el toque de queda en varias ciudades y regiones. Toda una advertencia de la fuerza desestabilizadora de los fundamentalistas.

El Gobierno ha frenado al menos la pretensión salafista de introducir en la Constitución la ‘sharía’, la ley islámica, como fuente de derecho. Pese a las presiones, el Ejecutivo también se ha comprometido a no modificar la garantía de los derechos de la mujer, un estatus único en el mundo árabe. Resulta evidente que dentro de las múltiples corrientes que alberga Ennahda, hay dos sectores opuestos: el más conservador, que flirtea con los salafistas, frente a otro, más ‘progresista’ favorable al desarrollo de un modelo similar al de Turquía.

Al margen de corrientes, Ennahda no para de ganar espacios de poder en todo el país. Frente a esta imparable progresión, las formaciones opositoras se muestran divididas y debilitadas. Más que de sectores políticos, la resistencia de mayor vigor procede de la sociedad civil concentrada en las grandes ciudades y, sobre todo, de la poderosa fuerza sindical de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT). Una resistencia que, a la vista de los ataques, comienza a ser numantina. Quizá haya que dar un margen de confianza al Gobierno recién llegado, pero el tiempo pasa y el deterioro general crece. Se espera que la Constitución quede lista en octubre y en marzo de 2013 se celebren unas elecciones que acaben por definir el nuevo rumbo o el naufragio de la ‘primavera’ tunecina.